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Del Epitafio a la Gloria

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    Del Epitafio a la Gloria- (foto 1)
    Del Epitafio a la Gloria- (foto 2)
    Del Epitafio a la Gloria- (foto 3)
    Del Epitafio a la Gloria- (foto 4)

    Me gustaría escribir más a menudo, tocar asuntos relevantes que nos enervan y hacen sentir vivos, pero uno a mi edad y circunstancias, hace lo que puede que ya no es lo que querría. Por un lado, temas espinosos que enojan y dado el grado de sectarismo cegato que nos inunda, siempre hay alguien que gratuitamente, intuye, interpreta, etiqueta y a la postre,  se cabrea con el escribano. A estas alturas ya no estamos para ganar más enemigos, la colección es notable y sin poner mayor empeño.  Así que si vas descartando temas polémicos, asuntos ya tratados y retratados, si buscas originalidad y cierta raigambre, la verdad es que cuesta mucho acertar en la diana para desgranar temas de calado sin rozar a nadie.

    Hace pocos días irrumpimos un grupo de personas en lo que fue la Fabrica Gran, o la Real Fábrica del Conde de Aranda, dos técnicos del Museo de la Cerámica y tres ex regidores de Cultura del Ayuntamiento. Dos personas muy ilustradas y versadas en la cultura cerámica local, y los regidores que en su respectivo espacio-tiempo, colaboraron íntimamente con ellos. El regidor de cultura de mi pueblo viene a ser – o al menos lo era-, como un cajón de sastre donde todo cabe y todo debe gestionar, con un presupuesto irrisorio comparado con otros. Además, tiene el severo compromiso de lidiar con las tradiciones ancestrales, y a ser posible, no morir en el intento, pues son temas sacrosantos en el acervo popular, con muchos “sabuts” en la extensa nómina de criticones.

    Pues sí, acudimos a la cita las cinco personas con puntualidad británica, y emulando a Indiana Johns, nos adentramos por los recovecos de aquellas estancias ruinosas y semiderruidas que dan cierto yu yu, por su lamentable estado de conservación. Pero aún y así, abordamos la aventura con el espíritu irredento de ser sabedores, muy conscientes todos, que en aquellas -ahora- lóbregas estancias, se iluminaron en un tiempo, obras de arte en forma de cerámicas, dignas del mayor elogio y que sorprendieron al mundo. La mayor gloria local, la que marcó el destino de la población, se creó en este solar. Tuvimos la oportunidad de escuchar las sabias explicaciones de Eladi Grangel, director del Museo y de Teresa Artero, técnico del mismo, sobre los planes futuros de aquel recinto, que hoy de propiedad municipal, se abre a un proyecto de grandísimo calado.

    Todos teníamos abundantes temas, anécdotas e ideas, pero sobre todo, experiencia. La experiencia que da una regiduría que, aún de apariencia inocua, o te curte o te mata.  Fuimos descubriendo objetos que te trasladaban al pasado, orientando estancias ubicadas al plano original de la Fábrica Gran; catas, paredes, pinturas, ventanas, rejas, vigas, techumbres, hornos árabes originales milagrosamente conservados, etc. Todo fluía con mágica luz en un día gris de enero, pues la efectiva realidad de recuperar el santo y seña de nuestra villa, ilusionaba con radiante esperanza, las inmensas posibilidades de esta aventura que por magnífica, no tiene parangón. Ser conscientes de estar en ese mismo lugar que otrora laboraban maestros, artesanos, pintores, escultores, alquimistas, horneros, recuas y todo el complejo mundo fabril, perfectamente hilvanado hasta el último detalle, comportaba un estado de ánimo singular. Las decoraciones barrocas al uso parecían sobresalir de los mugrientos muros, ennegrecidos por la pátina mohosa de los siglos. Y el Delegado daba instrucciones precisas a los encargados, ante la inminente visita del señor Conde…

    Es la hora de recomponer tanto desaguisado en nuestro maltrecho patrimonio. Y es hora de hacerlo con una obra sublime que restituya tantos años de desidia y abandono. La Fabrica Gran se lo dio todo a l’Alcora, hora es que l’Alcora le devuelva a la Fábrica Gran, nueva vida, en justa correspondencia. La hora de la redención –como alguien dijo hace poco- ha llegado. Si el epitafio de Lisard Arlandis decía que: “Había muerto una elegancia, llamada Alcora”, el pueblo ha de caminar firme y convencido hacia esa gloria, que es patrimonio inmaterial de todos. De todos los que son conscientes del hecho diferencial y sincrético, que esta factoría dejó en esta tierra de barros artesanos y voluntades férreas.

    Aquella mañana gris de enero, Tere, Eladi, Marcial, Josep y Vicent, retozaron ilusionados entre el polvo, las criptas bajo cúpulas de la catedral del fuego, los escombros y vegetales invasores. Como imagino lo harán otros tantos. Ni una mala acequia pudo hacer desaparecer la voluntad unísona y premonitoria de avanzar en este magno y singular proyecto. Todos, juntos, como nunca había sido antes. Porque el tema da mucho de sí y esto es solo un preámbulo, porque muchos pueden descubrir ahora, que nunca será tarde, toda la magnificencia del asunto.  Mucho ánimo a todas las partes implicadas, entre las que modestamente me incluyo, porque hará falta mucha energía para realizar ese viaje homérico, esta Ilíada doméstica, este Camino de Redención que va directo desde el Epitafio a la Gloria. 

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