Diplomacia y comercio internacional

Durante algunos años de mi juventud, tuve frecuentes relaciones con el mundo de la diplomacia española, ya que participé en más de veinte Misiones Comerciales a lo largo y ancho del mundo, en los cinco continentes, intentando internacionalizar nuestros mercados de productos industriales españoles.

En aquella época siempre tratábamos con los Agregados Comerciales de las Embajadas de cada país que visitábamos, y eran ellos quienes nos preparaban los programas de trabajo día a día, conectándonos con los potenciales clientes que habían mostrado interés en nuestros productos cuando se les informaba de nuestra visita.

Sólo puedo tener palabras de agradecimiento con todos ellos.

Pero las casualidades de la vida cruzaron mi camino, con el de Jorge Fuentes Monsonís-Villalonga, uno de los pocos diplomáticos con raíces en Burriana, junto a D. Juan Lugo ya fallecido y a Emilio Pin Godos cuya incipiente carrera ya le ha llevado a interesantes destinos como Tanzania, Namibia y Roma, para devolverle a Madrid recientemente.

Me consta que uno de los hijos de D. Juan Lugo ejerce actualmente en la Embajada de Uruguay, y seguramente habrá alguien más de Burriana en el Cuerpo Diplomático pero lamentablemente no les conozco ni tengo referencias de ellos.

Viene al caso toda esta introducción, porque el pasado siete de Febrero, Jorge Fuentes tuvo a bien invitarme a la presentación de su último libro, NOTAS VERBALES en el Ayuntamiento de Burriana, y me encantó acompañarle y disfrutar de la exposición que nos hizo de su vida profesional.

Siguiendo su consejo, estoy leyendo su libro “en pequeñas dosis” y analizando sólo uno de los capítulos en cada sentada, pero puedo asegurarles que me ha descubierto un mundo fascinante, alejado de cualquier otra actividad profesional habitual.

Incluso su terminología diplomática tiene muy poco que ver con la que usamos para manejarnos en otras profesiones.

Los conceptos de secretarios, consejeros y ministros, se ven revestidos en su mundo de unos contenidos especiales, y llegar a merecer el rango de Embajador de España, al final de sus carreras, es un privilegió reservado a muy pocos entre ellos, ya que apenas una treintena en la actualidad han llegado a ese estatus profesional.

Pero mi fascinación viene determinada por la singularidad y paralelismos que he encontrado entre la vida profesional de Jorge Fuentes y la mía propia, considerando exclusivamente nuestras actividades profesionales.

El se ha dedicado a promocionar y mejorar la imagen del Estado Español en todo el mundo, como el primero de los españoles en cada uno de los países o misiones en las que ejerció como Embajador de España.

Yo en un plano muy diferente y mucho más modesto, y durante los mismos años, me he dedicado a introducir, comercializar o vender los productos industriales españoles a lo largo de los cinco continentes.

Él era el primero de los españoles en todos ellos, y yo solo uno más de los muchos que tratábamos de abrirnos al mundo e internacionalizarnos, pero los dos perseguíamos un mismo objetivo:

MEJORAR LA IMAGEN Y EL NIVEL ECONOMICO DE ESPAÑA

Y ahora mirando atrás, tanto el Cuerpo Diplomático como el entramado industrial español, podemos sentirnos relativamente satisfechos de la labor que realizamos, aunque en los últimos diez años, desde el punto de vista industrial, se haya vivido un proceso regresivo importante, al no estar la política al nivel anterior.

Quiero desde esta columna agradecerle a la Diplomacia española, su inestimable ayuda en aquellos momentos que tanto les necesitamos.

Ellos eran nuestra avanzadilla, y nunca olvidaré en que modo los Agregados Comerciales en Manila, Tokio, Melbourne, Johannesburgo, Caracas, Bogota, Santiago de Chile, Buenos Aires, Montevideo, La Paz, Lima, Jakarta, Kuala Lumpur, Singapur, Bangkok y otros destinos distantes de Europa, a los que raramente tenían acceso las empresas españolas por sus propios medios, nos facilitaban nuestra labor preparando un programa de visitas a los componentes de ARVET o SELCI que solíamos agruparnos en esas Misiones Comerciales.

Era frecuente que los Embajadores prepararan recepciones en la misma Embajada o a veces en sus residencias personales, en las que nos invitaban a nosotros e incluso en bastantes casos a las firmas con las que habíamos contactado, a fin de crear un hilo de interconexión de cara al futuro.

Esa era la única faceta que yo conocía de la Diplomacia Española, y a la que por supuesto quiero honrar y agradecer desde estas líneas su ejemplar conducta.

Cada uno puso su grano de arena en la composición de la moderna España, que entre todos levantamos en el último cuarto del siglo XX y principios del XXI.

Mi duda ahora, es la de saber si quienes nos han sucedido tienen o van a tener la suficiente inteligencia y voluntad para mejorarla.

Disponen de medios, y preparación, así que va a ser todo cuestión de determinación y sentido común.