La visita del Papa

Soy creyente pero como practicante, podría ser mucho mejor de lo que soy.

Es decir que van a leer Vds. la opinión en la distancia de alguien que cree, pero a la vez respeta y entiende tanto a los agnósticos como a los ateos, pues no pocas veces he tenido que recurrir a la fe, para entender cosas racionalmente difíciles de digerir.

Desde esa óptica, considero que la visita del Papa, ha sido un acontecimiento excepcional, que ha tenido un poder de convocatoria incuestionable al mover a más de millón y medio de jóvenes y menos jóvenes, alrededor del aura del Santo Padre.

He seguido todos los acontecimientos a través de Prensa, Radio y Televisión, y sigo pensando que somos un país muy “sui generis”.

Con tantos días como tiene un año, en Madrid se autorizó una “Manifestación Laica”, (la traducción exacta sería contra el Papa) precisamente en el curso de la misma semana en la que se le iba a recibir.

Es cierto que era el miércoles y no había actos programados oficialmente, ni estaba Su Santidad en suelo español, pero no es menos cierto, que se sabía que en esa víspera Madrid iba a estar saturado de peregrinos o visitantes acompañantes del Papa, que se iban a concentrar en el centro histórico de la capital del Estado.

Y fruto de esa incapacidad de prever las situaciones, ocurrió lo que tenía que ocurrir.

Los manifestantes, haciendo uso de su derecho oficialmente concedido, albergaron en su seno a toda una fauna heterogénea de “personas, personajes, personajillos y bestias de tiro”, en la que cada uno se comportó como lo que era.

Bastaba ver los gestos de travestidos empuñando la bandera arco iris de los homosexuales, hostigando a un grupo de chiquillas arrodilladas rezando en la Puerta del Sol, para darse cuenta de la imagen que España estaba vendiendo en el mundo.

O de manifestantes bajándose los pantalones de espaldas a una muchacha acorralada a la puerta del BBK, gritándole las mayores obscenidades contra la Virgen y el Papa, para comprender que estamos en un país embrutecido y desorientado, en el que acampan a sus anchas los “despojos humanos”, mientras que la gente normal y sensata tiene que sufrir esas burradas, y callar para no ser tachada de “facha”.

Lo siento pero no me callo.

Escuché en Onda Cero el testimonio de un señor que se identificaba y definía como ateo, explicando como al observar este último incidente, alertó a una mujer policía que era la única que encontró en toda la Plaza de Sol para que interviniese, y ella le dijo que “iba a informar a sus superiores”, y él se posicionó junta a la joven, apoyando en su hombro un brazo, para que se sintiera protegida de aquella jauría humana.
Trataban de provocar, para que se produjera una reacción violenta de los jóvenes católicos, pero solo recibieron oraciones y posturas de rodillas.

A los veinticinco minutos se personaron varios grupos de antidisturbios, que solucionaron la situación, recomendando a los jóvenes católicos salir de Sol, para evitar conflictos.

Era una medida legal, ya que los que tenían autorizada la manifestación, eran los antipapistas, pero sin embargo también eran ellos los provocadores, los que insultaban y adoptaban posturas indecentes ante los fácilmente identificables jóvenes católicos.

En fin que se hubieran podido evitar esas situaciones aplazando la concentración o manifestación a la semana siguiente o anterior a la llegada del Papa, pero por lo visto eso no creaba crispación, ni convenía a los intereses de quien todo lo supedita s conseguir los votos de aquellos a quienes ha conseguido “indignar” por mil razones evitables, y ahora quiere “capitalizar”, encendiendo mas “indignación” absurda.

¿Pueden llegar a imaginar, que en el Día del Orgullo Gay, las juventudes católicas programaran un “Rosario del Aurora” por Chueca, para pedirle a Dios por las almas de todos esos “descarriados”?

No me cabe la menor duda que sería poco menos que imposible, conseguir la autorización para ese Rosario de la Aurora, sin embargo fue muy fácil dársela a los anticlericales y antipapistas, para hacerlo durante la semana de la visita del Papa.

Y claro como consecuencia de todo ello, hemos vendido al mundo la imagen de la España de los contrastes, donde unos van a Misa y otro quisieran quemar Iglesias y hacer desaparecer cualquier manifestación católica o acto de fe cristiana.

¿Les recuerda algo lo que les digo?

A los jóvenes sin duda no les dirá nada, pero a todos los que superamos los sesenta años, y oímos de boca de nuestros padres o abuelos los acontecimientos de 1936, nos suena muy mal, pues al menos yo no puedo menos que establecer elementos de comparación y pensar que vamos por muy mal camino.

¿Por qué no puede uno practicar su fe en la medida en la que quiera, y otros ser ateos o agnósticos, sin tener por ello que atacar a los creyentes?

Los auténticos ateos y agnósticos de bien, me consta que así lo hacen.

Los que no son capaces de esa actitud civilizada, son esa gentuza vil y descerebrada (por muy encumbrados que estén en su vida pública política o social) que cogen la calculadora en cada momento y ante cada acontecimiento, para sumar y restar votos, y ver que es lo que mas les conviene.

Son precisamente esos que no creen en nada, ni siquiera creen en lo que ellos dicen y tratan de hacer creer a los demás.