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Castellano
Per Miguel Barrachina
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De las lenguas

    Soy de Segorbe, que supone ser de uno de los 143 municipios de habla castellana de la Comunidad Valenciana, mis hijos estudian la asignatura de valenciano, y ambos se podrán desenvolver en él el día de mañana mejor que yo, que lo estudié tardíamente y aunque lo entiendo, lo leo y lo escribía, será difícil que me resulte natural y espontáneo hablarlo.

    María José, la brillante profesora de mi hijo, en segundo de primaria, dice que en nuestra comarca del Alto Palancia –como en la Vega Baja, el Alto Mijares, el Rincón de Ademuz y todas las castellanohablantes- existe rechazo a la asignatura de valenciano.

    Es cierto, pero felizmente el rechazo ya es mínimo, menguante, y pronto inexistente. Nada que ver con lo que sucedió en 1986, andaba yo en tercero de bachillerato, cuando el establecimiento por primera vez de la asignatura de valenciano dio lugar a huelgas estudiantiles, unánimes acuerdos municipales contrarios y toda clase de protestas.

    El valenciano no es la lengua habitual de nuestros municipios pero es la de nuestros vecinos y hermanos, y todos hemos aprendido a tratarla como algo progresivamente nuestro.

    Siendo esta la realidad territorial que algunos vivimos, he tenido que soportar como Esquerra Republicana de Cataluña desde el Congreso de los Diputados afirmaba que los gobiernos populares en Baleares y en nuestra Comunitat ponían en práctica “el genocidio de la lengua catalana”. Asombroso, aseveración propia de extraterrestres, visceralidad en estado puro.

    Recientemente, en la misma línea pero con menos ardor, leía en El País un artículo de Joan F. Mira “Una llengua nacional” que venía a incidir en la defensa del valenciano como elemento definitorio de “si som o no som un pais digne de ser-ho”.

    No puedo estar en mayor desacuerdo, hablar una lengua no significa pertenecer a una nación u otra, aunque errónea y catastróficamente los alemanes lo creyeran al invadir Austria en la ll Guerra Mundial.

    Esta pasión lingüística es la que dificulta la razonable pretensión del gobierno valenciano de que nuestros hijos tengan un tercio de asignaturas en inglés.

    Mi bisabuelo Miguel, era de Alcudia de Veo, donde en Alcudia se habla en castellano y en Veo en valenciano, y no solo son el mismo país, sino también idéntica comunidad, provincia y ayuntamiento, con dos lenguas diferentes.

    Esa es la complejidad de cualquier reforma educativa que afecte a la lengua, que hay personas empeñadas en conformar naciones donde nunca las hubo, y para quienes las razones ceden ante las pasiones identitarias, una pena.

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