Este finde toca la Mostra
Soy de los que todavía conoció las viejas tradiciones antes de desaparecer. No es que tenga demasiada edad, que la tengo, sino más bien tuve una percepción desarrollada desde muy niño de cuanto acontecía alrededor, al menos en este campo. Vivir largas temporadas cerca del barrio del Peiró en casa de la abuela Serrana, me permitía estar informado puntualmente de los aconteceres locales, amén de que entonces, toda la vida del pueblo pasaba por esa estrechez urbana que conforman, de un lado, el viejo abrevadero en el muro del colegio la Salle; y del otro, las últimas casas de la plaza del mismo nombre. Ahí pasé muchos años siendo niño, y a decir verdad era un lugar privilegiado, un observatorio espléndido, casi un universo, lo que a diario acontecía entre el Colegio de los Hermanos de la Salle y el Cuartel de la Guardia Civil. Menos las procesiones a intramuros del casco viejo, todo pasaba por la puerta de aquella casa, y cuando inauguraron la Pista jardín en 1966, ya ni te cuento. Cuando les explico a los chicos, que he visto a última hora de una tarde de verano, hasta diez carros hacer cola para abrevar las caballerías en ese seco abrevadero de ahora, se sonríen y piensan que chocheo. Ja… ja.
Y hablo de esto, porque al conocer aquellas actividades ya desaparecidas, sus protagonistas y aderezos, me da a mí la cosa que se parecen bastante poco a lo que actualmente se recrea en las ferias comarcales, y me asaltan muchas dudas con el vestuario. O los de hoy son muy listos y estudiosos, o los de antaño eran muy tontos e ignorantes. O me han cambiado el siglo, que esto se lleva mucho ahora. Estoy en el XVI oyes, pues la semana próxima voy del XIII y la que viene del XX. Por Dios qué estrés, mudan de siglo como de camisa. Es que recordando aquellos años de candidez y bienaventurada inocencia, en tiempos de la dictadura, los grupos de baile no es que bailaban diferente, que va a ser que sí. Al menos con mayor brío. Es que sus ropajes en nada se asemejan a los que visten hoy. Me da la sensación que hoy en día, todos/as llevan el mismo patrón. Es como si hubieran entrado en el Zara del siglo tal, y salieran compuestos y listos para la ocasión. Con distinto color o estampado, pero las formas son casi todas iguales mostrando una elegancia y señorío palpables.
Yo no digo que no sean auténticos, seguramente habrá “indumentaristas” y estudiosos del ramo que se lo habrán currado y bien. Pero qué quieren que les diga, añoro aquellas faldas floreadas ampulosas, cortas y gráciles. Los delantales de ganchillo con filigranas, las cintas de colores en volandas, el liviano mantón amanilado y sobre todo, el brío y el ritmo. Y ellos vestidos de baturros de negro impoluto, con la modesta alpargata de careta tan nuestra y tan evocadora. Con el pañuelo anudado a la cabeza… danzando esos aires de jota a ritmo de guitarra y bandurria, a tintineo y golpes de la pandereta. Sencillez y tipismo en estado puro. Quizás la última vez que pude ver un traje de esas características, fue a la tía María la Verana en un pregón de fiestas allá a mediados de los ochenta, cuando intentaba formar un grupo infantil de baile.
Recuerdo al lector, que éste es un espacio de opinión, y a mí me parece que existe todavía una especie de sonrojo, vestirse como los últimos danzantes del siglo XX. Los nuevos modelos son sin duda más vistosos y de mucha enjundia. Muy apropiados para la gente ilustrada de hoy en día, que es casi toda, porque casi toda pasa por la universidad ya sea joven o mayor. Y acontece, que el mero hecho de adentrarse en esos espacios del conocimiento, imprime un sello de sapiencia incontestable, al menos eso pregonan quienes gozan de tan alta distinción. Recuerdo la primera vez que vi a los danzantes de la Todolella, vestidos con faldas y chalecos de colores, con sus medias de punto en azul celeste. Me horroricé, era en un Pregón de la Magdalena, siendo yo muy niño. En aquella sociedad machista y patriarcal, gris y autoritaria, ¡cómo podían unos recios señores, vestirse de mujer! Con el tiempo aprendí que aquellos hombres vestían así por causa justificada, que aquellos brincos y contorsiones correspondían a una impresionante danza guerrera originaria del siglo XV, y lo acontecido ante mis ojos y que yo repudiaba, tenía un grandísimo valor antropológico. Así que cada vez que puedo, observo con gran placer los movimientos de esta pieza de museo viviente. Y además me ratifico en el sempiterno adagio, al que mucha gente no hace mucho caso, que reza: “El hábito no hace al monje”.
Con todo lo narrado y más, hay que reconocer el gran esfuerzo organizativo de esta muestra comarcal, que ha puesto en valor algunas cosas típicas de nuestros pueblos y eso siempre es, y será positivo. Y yo felicito con efusividad desde esta página, a la organización y participantes en el evento, por ese esfuerzo de mantener la Mostra contra viento y marea. Cuando nació hace dieciocho años, recuerdo el tiempo por mi etapa de regidor de cultura, con la que colaboré con arreglo a las posibilidades de la época; pues cuando nació esta Mostra del Alcalatén, no había ni la mitad de la competencia que hay ahora. En todos los pueblos se hacen muestras, ferias de éste o aquel producto. Las hay: agrícolas, medievales, costumbristas, artesanales, culturales, temáticas y de todo tipo. La cuestión es sacar a la gente de casa e introducirla en el espacio acotado que exhibe las excelencias del lugar. Y eso siempre es bueno aunque podría ser mejor, si se abriera a mayores espacios y ofertaran novedades que si se buscan, siempre las hay.
Pero la endogamia cultural es ya una epidemia que lastra a todas las asociaciones, no se escapa nadie. Y la colonización político-lingüista de los primos del norte, clamorosa. Aquí no se salva tampoco nadie y no voy a señalar tampoco a nadie, no soy quien; y como dice un buen amigo: “Aún gracias”, pero observo el desgaste añoso de los de siempre con escasa o nula renovación generacional. Debe ser el sino de los tiempos, la juventud está pasota y los de arriba quizás no quieran soltar las riendas, ante el peligro de que caiga el santo por falta de brazos que lleven la peana y se acabe la procesión. Lo cierto es que no hay cola para tomar el relevo, y con el pragmatismo reinante, si no se atisba remuneración de por medio, aquí nadie mueve un dedo. Ya lo dije en otra crónica, vivimos una nueva decadencia de las cuestiones tradicionales, ésta no es por falta de actos ni de personal, sino más bien por todo lo contrario. La masificación y el mercantilismo lo corroen todo. Y donde ruge la marabunta, no queda lugar para la delicadeza, la excelencia, el detalle ni el mimo de las cosas en su pureza original.
Pero el que no se conforma es porque no quiere. También decía este amigo, que cada vez se hacen más cosas en el pueblo y la gente participa de muchas actividades cada fin de semana. Que quien se aburre es porque quiere o es un plasta. Estamos convirtiendo l’Alcora en un parque temático, que no decaiga la fiesta y a vivir que esto son cuatro días, o un telediario. Y algunos, ya vamos por el parte del tiempo. Por cierto lluvioso, según dicen, para el fin de semana. Que la Mostra, muestre lo mejor de nosotros, y no sólo en vestimentas, ropajes y actuaciones coloristas, sino también en el lenguaje universal de la fraternidad entre las gentes. Y que dicho sea de paso, buena falta nos está haciendo.