El Salvador de l’Alcora
Hoy los caminos nos llevan a un paraje tan inhóspito como estremecedor, a la ermita roquera y montaraz del Salvador. En la solemne festividad de la Transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo del seis de agosto, en este pueblo deshabitado y malquerido en estío y otras estaciones, mal que le pese a alguno; todavía se conmemora el calendario católico con una misa campera en la plazoleta de la ermita y con una merienda posterior de fraternal familiaridad. Porque lejos del boato y masificación de otras celebraciones más recientes, ésta, tan antigua como ninguna, está revestida del ropaje de la sencillez y humildad, como corresponde a este entorno austero y aguerrido, donde la piedra seca enseñorea el paisaje y los vientos, fustigan inmisericordes los adustos muros como hitos señeros de nuestra historia.
Esta ermita del siglo XIII, de estilo románico tardío, está catalogada como santuario fortificado, muy al uso en esta comarca de Alcalatén. Se recorta en el paisaje con los tonos ocres naturales de la tierra, sobre un cielo azul de heráldica alcoreña proclamando a los cuatro puntos cardinales su regio solar, que ha sobrevivido a los siglos merced al cariño de las gentes que un día se agolparon junto a ella. Porque esta ermita fue la primera iglesia cristiana tras la reconquista por las huestes de Jaime I de Aragón. Es por lo tanto un símbolo de primer orden, al que debería prestársele más atención.
Fue reconstruida en 1969 por una junta de suscripción popular, dado el estado de abandono en que se hallaba con la techumbre caída y ejerciendo de destartalada corraliza de ganado. Aprovechando mejoras en la pavimentación urbana de la villa, se reutilizaron viejas piedras labradas para porche, terraza y escalinatas. También se construyó una cisterna para recogida de aguas pluviales dada la sequedad del lugar, actualmente la cisterna está averiada y no es posible recoger lluvias. Una pena. Como tantas ermitas ubicadas en la soledad de los campos, ha sido víctima de saqueos y robos a lo largo de su historia, aunque las piezas de teórico valor material, son inexistentes.
El interior con altar en piedra y hornacina de mampostería alberga un Salvador de estilo románico, varios pirograbados de Vicente Cotanda, esmaltes de cobre de Vicente Mallol y una placa cerámica del Calvario de José Cotanda, robada y maltratada pero recompuesta y alicatada en el muro de poniente. La pila bautismal parroquial, fue expoliada por gente de la vecina Costur hace siglos, y trasladada con gran esfuerzo y no poco sufrimiento a su iglesia de san Pedro mártir. La actual, mucho más pequeña, es un primitivo molino de piedra que hace las veces de pililla para santiguarse cuando hay oficios divinos o actos religiosos, como la misa de la festividad del Salvador o la Peregrinación por las Ermitas.
No hay una masiva afluencia a los actos del Salvador, de hecho es un acto minoritario como he comentado, aún de la importancia histórica del lugar. Debe ser porque es verano y aquí no queda nadie para perpetuar esta vieja costumbre o vaya usted a saber. Lo cierto es que mientras algunas romerías se desbordan hasta el delirio, otras languidecen en franca recesión. Antiguamente los romeros subían a pie por la senda y merendaban en este paraje que tan excelsas vistas ofrece, así como la frescura de sus brisas muy de agradecer en agosto. Desde hace años y desde que se construyera la pista, casi todos suben al lugar en vehículos a motor, nuevos tiempos nuevas costumbres y hábitos.
El lugar impone gravedad y encoge el espíritu si te acercas desde la concienzuda perspectiva de estar pisando tierra de reconquista y solar de ancestros. Lástima que esta visión sea limitada a cuatro enamorados altruistas y menos eruditos. Como fuere, el entorno montaraz aún le confiere una personalidad especial tanto al ermitorio como al castillo, y si no hay argumentos de peso históricos o de pertenencia al solar; sí al menos existe una conciencia sentimental que arguye aceptación simbólica de carácter superficial. Algo es algo y menos da una piedra. Aunque siempre me queda la duda, de dónde se relega el efecto matriz de la primera iglesia cristiana de la comarca, al maremágnum cultural que incluye el totum revolutum de política anticlerical rampante a día de hoy.
En Valencia con la Real Senyera, -emblema del rey Jaime I-, no quieren que pise la Catedral el Ribó y sus compromisarios en ese día histórico, precisamente en el día en que se conmemora la conquista de la ciudad. Precisamente un rey, que fue criado en el seno de la iglesia católica por la orden militar del Temple, que siempre estuvo asesorado por clérigos y que capitaneó una cruzada contra el infiel musulmán. Que mandó consagrar iglesias por doquier, bajo el dogma de María Asunta. Y muchas cuestiones más que no caben aquí, pero coinciden en que en este caso, historia, tradición y religión, andan juntas con esa noble Señera que dice no inclinarse ante nadie.
A veces, la fobia religiosa y el anticlericalismo hacen caer en el ridículo más exclusivo, a personas que se las presupone preparadas intelectualmente. Todo lo que huela a incienso les enerva la bilis, y he aquí el dilema que se les presenta de cómo separar ambas cosas. Y lo tienen crudo, porque sí han caminado juntas en los últimos siglos, y no desde la guerra civil del 36 como pretenden vendernos. Diseccionar la cultura popular que está impregnada hasta el tuétano de simbología cristiana, para extirpar el elemento religioso es misión imposible. Por más que se empeñen unos, otros, podemitas y holigans de nuevo cuño. Es un sustrato que lo arraiga todo, mal que les pese. Ya quisieron hace años en pleno fragor progresista, “Culturizar” los actos religiosos y les salió rana. Y me da a mí que en esta nueva embestida, acabarán de igual manera.
Y es que el hombre, es un ser religioso en esencia que necesita en el fondo de su alma, contacto con lo sagrado para resistir los envites dolorosos del fracaso y la enfermedad en su vida mortal. Y eso, no hay decreto ley que lo regule, ni señera que se incline, ni bandera que se esconda o suplante. Por ese mismo hecho, el seis de agosto en el Salvador serán pocos como es previsible, pero siempre habrá alguien que pregone la Transfiguración de Cristo, y voltee la grácil campana que anuncia por los contornos que hay vida más allá de la futilidad humana. Vida y loor en el histórico Señorío, Tenencia y Honor de Alcalatén.
Si partim de que la religió del rei era la del poble... I una dita popular també pregona: "pareu compte amb els que es tapen en la "capa" del cel!" Als que va saquejar el "rei" Jaume I, eren més valencians, que els que van venir i també tenien un déu i uns profetes com Mussa (Moisès), Issa (Jesús), Ibrahim, Zacaries, Mariam. Si la religió no fora utilitzada per les màfies dels mercats per a pregonar que a la terra a pa i aigua, i la pau i la glòria després de la mort...