Lo que nos cuesta entender al medico
Pocas son las ocasiones en las que he tenido necesidad de acudir a los servicios médicos del Centro de atención, o Ambulatorio, que tenemos en nuestra Ciudad, (A Dios gracias) pero me llamó la atención la respuesta que me dieron cuando, por la inflamación de un dedo, tuve que acudir al médico de urgencias.
Hacía solo un día que habíamos regresado mi esposa y yo de un viaje de ocho días a la Costa Amalfitana.
El último día de nuestro viaje (Jueves) comprobé que en el dedo medio de mi mano izquierda tenía como una picadura. Ni me dolía, ni estaba inflamado, por lo que no hice mucho caso de aquello que posteriormente me creó tantos problemas. Al día siguiente (viernes), después de hacer noche en Madrid, regresamos a Burriana. Habíamos quedado, mi esposa y yo, que a nuestro regreso del viaje cenaríamos con nuestro amigo Serafín y su esposa en un Restaurante de nuestra Ciudad. Después de dar buena cuenta de la cena y disfrutar de una velada agradable, tanto por el buen trato que nos dispensa siempre el propietario del Restaurante, como por la animada conversación que mantuvimos ambos matrimonios, Serafín, se dio cuenta que en el dedo medio de mi mano izquierda llevaba una tirita. Al preguntarme que me pasaba le dije que, o bien había sido una picadura, o bien me había pinchado con algún rosal. Me quitó la tirita y al ver aquello más rojo de lo normal, me dio una receta para que al día siguiente (domingo) la sacara de la farmacia de guardia y empezara a tomar aquel antibiótico, indicándome, al propio tiempo, que el martes por la tarde quería verme nuevamente el dedo. Como siempre, le hice caso a mi buen amigo, y el domingo por la mañana inicié el tratamiento, pero llegada la noche del lunes empezó a inflamarse el dedo y sobre las cuatro de la madrugada del martes, era imposible soportar el dolor que me producía aquel hinchazón, no obstante esperé hasta las nueve de la mañana y, junto con mi esposa, acudí al Ambulatorio de nuestra Ciudad, en donde, acercándome a la ventanilla correspondiente, solicité hora para que me viera el médico de urgencias. Fue entonces cuando empecé a desesperarme, por cuanto el Sr. que me atendió me dio un papelito y me dijo…”Tiene Vd. la visita para las trece horas en la puerta ”tal”. Como ya he dicho, eran las nueve de la mañana, por lo que, sin abandonar mi sitio, me pronuncié diciéndole que yo no podía soportar el dolor, mostrándole el dedo al propio tiempo. “¿Y eso que es? Me preguntó. ¡¡Y yo que cojones se!! Le contesté algo alterado. El hombre, aunque explicándome que las normas eran las normas y por tanto yo debía esperar hasta las trece horas para ser atendido “en urgencias”, cambió de idea finalmente, y dándome otro papelito me dijo…”Suba a la primera planta y espere en la puerta nº. “tal”. Cumpliendo el mandato de quien, para ocupar aquel sitio estaba más preparado que yo, subí a la primera planta y tras localizar la puerta nº “tal”, esperé. No tardó más de cinco minutos en abrirse y una voz potente preguntó… ¿Francisco Ventura? ¡Servidor! Contesté educadamente. Me hizo pasar al interior y al verme el dedo, que ya daba miedo, me hizo la misma pregunta… ¿Qué es eso? A lo que le contesté una “perogullada”, pues algo molesto le dije que, a primera vista, a mi me daba la sensación que se trataba de un dedo hinchado. Después le pregunté ¿Es Vd. el médico? ¡Sí, si! Me contestó. Miré a mi mujer con asombro, pero me callé. ¿Con qué se lo ha hecho? Me preguntó el Doctor. Yo no me he hecho nada, le contesté, esto me ha salido. Me llevó a otra dependencia, en donde, dirigiéndose a una chica joven le dijo que me curara el dedo, dándome al propio tiempo un puñado de sobrecitos de antibiótico, e indicándome que me tomara uno cada ocho horas. Nuevamente dirigiéndome a él le advertí que ya me estaba tomando antibióticos desde el domingo por la mañana”. ¡Bueno! ¡Bueno!! ¡Bueno! Durante mi estancia en aquel lugar ya me habían salido unos “bultitos” en el dorso de la mano izquierda, por lo que yo ya estaba “acojonado”. La chica joven se asustó al ver el dedo y nuevamente me preguntó… ¿Y esto qué es? Creo que es un dedo “muy jodido”, le contesté ¿Qué me vas a hacer? Le pregunté. Yo lo abriría un poco para sacar el pus que se advierte en su interior, me contestó. Cogió un bisturí y empezó a pasarlo por encima de la hinchazón. ¡Oye! Aprieta sino no vas a conseguir abrir el dedo. Apretó un poco más y consiguió hacer un “cortecito” insignificante por el que salió un poco de pus. Le comenté que hiciese un corte más grande para limpiarlo bien, pero no se atrevió. Me vendó el dedo, y me dijo… “Pida número para mañana en ventanilla y veremos cómo tiene esto”. Salí corriendo de allí, y tras llamar a mi buen amigo Serafín, me dirigí al servicio de urgencias del Hospital La Plana. ¿El resultado? Un corte en toda la zona del dedo infectada para limpiarlo adecuadamente; tres días ingresado en La Plana con el antibiótico por vía intravenosa, y un mes para que desaparecieran los bultos que ya me habían salido por todo el brazo, e incluso en el pectoral izquierdo. Nunca le di mayor importancia a la actuación del médico del Ambulatorio, porque entiendo que el hombre esperaba que yo le dijese cual era mi lesión, para una vez conocida por él, administrarme el tratamiento. “Les juro que, cuando ya pasó todo, me di cuenta que fui yo quien no entendió al médico del Ambulatorio de nuestra Ciudad y por ello, desde aquí, le pido mil perdones”. CONSEJO: Si les pasa lo que a mí, pidan la visita EL DIA ANTES DE CAER ENFERMOS, y, a ser posible, acudan ya con el diagnóstico de su dolencia. Puede que así reduzcan el periodo de curación.
Más dificil aún debe ser enetender al médico después de que este sea capaz de entender al paciente. Tal como está el nivel de expresión medio, debe ser un milagro que el médico entienda que le pasa al paciente. Luego ya vendrá la segunda dificultad: que el médico se de a entender al paciente.