Por fin llegó la lluvia
Por fin llegó la lluvia, han renacido los caminos del agua y en algunos casos autopistas de corrientes rojizas de lejano recuerdo. Y mira que desde esta columna he tocado el tema de manera continuada, razonada y reverente. Solo me faltaba entonar una salmodia al uso, de las que rezan en nuestras romerías primaverales solicitando el preciado líquido de los cielos. Y es que no había para menos, con una sequía desconocida, petinaz y maligna, que alcanzaba ya los cuatro años de sistemática carencia, arruinando cosechas y arboledas.
Pero hete ahí que en estos días y provenientes del sur, las nubes han llorado a mansalva y de forma continuada, una cantidad de litros increíble –vamos por 354 litros m2 mientras escribo esto- en cuatro días sin parar y sigue la lluvia. Como era de prever las lluvias en cantidad, han hecho lo de siempre por estos pagos, después de sazonar la tierra hasta el fondo y harta ya del líquido elemento, ha comenzado a escurrir por montes y laderas, bancales y yermos, huertas y labrantíos haciendo que toda esa enorme cantidad se concentre en rasas, barrancos y ríos en caudales cada vez más grandes caminito de la mar.
Ha llovido como hace tiempo no se recuerda. Ha llovido y llueve como antes, recordando aquellos temporales de otoño que duraban dos semanas cayendo agua a manta sin parar, lo que después se vino a llamar la gota fría, y los abuelos denominaban con franca simpleza: temporal. Ese que se gesta cuando el viento de levante, viene húmedo y te golpea la cara con frescor preconizando la lluvia inmediata. Cuando el cielo se cubre de nubes grises y plomizas, densas y algodonosas cargadas de litros de agua a descargar de forma inmisericorde. Pero esta vez las lluvias han caído bien, despacio templadas y tranquilas, eso sí, insistentes y prolongadas, lo que ha dado manga ancha a soltarse la melena todos los cursos de agua, desde el más grande al más pequeño con abundante generosidad.
Y ahora todo es un inusual espectáculo. Torrenteras, barrancos, fuentes y claro está, el río. Ese erial, hasta hace pocos días, donde ya comenzaban a amarillear por la sequía los chopos de la ribera, es ahora una rojiza corriente de millones de litros que van a parar a la Rambla de la Viuda, y por ende al pantano de María Cristina, que siendo el paradigma de la sequía con el lecho cuarteado filmado por las TV de tirios y troyanos, ahora está repletísimo y hasta parece un mar. Hasta ese embalse está soltando toda el agua que le entra y que es una enormidad, camino del Mediterráneo por lo que la desembocadura del río Mijares a tiempo real, debe ser un espectáculo digno de verse, por ser mayestática rareza. Aquí por estos pagos se han sucedido las visitas al río para fotografiarlo. Es normal dado lo inusual del hecho, y al mismo tiempo lo espectacular de esa corriente tumultuosa que ha cubierto todo el lecho, arrastrando a su paso todo lo flotante imaginable.
Es nuestro paisaje propenso a las riadas y climas exagerados, sino fuera así; ¿a qué santo nuestro carácter tan extremo? Recordando el dicho de los abuelos tan acertado: “ Som de una gran seca o de una gran bañà”. Por eso la orografía del interior se pinta de montañas y quebrados barrancos, donde se recogen y después se canalizan las fuertes trombas de lluvia que nos visitan en cada estación.
Estas lluvias de inmensa generosidad nos han traído riqueza, gran riqueza, a saber: una sazón asegurada hasta bien entrado el verano, aguas retenidas para meses o años, la pervivencia de arboledas montaraces en estado crítico de estrés hídrico, la recuperación de los acuíferos máximo con el problema local de la contaminación de pozos; la vuelta a la vida de las cantarinas fuentes que estaban más secas que la mojama, la vida en ríos y barrancos con corrientes modestas pero imprescindibles para el ecosistema, y así hasta nunca acabar.
Bueno también ha sido útil para que algunos despistados sepan poner en el mapa la toponimia local, cada vez más desconocida conforme van palmando los abuelos; y que con la excusa de visitar fuentes y barrancos, para gozar y hacerse el selfy de ese espectáculo tan bello como natural del alumbramiento de las aguas, descubren lo bonito que puede llegar a ser un espacio rural doméstico que luce en todo su esplendor. Porque barrancos como el de la Foia, el Pelegrí, Mormirá, San Vicente, Aixart, Mas de Marco, Araya, Racholar, Palafanques, la Serp, etc… y por supuesto el río verde, son en estos momentos un espectáculo tan bello como inusual, digno de un entorno de montaña pirenaica. Todo gracias a la beneficiosa lluvia que ha caído en cantidad. Y por si alguno todavía no se ha enterado, cuando este fenómeno se produce, los cauces sacan las escrituras y se lo llevan todo por delante, como auténticos dueños que son. “A vora riu, no fases niu” .Así es la vida y a veces también, la muerte.