Sin Ley no hay democracia
Ya hemos dejado atrás el verano, uno de los más calurosos que se recuerdan, especialmente en su primera parte. Ya saben ustedes, lo del cambio climático no va a broma. En la retina quedan los tristes sucesos de Barcelona, en los que fallecieron 15 personas y un buen número resultaron heridas en los atentados que, cobardemente, llevaron a cabo un grupo de jóvenes yihadistas terroristas. Tras un breve, muy breve, periodo de unidad de la mayoría de los partidos políticos (exceptuando a los antisistema de la CUP), llega de nuevo el curso político, y no trae consigo descanso.
El próximo día 1 de octubre el maremágnum independentista debería, si es fiel a su palabra, celebrar un referéndum de autodeterminación de Cataluña que, según a quien se pregunte, culminará en su opinión con la independencia de aquel territorio. El procés, que ahora se apellida de desconexión, no es más que un paso más en el discurso único y tema omnipotente y omnipresente que lleva instalado varios años en la sociedad catalana, a pesar de acumular, como otras regiones, problemas mucho más importantes para la vida de sus ciudadanos.
Ante todo este lío monumental en el que nos hemos visto envueltos todos los españoles, conviene recordar que sin ley no hay democracia posible, y que la ley es la garantía de que podamos disfrutar de derechos y libertades, la pasta que mantiene a las personas en sus libertades, derechos y también límites. La ley es lo que permite que no haya anarquía. La ley es mutable, sí, pero siempre dentro de sus cauces.
Vienen curvas, y no se dejen distraer por aquellos que pretenden tapar sus vergüenzas, y también sus corruptelas con la bandera catalana. La ley se debe aplicar a todos, también para los políticos, y también para los políticos catalanes.