Agua solidaria
Hace unos años, cuando se estaban criticando (tal como sólo la derecha sabe hacerlo) las desaladoras que construyó el gobierno de Rodríguez Zapatero en Oropesa, Moncofa, Sagunt, Mutxamel y Torrevieja, yo decía en esta misma columna que era la única opción que nos daba autonomía hídrica frente al egoísmo de algunos de nuestros vecinos Cataluña, Aragón y Castilla-La Mancha.
Frente a una difícil, casi imposible, política de trasvases entre ríos y entre cuencas que nos lleva al conflicto político del agua en una España cada vez más reseca sólo nos cabe echar mano de las desaladoras gestionadas por la sociedad estatal Acuamed y pagadas por todos los españoles. Estas producen casi 50 hectómetros cúbicos de agua para abastecimiento y pueden generar hasta casi 130 hm3, lo que supone algo más de un tercio de sus posibilidades.
Equivocadamente, el Estado pretende que estas infraestructuras ya construidas se las paguen los territorios. Es decir, que los pueblos o consorcios que van a aprovecharlas le devuelvan el coste de su construcción. Y ahí viene el dilema y el gravísimo error: si las pago son mías y toda el agua es para mí. Que nadie me pida ni un litro de agua desalada, porque si no hay solidaridad en trasvases de agua dulce, tampoco yo seré solidario… Y otra vez a la guerra.
Ya se que el agua desalada es más cara que la dulce. ¡Obvio! Pero creo que el Estado debe seguir gestionando las desaladoras con cargo a todos los españoles para que estén preparadas precisamente para cuando se den estas situaciones de sequía en otros puntos de España. Como Barcelona o vayas tu a saber dónde.
Pero, además, esta es la mejor arma contra los independentistas del agua. Sean catalanes, aragoneses o manchegos. Los valencianos si que sabemos ser solidarios con el agua. Hasta cuando no tenemos.