Oye, tu gato es como el mío, que no es bobo, que es más
A mí esto de los animales, que quieras que te diga, no me apasionan nada; bueno a mí apasionarme apasionarme… realmente…; vamos que yo no soy como esos de la filatelia que sacan un álbum y entonces con una suavidad que parece que están tratando células madre quitan un sello de los bemoles con unas pinzas y dicen: «Y este vale mucho porque es de cuando la emperatriz…», si supiera que con eso color anaranjado para mí es como si fuera el envoltorio de un sugus…
Como digo apasionar apasionar… escribir tal vez; pero hasta esto tiene un límite, que el personal debe creer que soy como un imbécil, que estoy todos los días encerrado en una habitación dándole al teclado, si hombre… era boa.
Pero es verdad, lo que no aguanto son los animales. Yo tengo un gato que no es tonto ni gilipollas, es más. Él sabe que no me agrada mucho, pues se lo dije varias veces; pues aún así, es dormir la siesta y el miau este no se pone a mi lado, que sería lo lógico, no, se pone encima de mi espalda, en la chepa, y lo hace como si nada.
Me echo en el sofá y cuando estoy medio sobado, ajustado a los cojines y al respaldo, tapado con una mantita, con sus patitas almohadilladas sube despacito, despacito como si no me fuera enterar.
Y es que este gato es imbécil integral porque qué tiene que ver el ruido con el peso, cuando anda por mi espalda con sus 3 kilos. Es que cree que por ir despacio pesa menos, que levita, que vuela… que hago… le doy una patada suave suave, a cámara lenta para explicarle que una coz es una coz aunque la recibas en plan replay…
Pues este gato, que tampoco es gilipollas sino tiene que ser algo más, cuando alguien viene a casa no oigo otra cosa: «que gato tan mono», «que preciosidad, ¡¡¡¡mira mira!!!, mira como mira…», «es que es…». Y cuando dicen eso de «es que es…», te juro que clavo mis ojos en los suyos, y pienso si realmente es un gato o un cruce… pero un cruce de cables. No me extrañaría.