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Per José Megias Vergés
La Columna de Jomeve - RSS

El progreso de la humanidad

    En el mundo, aunque parezca mentira, hay gente que es optimista. Son unos personajes impregnados de esta extraña energía existencial positiva que les llega a creer que la humanidad son seres vivos que vamos experimentando una transformación sobre la capa de la tierra.

    Los optimistas piensan generalmente con un entusiasmo que oscila entre la candidez y la temeridad y que la mejora de la especie es permanente e indefectible, que nunca habíamos estado tan bien como ahora y que el futuro desde un punto de vista colectivo nos permitirá ir superando escalones evolutivos por más que algunos congéneres nos pongan trabas en el camino o nos tiren por las escaleras.

    Los optimistas, don de un darvinismo antropocéntrico tan radical que no se dan cuenta que precisamente ellos son la prueba que la humanidad puede no ir necesariamente hacia delante. Porque los optimistas, si lo miramos en perspectiva histórica, son una variante humana relativamente nueva en el largo camino del homo sapiens.

    Durante siglos, qué digo durante siglos, durante milenios, los hombres y las mujeres tocaban de pies a tierra y sabían que el tiempo se escapa, que la vida es corta, que la carne es débil y que somos unos lobos, los unos para otros.

    En un planeta lleno de riesgos y peligros donde los pobres humanos éramos todavía aprendices, el realismo era la actitud dominante delante de la vida, con algunas pinceladas del fatalismo y algunos trazos de resignación.

    El tiempo fue cambiando y este curioso bípedo que iba perdiendo por la ganancia de la inteligencia y dominio sobre el resto del planeta exceptuando los importantes desastres naturales, fue sintiéndose fuerte y valiente, seguro de sí mismo hasta el punto que en pocas décadas, pongamos un siglo y medio, ha conseguido cambiarlo todo el globo terrestre exprimiéndolo como una teta o un limón, reestructurándolo con infraestructuras, cambios tecnológicos, orográficos, demográficos y añadirle lo que queráis y seguramente acertareis.

    Toda esta filosofada me ha venido a la cabeza, paralelamente, mientras me tomaba una aspirina para superar el resfriado de julio, por cierto muy molesto e inoportuno, en esta época. No me ha cogido por ponerme ropa de verano antes de tiempo, ni por bañarme en la playa, ni por corrientes de aire. No.

    Me he resfriado porque viajaba sentado en un tren durante no más tiempo de una hora, víctima del aire acondicionado. El mismo tren que durante el invierno me hacia sudar a treinta grados. He sido víctima de un pesimismo existencial que, ahora mismo, me lleva a definir la humanidad como aquellos que después de cuarenta -mil años de progreso tecnológico, hemos sido capaces de cambiar y hacer pasar calor en invierno y frío en verano. Esto es una mejora y se ve a simple vista.

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    comentaris 3 comentaris
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    11/09/2010 02:09
    "Yo creo que analizando. . . "

    Yo me considero optimista. Pero. . . ¡no tanto!

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