El desolador presente
En esta vida he pasado por momentos, como todo hijo de Dios, en que se me ha pedido limosna, han intentado venderme en plena calle todo tipo de objetos, bebidas, entradas para espectáculos y décimos de loterías de reventa. En Santiago de Compostela, vi a un magnífico instrumentista tocar celestialmente el saxo alto, lo cual me emocionó, y ayudé con mi pequeño aporte a llenar de monedas su pequeña bandeja petitoria; es decir, he visto todo tipo de maneras y artimañas, cuyo resultado final es el cobro de unos pocos euros, necesarios y vitales para la subsistencia del interesado. Pero de esto, de lo dicho, a que un ser humano rebusque entre la basura, en mi opinión media un abismo.
En un Estado, que lleva más de tres años sufriendo una severa crisis, en imparable caída libre, y sin tomar las medidas adecuadas ni castigar a los culpables, miles de familias están bajo mínimos, arruinadas, sufriendo desde su inocencia lo que ellas no han provocado. Cáritas se encuentra desbordada, los demás organismos afines, ni te cuento como lo están pasando, deberán recurrir a las matemáticas y hacer malabarismos, para distribuir convenientemente las pocas existencias de víveres que les van quedando.
Bochornoso es lo que está ocurriendo en un país que dicen próspero, occidental, democrático, libre y cristiano, capaz de ganar el Roland Garros, la Copa Europea de Futbol o subirse al podio de la F1. Pues vaya país, todo al revés.
Récords de audiencia para los descritos eventos, que en si son importantes, pero que tristeza para los desamparados. Las TV hablan (pero escuetamente, solo de pasada), de los sin casa, parados, mendigos y enfermos. Más de uno, tendrá su televisor arrinconado en algún almacén, junto al resto de sus muebles, como consecuencia del desahucio sufrido.
Pero lo más terrible parece que aún está por venir. Nos hablan de más recortes y ajustes. Que nos tendremos que apretar más el cinturón, cuando este ya ni existe, desapareció su uso porque no queda pantalón que aguantar. Empresarios, trabajadores autónomos, por cuenta ajena, y resto de mortales que ya no saben por donde tirar. Eso sí, hemos aprendido mucho, ya sabemos lo que es la “prima de riesgo”.
También conocemos un poco más, sobre esas personas de rimbombantes apellidos, que ocupando altos cargos políticos, en su día fueron nombrados con alarde y resonancia publicitaria en todos los medios, para presidir y gestionar bancos, cajas y otras instituciones públicas. No importaba si carecían de la adecuada preparación técnica, lo que se valoraba era su peso político dentro de su correspondiente partido.
¿Y ahora qué? ¿Quién paga los platos rotos?.
Probablemente, con el aval del Estado, los bancos van a ser rescatados. Quienes han traído estos lodos, siguen llevando traje y corbata, tienen coche, despacho y secretaria. El resto de los mortales, siendo lo más importante que pisa el planeta tierra, no serán rescatados, porque como último recurso siempre les quedará el contenedor de la basura.
