El fracaso colectivo de Barcelona
Esta semana se ha anunciado la triste noticia, y aunque no es para echarse a llorar, pues en la vida a veces se gana y a veces se pierde, sí que es para preocuparse. Los países de la Unión Europea han rechazado la candidatura de Barcelona para que la ciudad sea sede de la Agencia Europea del Medicamento. La inestabilidad política y la fuga de empresas, a buen seguro, han tenido mucho que ver.
El fracaso no es de Barcelona o de Cataluña, y no tardarán en salir a las redes y a las barras de los bares los cenizos de siempre a alegrarse. Es un fracaso colectivo, porque si a Barcelona le va mal, a España le va mal. Esa es la realidad y ese ha de ser el mensaje que nuestras autoridades deben lanzar al conjunto de la ciudadanía. Somos parte indisociable, y más en un mundo tan globalizado con una economía tan interdependiente. ¿Han escuchado eso de que si Estados Unidos estornuda, Europa se constipa? Pues con Cataluña tres cuartos de lo mismo.
A la segunda ciudad de España le tiene que ir bien para que al conjunto de españoles nos vaya bien. Los puentes, ahora derruidos y abatidos por la irresponsabilidad de unos pocos y de su sueño de verano deben volver a ser reconstruidos en beneficio de la mayoría. Todos debemos poner de nuestra parte, sin mirarnos por encima del hombro, en igualdad.
Las comunidades, sus fronteras, sus leyes, no son nada si no juegan en un mercado común llamado España, que a su vez juega en la Champions de los países, llamada Unión Europea. Ahora, ante la inminente llegada del 21D, todos aquellos que se han salido del orden constitucional y que han llevado a la región vecina al borde del colapso, deben reflexionar y tener altura de miras. Por ellos, por nosotros.