Nación descompuesta

Y lo triste es que la descomponen los que tratan de irse de ella, los que quieren robar más de lo que se les permite mientras permanezcan en ella, y los acomplejados dirigentes actuales y anteriores, que no tienen el valor y la determinación de respetar y hacer respetar los preceptos constitucionales que conocen perfectamente, pero que prefieren bordear de una forma innoble y mezquina, en vez de afrontarlos con determinación y solucionarlos de una vez por todas.

Y para muestra de lo que les digo, esta semana voy a presentarles dos ejemplos necesarios y suficientes.

Hace unos meses, ante la incesante y absurda campaña de los políticos catalanes independentistas y ladrones disfrazados de independentistas para poder seguir robando,

exigiendo y amenazando con llevar a cabo su proyecto con o sin el permiso del Estado, un general tuvo la “osadía” de recordarles a todos esos papanatas, que llegado el momento, el Ejército español, garante de la unidad nacional, no tendría mas remedio que imponer el orden constitucional en suelo catalán, si ellos llegaban a situaciones extremas como llegaron en los años treinta.

Como si lo expresado por este general, no estuviera dentro de la más estricta normalidad, los perros de presa del independentismo, buscaron su yugular para morderla y aniquilarla, y finalmente consiguieron que se le abriera un expediente disciplinario.

Es sabido que los militares no pueden hacer comentarios sobre política, pero este señor no los hacía, limitándose a recordarle a quien correspondiera cuales eran las responsabilidades del Ejercito en caso extremo, por lo que a mi personalmente me pareció inaceptable que se le abriera un expediente, simplemente por decir lo que debió de repetir una y mil veces el Gobierno, desde hace ya muchos años.

Ahora pocos meses después, se publica el resultado del expediente disciplinario que no encuentra ni un solo motivo, para poder llamarle la atención al militar que se atrevió a recordarles las obligaciones del Ejército a los patanes, y a sus tibios protectores.

El segundo tema ha sido la vergonzosa actitud en el Congreso de tres padres de la patria disfrazados de payasos, pretendiendo ser mártires de su lengua, ya que no se pueden hacer notar por ninguna otra aportación en su servicio a su patria grande….ni a su patria chica, por mucho que ellos quieran invertir el orden.

Ellos saben muy bien que no pueden dirigirse a todos sus compañeros desde el estrado en catalán, ya que apenas unas tres docenas de sus señorías podrían entenderles, poniendo muy buena voluntad, y además las normas de la Cámara se lo impiden.

Como a los malos toreros, el Presidente les hizo las dos advertencias de rigor y a la tercera, les devolvió a los toriles como toros mansos, e inservibles para la labor para la que estaban destinados.

Uno tras otro y seguidos por su querida compañera, tuvieron que ser amonestado y descalificados, como no podía ser de otro modo.

¿En que país estamos?

Pretenden cercenar el derecho a expresar sus responsabilidades constitucionales a un militar de la más alta dignidad militar, como es el generalato, y estos tres pobres diablos, se permiten ridiculizarse a si mismos en una de las mayores instituciones del Estado.

Ellos mismos y sus cómplices y aliados en el Gobierno de Cataluña, se permiten ignorar e incumplir las sentencias del Tribunal Supremo relativas al uso y enseñanza de la lengua oficial del Estado, dentro de la mayor impunidad, y sin que nadie mueva un dedo para obligarles a cumplir las sentencias amparadas por un derecho constitucional.

Siempre pensaba que ese estado de cosas, cambiaría el día que entrase a gobernar el Partido Popular.

Hoy, año y medio después de haberse producido ese hecho, tengo que reconocer que el Gobierno popular, es tan tibio en sus planteamientos y tan cobarde en hacer cumplir la Constitución como lo fue el incalificable Gobierno socialista que le precedió.

Y unos y otros serán culpables y responsables, de la deriva que vaya tomando la cuestión de los independentismos y la falta de respeto por la Constitución de la que tanto hablan unos y otros, pero nadie respeta, ni obliga a que se respete.