Lo comido por lo servido en obra pública
Esta semana ha sido pródiga en acontecimientos teatrales, pero hay dos que llaman la atención poderosamente por la categoría de sus actores. Primero la reunión en Barcelona del presidente de la Cámara de aquella provincia, Miquel Valls, con el presidente de la Cámara de Valencia, José Vicente Morata, con el conseller Mario Flores como convidado de piedra, para llorar un rato juntos por la apatía europea y madrileña con el corredor ferroviario mediterráneo. Apoteósica la actuación valenciana con coreografía montada y pagada en beneficio del puerto de Barcelona (¿Se saben ustedes el cuento de la rana y el escorpión?)
Y segundo la reunión de FECOVAL (Federación de Empresas Contratistas con la Administración) que preside Javier Luján, poniendo a parir a la Generalitat porque paga mal y tarde. La disputa entre conseller Mario Flores y Lujan también ha sido una buena representación, pero más bien ha quedado en sainete de Favara porque todos sabemos de los amores y desamores del actual presidente de FECOVAL con el PSOE, el PP y hasta con Unión Valenciana cuando esta existía, siempre con Rafael Blasco de perejil en la salsa.
En ambos acontecimientos el argumento parece escrito por el mismo autor, porque trata de quejas pero no de asumir responsabilidades civiles. En caso alguno aparece un mínimo intento de convertirse en promotores de economía y empleo como hacen otras empresas de obra pública en el resto de España o financiando y explotando obras en países extranjeros. Aquí no vale el refrán lo comido por lo servido.
Morata se fue a casa de Valls porque la Cámara de Comercio de Barcelona financia un Observatorio de Infraestructuras del Mediterráneo con la sana finalidad de convertirse en el eje del compás de la entrada y salida de mercancías de Europa hacia los mercados emergentes que se comunican por el Canal de Suez. Ellos lo pagan y por lo tanto en su beneficio se lo montan. Pero llegan los de la Cámara de Valencia, entre los que se encontraba Juan Cámara, anterior presidente de FECOVAL, y lógicamente se disponen a apoyar la causa sin aportar un euro. ¡Faltaría más! Como máximo sumarse al argumento catalán de que la inversión privada en este negocio tiene un retorno del 11 por ciento. No en vano las empresas contratistas catalanas saben del negocio que están haciendo con las autopistas de peaje que construyen en Catalunya. Aquí FECOVAL no quiere correr riesgos.
El retraso en las infraestructuras ferroviarias tiene y tendrá un efecto devastador en la economía valenciana, porque no es solo el AVE. Son cercanías, mercancías, andenes, movilidad interurbana, generación de nuevas empresas, turismo por supuesto y salir del furgón de cola. Ya lo decía esta semana Juan Velarde en el ABC al volver a citar un antiguo informe de Fabián Estapé: el eje de desarrollo se situará por arriba del Ebro. Pero aquí si Madrid no paga vamos a ver qué quieren hacer los catalanes. Odios y amores ¿Dónde estás las constructoras valencianas que durante años han disfrutado de los fondos europeos FEDER?
Ha entrado dinero a raudales. Y eso lo sabe muy bien el presidente de FECOVAL (Javier Luján) cuando pide lógicamente más inversión pública para generar empleo. ¿Por qué no pueden asumir ahora el reto de convertirse en inversores para la obra civil? Deben garantizarse un retorno, un beneficio por la financiación y hasta un plus de explotación. Pero con lo que han ganado en estos años son los únicos que tienen dinero para acometer las obras necesarias en trenes, carreteras o energía. ¿Qué no tienen un euro? ¿Dónde está? ¡Ah! ¡Claro! En solares devaluados.