El fútbol valenciano y el “mal de alturas”
No tengo por costumbre escribir de fútbol en esta columna, pero acabo de venir de ver el partido del Villarreal contra el Betis y anoche también presencié el de Valencia en Pamplona, y tengo que confesar que estoy sorprendidísimo.
Lo del Levante, que pierde hasta en los entrenamientos, es bastante normal y hasta si se quiere la conducta del Castellón en segunda división, como las del Hércules de Alicante y del Elche, se mueven en unos parámetros lógicos y dentro de las expectativas, pero tanto el Valencia C.F como el Villarreal C.F, empezaron la temporada de una manera espectacular y nos habían hecho concebir todas las esperanzas, ya que desde el principio se encaramaron en la parte alta de la tabla en nuestra liga y han estando tuteando al Real Madrid y al F.C. Barcelona en los meses de septiembre, octubre y hasta mediados de noviembre, llegando a acariciar el Villareal el liderato durante unos minutos en la jornada 13, hasta que el Almería le empató el partido.
En la misma jornada, el Valencia, para no ser menos, se hundió en Santander, y a partir de ahí los dos equipos empezaron a sufrir del “mal de altura”. El Valencia, acosado por su fracaso en la Champions, destituye a su entrenador y emprende una travesía del desierto… de los éxitos, para acabar pasando de la pobreza deportiva a la más absoluta de las miserias.
El Villarreal, después de ganar consecutivamente al Levante, al At.de Madrid en su feudo, y al otrora poderoso Sevilla de nuevo, esperaba lleno de felicidad al Almería, que hundido en el fondo de la tabla clasificatoria, no debió de ser un enemigo a considerar… pero el "mal de alturas" antes mencionado nos produjo vértigo, y a partir de ahí, sin nada que pueda explicar lógicamente las circunstancias, encadena dos derrotas consecutivas contra dos serios aspirantes al descenso, como son el Valladolid y el Betis.
En Valladolid, jugando muy mal, y en el Madrigal contra el Betis, jugando regularmente bien, pero con muy poca fortuna.
Los aficionados del Villarrreal, hace tres jornadas, cuando ya habíamos jugado contra todos los “gallitos” de la Liga y nos veíamos tocando el liderato, concebimos todas las esperanzas de poder luchar por el título, ya que venían una serie de partidos fáciles en teoría que nos encumbrarían.
Craso error, como el del Valencia, que a fecha de hoy ya está fuera de los puestos europeos, no así el Villarreal, que pese a los tres tropiezos consecutivos, se mantiene aún entre los que saborean las mieles europeas.
Como sólo se suele escribir de los equipos cuando ganan y en los momentos de gloria, quiero rendirles a los dos equipos este pequeño homenaje de apoyo, ya que estoy convencido de que van a salir de él.
El Valencia, en base a trabajar mucho más y ser muy solidario en el terreno de juego, en su juego como equipo, que es lo que más le ha fallado. Algunos jugadores fichados como vedettes no valen ni el dinero que costaron de bautizar como futbolistas de élite, y encima son más vagos que la sábana de debajo de las camas… que no se mueve a no ser que la quiten.
Al Villarreal no se le puede imputar el mismo defecto. Los jugadores dan todo lo que llevan dentro, se vacían en el campo y su trauma es que su esquema de juego está basado en un fútbol muy dinámico y con espacios, y por eso cuando juegan con equipos de la parte alta tienen espacios, practican muy buen juego y suelen ganar.
Pero cuando nos visitan equipos de los que yo llamo de “supervivencia”, o incluso vamos a sus campos, suelen encerrarse atrás y no nos dan espacios para jugar, y eso lleva al equipo al sufrimiento táctico, y a veces… a la desesperación.
En cualquier caso, nuestro vecinos de la ciudad azulejera lo tienen mucho más fácil que el Valencia, ya que tienen al mejor entrenador de Europa en mi opinión, conoce perfectamente a su plantilla y sus capacidades, y estoy convencido que esto es sólo una crisis pasajera de resultados de la que se saldrá como mucho a primeros de año.
El Via Crucis del Valencia lo veo más largo.
O se busca un buen psicólogo o tardaremos mucho en volver a sufrir el “mal de alturas”… porque tardaremos mucho tiempo en volver a ellas.