Las farolas que vienen
El alumbrado público forma parte importante de eso que se llama “Perspectiva de género en el urbanismo”, porque una calle mal iluminada puede generar mucha inseguridad o sensación de peligrosidad.
Lo que está claro es que nuestros alumbrados públicos consumen mucha energía y producen, también, mucha contaminación lumínica. Esto último se puede mitigar con el propio diseño de las farolas y con cálculos adecuados en los proyectos de instalación. Pero lo cierto es que los ciudadanos solemos preferir tener calles y plazas bien iluminadas aunque nos perdamos la posibilidad de ver la maravilla del cielo estrellado.
Sin embargo, los tiempos que vienen exigen ahorro de energía, que esta sea de origen renovable y verde, y que el diseño de las farolas cumpla con ese difícil equilibrio entre seguridad en las calles y mitigación de la contaminación lumínica. Y ese será el primer reto.
El segundo reto será la digitalización del tráfico. Los vehículos públicos y privados de conducción autónoma van a necesitar de mucha información para que no se produzcan accidentes, ya que un vehículo de estas características necesita de esta para no estar chocando con otros coches o tropezando con cualquier obstáculo que puedan encontrarse (peatón o cosa). Por eso las farolas y los semáforos se van a convertir en uno de los elementos más importantes de la movilidad del próximo futuro.
Serán autónomas en cuanto al suministro de energía para alumbrado público. Serán de tecnología LED. Tendrán internet en su interior con red wifi pública y podrán convertirse en puntos de recarga para vehículos eléctricos. Seguro que ya hay alguien pensando en esto.