Descubriendo a un personaje singular: el Sr. Pepe Forcada (el “Blasco Ibáñez” de Burriana)
Hace unas semanas, y dentro de una conversación intrascendentes con mis amigos, Manolo Granell Galarreta, sacó a relucir el nombre del Sr. Pepe Forcada, a quien ni había tenido el gusto de conocer en mi vida, ni había oído hablar de él nunca, y ante este comentario, Manolo me replicó, que yo me lo había perdido.
Que era alguien dotado de unas cualidades innatas muy singulares, y que me encantaría leer, alguna de sus publicaciones, por lo entrañable de las mismas.
Por una de esas casualidades de la vida, resulta que una hija suya, es compañera en los cursos de la UNED Senior, y al comentárselo, tuvo el detalle de regalarme uno de los libros, cuyo titulo es “Sabor a la Tierra”, y narra con una sencillez y una naturalidad abrumadora sus vivencias en el frente del Jarama , durante la Guerra Civil y su regreso a casa.
Posteriormente, y cuando comentaba con los amigos de mi entorno, como me había impactado, la lectura del relato mencionado, Paco Ventura me informó de que tenia otro relato similar de su infancia y primera juventud, que era delicioso, y su titulo era “Sico, narraciones de mi tierra”.
Naturalmente me interesé y pude encontrar en la Biblioteca Municipal el último ejemplar que les quedaba, y me lo “bebí”, como había hecho con el anterior, en un abrir y cerrar de ojos.
Son dos obras de arte, que trasmiten unos sentimientos cada día menos frecuentes, y un cariño y apego singular a la tierra de uno, que emocionan al lector.
Al menos a mi, me han encantado, y precisamente por eso quiero agradecerle desde esta columna al Sr. Forcada, lo feliz que me ha hecho, y como ha resucitado en mi, al niño que fui, al joven que sigo siendo de corazón, y al hombre maduro, que valora lo que he leído en su libro, por no estar de moda en la sociedad que nos rodea, y sin embargo ser valores imperecederos, que algún día, volverán a adquirir su verdadera dimensión.
Empezando cronológicamente, diré que “Sico”, es un relato costumbrista que sitúa en las décadas de los 20 y 30 del pasado siglo, a un niño de una familia humilde, pero muy bien estructurada, donde el cariño, el respeto y el amor por la naturaleza que les rodea, son el mejor alimento para un corazón que se abre a la vida, y disfruta uno a uno todos los pequeños placeres que le ofrece el día a día.
Es un canto a la “amistad” juvenil, al esfuerzo diario por sobrevivir, al culto al trabajo, y a ser útil a su familia, al amor a la tierra que le rodea, al costumbrismo valenciano en toda su extensión, tanto en la zona costera de nuestras playas, como en el ambiente de una zona lindante con Valencia, a la que se desplazan sus padres durante la campaña de la naranja.
Describe con un acierto magistral a personajes de su tiempo, populares por su locuacidad, por su capacidad intelectual pese al entorno poco propicio en el que viven, y por mil otras razones que poco a poco va desgranando y te hacen meterte dentro de cada historia, y vivirla como propia.
Es tan profundamente descriptivo, tanto de los paisajes que pinta, como de las personas que analiza, que no le cuesta el menor esfuerzo al lector, entrar en su entorno, ni en sus almas, que se abren como libros, para permitirte analizarlas.
No tiene nada que envidiarles el Sr. Forcada, ni a Pérez Galdós, ni a Clarín ni al mismísimo Blasco Ibáñez, como narrador “costumbrista”, de le época que vivió, y como a la mayoría de los jóvenes, le apasionaban los deportes y muy especialmente el ciclismo (por lo que representa de trabajo en equipo y de grandeza de espíritu) y el boxeo ( por lo que estimula el instinto de conservación y la estrategia, de cara a “nadar…y guardar la ropa”, en su propia vida).
Sus conversaciones y vivencias con su amigo Pepe, son un delicioso canto a la amistad, y su reacción ante la desaparición del amigo, es el primer trauma desesperante, que de una forma u otra todos hemos tenido que sufrir, antes o después.
Pero los valores sociales más encomiables, son los que se enmarcan dentro de “Sabor a la Tierra”, que es un canto a la solidaridad, al compañerismo, y humanismo total, en una época en la que los odios, las envidias y los sentimientos negativos y las traiciones, anidaban en el corazón de la mitad de los españoles, hacia la otra mitad.
Sólo las personas inteligentes y sensatas, aquellos que analizaban desde la objetividad y la distancia necesaria el drama que les tocaba vivir, adoptaban la actitud que tenía como norma el protagonista del relato.
Para él, no había “buenos ni malos”, sino seres humanos, a los que la vida les situaba en una posición no buscada, y que debían de afrontarla con la mayor consideración y sentido común posible.
No escapaba a ninguna de sus responsabilidades, pero si sabia poner paz y harmonía, donde avizoraba el menor síntoma de tensión.
Era serio y responsable, pero trataba de trasmitir solidaridad, amor al prójimo y espíritu de colaboración y amistad en todo lo que emprendía.
Una paella, o un asado de carne eran razones suficientes para aunar voluntades, y enseñar a hacer un “all y oli”, era una forma de hermanar la cultura valenciana, con la recia personalidad castellana.
El simple hecho de relacionar el nacimiento de un hijo, con plantar simultáneamente una higuera, que fuera el referente vegetal alimenticio de los desayunos juveniles del chaval, era un síntoma evidente de su amor por la tierra, y muy especialmente por la suya.
Esa “lucha propia” por acabar con los odios políticos, deberían ser hoy lecturas obligadas para quienes nos gobiernan, empeñados en resucitar todos los muertos, que el Sr. Forcada, se empeñaba en olvidar, y dejar descansar en paz, fuesen del color que fuesen.
Alimentaba la paz y la concordia, con un énfasis admirable.
El mismo, que pone nuestra clase política actual en resucitar los odios y rencores, para llegar o mantenerse en el poder.
Muy probablemente esta paradoja, sea lo que me haya sensibilizado muy especialmente al leer a este señor, que sin haber hablado nunca con él, ni haberle conocido personalmente, me hace sentir un respeto y una admiración especial.
Si sus valores, fueran de uso corriente en la actualidad, probablemente me hubieran pasado desapercibidos, pero al ser algo tan olvidado, y tan poco practicado actualmente, se acentúa mi admiración por él, y mi desprecio, por quienes defienden otras cosas que carecen del menor valor.
Y lo que me confirma en mi apreciación, es que quienes le trataron y le conocieron entre mis amigos, no escatiman ni un solo adjetivo admirativo hacia lo que fue y representó en su tiempo, hasta que falleció en 1998, a los casi 80 años.
Sepa Sr. Forcada, que entre otros muchos, ha dejado Vd. aquí en Burriana a cuatro personas que le recuerdan con una especial consideración:
Juan Blasco…..el “ebaniste, que va ser bon amic de vosté.”
Manolo Granell Gallarreta …”el fisio, que l´admiraba”
Paco Ventura.......el “poeta que el valoraba molt”, y
Miguel Bataller .....un “riberero de naiximent y burrinero d ´adopsió, que no va tindre el gust de coneixerlo, pero que mai l´olvidará.”
Y por supuesto su familia, ya que me hablan y no acaban del placer que fue para ellos, tener un padre y un suegro como Vd.
Gracias Pilar. Ya tengo el libro en mi poder. saludos