Gritos de Silencio (Parte primera)
Da pena ver la puerta
de un templo con mendigos,
que sean los testigos
de tanta vanidad;
ver que las gentes pasan
con cruel indiferencia,
negándoles clemencia
y un poco de bondad.
Tal vez en la mirada
de un pobre pedigüeño,
hallemos nuestro empeño
de gloria y de poder;
pues si a quien menos tiene
la vida vapulea,
al que ambicioso sea
le hace estremecer.
Apelo a la conciencia
de quien se crea santo,
y ve que no lo es tanto
cuando, con impiedad,
sus bienes no comparte
mostrándose mezquino
con quienes el destino
les trata con crueldad.
Qué imbécil es el hombre
arrogante y cretino
que trata a su vecino
con orgullo y desdén;
y mira con desprecio
a cualquier mendicante,
sin pensar un instante
cuán grato es hacer bien.
Repele un poderoso
si al pobre desdichado
lo tiene acobardado,
sin consideración,
cuando se hace el valiente,
o lo tira por tierra...
aquel hijo de perra
que no tiene perdón.
Son brutos quienes creen
que saben más que todos,
y no conocen modos
de tener humildad,
porque es más importante
mostrarse fanfarrones,
altivos y burlones
con poca caridad.
Muy rudos son los hombres
si creen que el destino
es un juego mezquino
o una cuestión de azar;
que lo más importante
es tener buena suerte,
y olvidan que la muerte
también ha de llegar.
Quisiera yo que un trueno
con furia ensordeciera
a quien solo quisiera
a necios escuchar;
y que a los vividores
barriera de este mundo
en menos de un segundo
haciéndoles callar.
Me sabe todo a cieno
porque estoy convencido
que mucho está podrido
sin tener solución;
que por cochina envidia
se enfrenten las naciones
sin que existan razones
para tanta ambición.
Me siento avergonzado,
humillado y vencido,
por haber conocido
un mundo de ficción,
donde con apariencias
se encubren falsedades,
calumnias y maldades,
y sólo importa el “Don”.
Quisiera adivinar
qué piensan los ancianos,
con temblorosas manos
y mirada sin fin.
Parecen conformarse
buscando en el pasado
un consuelo no hallado
dentro de su confín.
Dichoso aquél que vive
sin prisas ni derroches
y alúmbrase en las noches
con un viejo candil;
y libre como el viento
sin traumas ni presiones,
no tiene obligaciones.
¡Sí paz en su redil!
Funesta realidad
el ver cuánto misterio
encierra un cementerio,
al poder contemplar
tiradas por el suelo
cruces abandonadas
de tumbas ya olvidadas
do nadie va a llorar.
No temas a la muerte
porque esta triste vida
nos tiene el alma herida
y existe gran dolor,
por falsas apariencias,
por odios, por rencores,
por muchos sinsabores,
sin paz y sin amor.
El día que los hombres
sean más bondadosos
y a la vez juiciosos,
como debieran ser,
sabremos que la ciencia
con todo su adelanto,
no es como el encanto
que nace de un querer.
Fin de la PRIMERA PARTE dedicada a ciertos principios fundamentales de toda sociedad que se precie de estar civilizada.
Continua en una SEGUNDA PARTE que se dedica al absurdo comportamiento de dicha sociedad.
Poema inspirado, en cuanto a su esquema, rima, y métrica, en el atribuido a José de Espronceda titulado LA DESESPERACIÓN)