Un simple sueño<br>(Serie “Entre monges, tabernes i barberíes”)
El año 2007 y por el compromiso adquirido con mi buen amigo Javier Aguilar, fui el pregonero de la Semana Santa de Burriana.
En principio, creí que el ofrecimiento era un sueño y, en el sueño, temía no estar a la altura del acto, por lo que tardé un poco en decidirme a dar mi conformidad al amigo que en mi confió para tal menester. Después, ya despierto y conforme iba desarrollando mi pregón, fui animándome por cuanto entendía que mezclando mis sentimientos y mis creencias podría desenvolverme sin hacer el ridículo.
Recordé aquellas procesiones de la Semana Santa en Burriana y en especial, la precesión del Silencio, en la que, sin parecerse en nada a una Saeta, y a requerimiento de mi tía Amparo, canté a mi madre en el mismo instante en que se aceraba el sepulcro.
Aquel silencio que ponía los pelos de punta, fue roto por mí cuando alcé la voz y canté aquello de... "A mi “mare” la mataron, la tiraron a un barranco..." etc.
El revuelo que se montó fue mayúsculo, hasta el extremo que mi tía Amparo que me llevaba en brazos, desapareció rápidamente del lugar. Debo advertir que yo no tenía más de tres años de edad.
Mi atrevimiento estaba avalado por mi corta edad y por los pocos prejuicios que tenía, pues para mi, cantarle al señor en la noche de su entierro, ni era una vergüenza ni tampoco una falta de respeto, sino todo lo contrario.
Este pasaje de mi vida, siempre me ha llevado a tratar de comprender las reacciones y comentarios, más o menos acertados, de los demás, y es por ello que por aquellos años cincuenta, comprendí, sin mucho esfuerzo, que no había mala fe ni mala intención, en aquellos "carreters" que, al medio día, daban buena cuenta de media hogaza de pan acompañada de un pedazo de bacalao o de cualquier otro condimento preparado incluso por ellos mismos, cuando discutiendo de cual podía ser el mejor "rosí" de Burriana, lo hacían mezclando a Dios entre sus comentarios. En ese momento, cuando se encontraban enfrascados en sus discusiones, hacía acto de presencia en la tienda-taberna de mi tío Rosendo, la monjita que acudía para llevarse una onza de aceite o bien "una dinaeta de safrá”, y era curioso ver como todos aquellos hombres, que momentos antes estaban enfrascados en una acalorada discusión, se callaban de repente, se quitaban la gorra que llevaban puesta incluso para comer, y uno a uno, se dirigían a besar el crucifijo que colgaba de la cintura de la monjita, y con una expresión que rozaba la ternura, le daban los buenos días. Educación y buenos modales, cuando ha de menester.
Eran hombres curtidos por todo lo que habían pasado y por el trabajo que desarrollaban para ganarse el pan de cada día. Casi en su totalidad, ni iban a misa ni salían a las procesiones descalzos, pero eran incapaces de aprovecharse de cualquier situación para, sacando un beneficio propio, perjudicar a los demás. En sus círculos de amistades, se pronunciaban, mayoritariamente, indicando no ser devotos de la Virgen, pero se santiguaban cuando pasaban por delante de su imagen, (aunque no les observara nadie) pero no se paraban ante Ella para pedirle ningún favor, por cuanto estimaban que, teniendo trabajo para poder sacar adelante a su familia, nada les faltaba.
Otros, sin embargo, echando un billete de veinticinco pesetas, de las de papel, en la bandeja de Misa Mayor, se "dejaban ver" ataviados con sus mejores ropas y luego cuando terminaban con "la farsa", se despachaban a sus anchas. Rezaban, ¡si! pidiendo para ellos, aunque se ahogasen los demás. Otros, por supuesto, vivían en la Fe, y eran, en ocasiones, los que recibían los "palos" tanto de unos como de otros.
Aquellos hombres, respetuosos con los demás, apenas sabían leer ni escribir, pero lo poco que escribían, lo hacían con "tinta china", esto es, de la que no se borraba ni con el tiempo. Cuando se brindaban a ayudar a los demás, lo hacían de corazón. Cuando ofrecían su amistad, lo hacían con todas las consecuencias, y estos hombres, eran felices comiéndose "una sardina de bota", aunque… ¡que remedio! si no les llegaba para más.
En cierta ocasión, paseando por un pueblo del interior de nuestra Provincia, me paré ante un señor mayor que en la esquina de una calle, apoyado en su bastón, tomaba el sol plácidamente. ¿Es usted de aquí? Le pregunté. Si señor, me contestó. Usted, por su edad, conocerá muchas cosas de estos lugares, le dije, a lo que me contestó afirmativamente. Durante la conversación, el hombre, me dijo que era analfabeto, que no sabía leer ni escribir y noté que se ruborizaba. Salí al paso de aquella situación y le pregunté ¿Conoce usted muchas plantas medicinales de las que hay en estos montes y para que sirve cada una de ellas? Con una expresión que no olvidaré jamás, me contestó que las conocía prácticamente todas, y que además de conocer a cada una por su nombre, sabía para que servían y como debían tomarse. Me di cuenta que el analfabeto era yo, y con la excusa de poder seguir con mi familia, me despedí de él y le anuncié, que si volvía por aquel pueblo lo haría con tiempo para poder estar con él y disfrutar de sus conocimientos.
Aunque volví por allí pasado algún tiempo, ya no lo encontré y pensé que tal vez lo anterior fue simplemente un sueño, como lo es la vida misma, porque...
La vida es sols un sospir.
Pot ser també una quimera
y en somnis vols poseïr
el que la vida te nega,
després, despert pots sofrir
perque del somni res queda,
sols eixe moment subtil
lo demés… ¡pura quimera!
Hace 25 años mis hijos soñaban “con una playa de fina arena” en Sant Gregori.
Hoy me preguntan: Papá ¿ Harán algo aquí, tan bonito como dicen ?
¡No sé! Les contesto. Tal vez quien lo soñó, todavía no ha despertado.
Es gratificante comprobar, que lo que se escribe, puede ayudar a algunas personas a redordar hechos que son tan "simples", que alguien piensa que no vale la pena mencionarlos, pero que a mi, gracias a Dios, me enseñaron a comprender y a tener un gran respeto hacia los demás. Efectivamente, Axiamo, acertaste en lo de mis hijos. Gracias a Axiamo y a "pilape" por sus mensajes. Esto anima y ayuda a seguir escribiendo para dar a conocer temas actuales, así como algún que otro hecho de nuestra infancia. Burriana era así. Ahora es como es, pero... ¡Visca Burriana!