No me quiero ir de vacaciones
Con la que está cayendo más de la mitad de este país se marcha hoy de vacaciones y aplaza todo hasta septiembre. Cualquier gestión, cualquier cobro, un empleo previsto, un negocio a empezar o las reestructuraciones políticas, todo queda para septiembre. Da lo mismo la magnitud de la crisis porque nos vamos un mes de vacaciones. ¿Cómo puede un país bajar la persiana durante treinta días a sabiendas de que en septiembre aún estaremos peor? Curiosamente este año solo los políticos se quedarán sin vacaciones y porque preparan la campaña para el 20 N.
Pero nos vamos de vacaciones. Y no quince días que es la media que se cogen en esos países donde están los pérfidos mercados que nos agobian. No. Nosotros un mes. Treinta días para paellitas, siesta y hasta algunos afortunados un crucero y un par de viajes. Y es que por ahí fuera no saben vivir. Cuando la prima de riesgo llegue a los 400 puntos básicos nos cogerá bajo de una higuera y con el botijo bien fresquito, porque no tenemos dinero para pagar la hipoteca pero nos sobra tiempo para coger treinta días de vacaciones. ¿Y qué pasa? ¡Pura envidia!
Por eso al discurso del catedrático Javier Andrés (www.decigarrasyhormigas.com) sobre los grandes cambios que han de hacerse para salir de la crisis le falta una valoración de la idiosincrasia española. Sufrimos el paro más grave de la historia de España y está tocado de muerte gran parte de nuestro tejido productivo, pero usted no me cambie la hora del almuerzo, el mes de vacaciones o la casa en Jávea. Por eso los grandes inversores ponen más alto el precio del dinero que nos prestan y, como explica una empresa valenciana de bioquímica, piden el traslado a Brasil o Argentina de las industrias españolas que acuden al mercado mundial de capitales. Nos odian por nuestro magnífico nivel de vida.
Es el gran reto que tienen por delante los políticos del perfil de Alberto Fabra que ahora están gobernando en Galicia, Baleares, Catalunya o el País Vasco. Ya no se trata de ahorrar 700 millones de euros como anuncia el presidente de la Generalitat Valenciana. Es que tienen que enfrentarse a un cambio total de la mentalidad ciudadana sobre derechos y deberes. Los españoles estamos dispuestos a atarnos el cinturón hasta cierto punto en cuestiones nuestras. Pero que no nos toquen nuestros derechos: ir al médico cuando nos pica un dedo, tener un botiquín en casa y disfrutar de dos meses de vacaciones al año entre agosto, puentes, fiestas patronales y demás. ¡Ah! Y uns bous al carrer pagats per l´ajuntament.
Hemos de asumir nuestros deberes. Y ahora tocan solo quince días de vacaciones, producir más y mejor y hacerlo todo por menos dinero. Pero a esos deberes no estamos muy dispuestos. Siempre es cosa de otros. Por eso preferimos alimentar la deuda que recortar unos derechos que hemos conseguido acunar en la sociedad del bienestar hasta convertirlos en inviables. Y si seguimos teniendo todos un mes de vacaciones al año (más puentes y festivos), ¿podremos pagar esa deuda? Ni la deuda de los mercados ni la hipoteca. Pero vivimos de puta madre.
No asumimos la gravedad de la crisis. Y por eso nos vamos un mes aunque sea con un botijo a cuestas. Y por eso el empleo solo crece a 70.000 personas por trimestre (¿Cuántos años tendrán que pasar para recuperar los 5 millones de parados?). Y por eso la mejora en el impuesto de sociedades y el IVA son absorbidas por el pozo de nuestros gastos superfluos.