Historias para no dormir
Ajeno totalmente a lo que podía ocurrir, Asor pretendía abrir aquella ventana para soltar un jilguero que había encontrado en la calle, totalmente desfallecido por el frío. Su madre le increpaba, pues el frío era muy intenso, y la casa, como la mayoría, carecía de calefacción. No obstante consiguió su propósito, y abriendo una de las dos hojas cristaleras, sacó el brazo derecho, con cuya mano sujetaba al jilguero, y lo soltó.
Asor estaba contento al comprobar que el jilguero reemprendió el vuelo sin problema alguno, pero preocupado al mismo tiempo temiendo que, pasadas unas horas, quedara nuevamente sin fuerzas, pudiendo morir en cualquier rincón, solo, sin su compañía.
Se acercaba la noche y las temperaturas iban bajando cada vez más. Algunas gentes habían salido al campo para comprobar el estado de los naranjos. Al día siguiente la Ciudad amaneció totalmente cubierta por la nieve.
Las gentes, de buena mañana, habían salido a la plaza para conocer los comentarios de aquellos que ya se había acercado a los campos para conocer los efectos del frío.
Se comentaba que deberían pasar algunos días para ver que reacción tenían los árboles, pues era demasiado pronto para conocer en que grado podían verse afectados por aquellas temperaturas tan bajas.
A los pocos días, estimando que los árboles se encontraban totalmente quemados por el frío, muchos propietarios iniciaron la tala de los mismos, quedando yermas la mayoría de las tierras, que fueron utilizadas para la siembra de verduras o cereal que, en la mayoría de los casos, eran utilizados para el consumo de las familias, tanto de los propietarios de las tierras, como de aquellos que se ocupaban de la siembra.
Aquella situación obligó a muchas gentes a emigrar a otras regiones para encontrar un trabajo que les permitiera mantener dignamente a sus familias. Hacía siete años escasos que se había salido de una de las situaciones más temidas por las gentes. La mal llamada guerra “civil”, que no fue más que una guerra entre hermanos. Por otra parte, todavía quedaban rescoldos de la segunda guerra mundial.
El padre de Asor, que entró en quintas a principios del año 1.936 sufrió los avatares de los tres años que duró la guerra, así como las consecuencias de un segundo periodo de dos años de servicio militar obligatorio, para “redimir” el pecado de haber “caído” en el bando “perdedor”. Eran tiempos difíciles para muchas gentes que se vieron obligadas a ir “al frente”, ya que, al regreso de aquel exilio, lo habían perdido todo, o casi todo.
Los que trabajaban en las labores de la tala de naranjos, subsistían comiendo al medio día un pedazo de pan con bacalao y, repuestas las fuerzas, seguían trabajando duro hasta que se ponía el sol.
Eran gentes curtidas por el trabajo y por el sufrimiento que supuso haberse visto privados de los mejores años de su vida…Aquella juventud que les pertenecía y que nunca pudieron disfrutar.
En aquellos tiempos se hablaba muy a menudo de los “maquis” y de las redadas llevadas a cabo por la Guardia Civil cuando, por cualquier parte de la Sierra de Espadán, localizaban a aquellas gentes que aun no se habían resignado a perder su identidad, y en los pueblos, las gentes, hacían comentarios sobre el particular, pero eso sí, con mucho cuidado, ya que podían ser escuchados por alguien que, por el simple hecho que no le pareciera bien aquella conversación, podía denunciarles, y con ello, verse privados de libertad por algún tiempo. Había otros más atrevidos que para nada les preocupaba el ser escuchados, pues entendían que nada malo estaban haciendo, como tampoco le preocupó a Asor en la noche del Viernes Santo, cuando tenía frente a él el Santo Sepulcro, y a requerimiento de su tía que lo llevaba en brazos, cantar aquello de… “A mi mare la mataron, la tiraron a un barranco, mala “puñalá” le den, al hijo del “boticario”. Tapándole la boca inmediatamente, y con un gran siseo de la gente, la tía de Asor salió corriendo con él en brazos y desapareció del lugar. A pesar de las “prisas”, Asor pudo comprobar como Jesús le guiñaba el ojo y le sonría, circunstancia que no advirtió nadie de los que allí habían acudido por puro compromiso.
Aquellos que se habían congregado allí para que les vieran y así poder “demostrar” que “cumplían”, nunca podrían comprender que Jesús, en la noche de su entierro, le guiñara el ojo a un chiquito de tres años que cantó, con toda la inocencia del mundo, la canción que le solicitó aquella mujer que lo arropaba en sus brazos, pues únicamente veían en aquella imagen de Jesús, a la muerte, y no al Salvador de la humanidad.
Años más tarde la gente empezó a emigrar. ¡Éxodo por la guerra y Éxodo después por falta de medios para subsistir!
¡Y dicen que ahora tenemos la mayor crisis de la Historia!
Lo que tenemos son demasiadas “alimañas” a nuestro alrededor que son mucho peores que los “maquis” de la posguerra, pues las “alimañas” actuales han crecido en la impunidad y ahora, cuando la enfermedad ya no se cura ni con estreptomicina, se reúnen los “salvadores”, para inyectar, ya no la estreptomicina, sino, miles y miles de millones de Dólares y Euros, para tapar los “agujeros” de quienes se los llevaron impunemente. Lo peor de todo es que, por desgracia, para estos temas de Euros y Dólares, nunca Jesús nos guiñará el ojo para salvarnos, y desde luego apañados vamos con el G-7, o como se llame. Siempre recordaré aquel juego de los barcos ¿Lo recuerdan Vds.? ¡G-7! ¡Tocado! Veremos si con otro disparo nos hunden del todo.
¡Hasta la próxima!
¡Hola, Michel! Simplement agrair-te el que em dius, i aclarir-te que sols he ficat lo just, que no es mes que una opinió meua, per tant el que no la comparteixca está en el seu dret. ¡Faltaría mes! En quant a la moderació, em pense que en este article soc totalment moderant, pues a esta situació ens han dut els que sense escrupuls els importa un "bledo" que altres es morguen de fam. ¡Un abraç!