El rostro negro del verano
Un balance negativo podemos sacar de este verano, que ya toca a su fin; los incendios han hecho estragos en gran parte de la masa forestal española; este estío ha sido especialmente duro por causas varias.
Una de ellas, es el carácter de la intencionalidad de dichos siniestros forestales, la manera de cómo se inician; se nota que no es causa de una colilla, ni de una botella en medio del bosque; es su forma de hacer daño.
Muchos han sido provocados, en puntos estratégicos, como si alguien, mandado por “algunos”, quisiera sacar provecho de uno terrenos estériles; ignorando las normas de urbanismo, generando un gasto enorme ahora que nuestro país necesita un ahorro general.
Las llamas han llegado hasta las mismas urbanizaciones, teniendo que desalojar a sus moradores, niños y ancianos, y evacuarlos a otros lugares: polideportivos, hoteles…
Se ve nítidamente la intencionalidad criminal de los pirómanos, su vandalismo desproporcionado y salvaje, cuya única finalidad es hacer daño.
El Ejecutivo podrá llamar a los desempleados para realizar tareas de reconstrucción, medida que a algunos nos parece un retroceso en el tiempo; pero desde otro punto de vista es bueno que los parados se sientan útiles.
Las penas que prevé el Código Penal no son lo suficientemente duras, comparándolo con el daño que se produce; el Código Penal lo prevé en el artículo 266 (modificado por la Ley 7/2000 de 22 de diciembre); la pena máxima es de tres años.
Este periodo se acorta por cualquier causa, claro está que el sistema de penas es excesivamente blando en este y en cualquier otro delito; se rumorea un endurecimiento de las mismas y que es una iniciativa del gobierno, pero es solo un vago rumor.