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La tragedia de la que nadie se acuerda: una cicatriz en el alma de la Comunitat Valenciana

La tragedia de la que nadie se acuerda: una cicatriz en el alma de la Comunitat Valenciana
  • Aunque eclipsada por la tragedia de 1957, esta riada fue un evento de gran magnitud que marcó a toda una generación

El 28 de septiembre de 1949, una tormenta de proporciones bíblicas azotó la Comunitat Valenciana, dejando una huella imborrable en su historia. Aunque eclipsada por la tragedia de 1957, esta riada fue un evento de gran magnitud que marcó a toda una generación. Pero es que además, hoy, recordamos otra efemérides, tal y como publicamos en elperiodic.com, en la que se cumplen 15 años y que puedes leer aquí.

La tormenta perfecta

Las precipitaciones más intensas se concentraron en la zona de montaña entre Castellón y Valencia, desencadenando una serie de eventos catastróficos. El barranco del Carraixet, por ejemplo, se desbordó violentamente, causando estragos en localidades como Bétera, donde el agua alcanzó niveles nunca antes vistos, inundando viviendas y arrasando con todo a su paso. La ciudad de Valencia también sufrió los embates de la tormenta, pero fueron las poblaciones más cercanas a la costa, como Rafelbunyol, Massamagrell y Almàssera, las que registraron los mayores acumulados de lluvia, superando en algunos casos los 100 litros por metro cuadrado.

Riada a su paso por Bétera
Riada a su paso por Bétera

Riada a su paso por Bétera
Riada a su paso por Bétera

En Castellón, la situación fue igualmente dramática. El desbordamiento del río Seco provocó una tragedia que se cobró la vida de una decena de personas, en su mayoría niños. Estas inundaciones masivas fueron el resultado de una combinación de factores: lluvias torrenciales, la ocupación de cauces fluviales y una falta de infraestructuras adecuadas para hacer frente a este tipo de eventos naturales.

No fue la única tormenta trágica de ese día. En Chiva, según relata un aficionado a la meteorología, además del hundimiento de varias casas por el desbordamiento del barranco de Chiva, un matrimonio con su hijo de corta edad fueron arrastrados por la riada apareciendo a varios km de la población.

El cauce del Turia: un refugio precario

Sin embargo, una de las consecuencias más trágicas de esta riada fue la ocupación del cauce del río Turia. La pobreza y la falta de vivienda obligaron a miles de personas a establecerse en esta zona, convirtiéndola en un auténtico barrio chabolista. A pesar de las promesas de las autoridades de no permitir nuevas construcciones en el cauce, la presión demográfica y la falta de alternativas habitacionales hicieron que esta promesa se incumpliera rápidamente.

La ocupación del cauce del río Turia fue una decisión que marcaría el destino de la ciudad durante décadas. Esta situación, unida a la falta de planificación urbanística y a la ausencia de medidas de protección civil, hizo que Valencia fuera extremadamente vulnerable ante las inclemencias del tiempo. La riada de 1957, que causó aún más víctimas y daños materiales, sería la triste confirmación de esta realidad.

Una tragedia olvidada

La riada de 1949 es un capítulo oscuro en la historia de Valencia, a menudo olvidado o minimizado. Desde la AEMET (Agencia Estatal de Meteorología) recuerdan este suceso para comprender mejor el contexto histórico y las causas de las posteriores catástrofes. La ocupación del cauce del río Turia fue una decisión errónea que tuvo consecuencias devastadoras y que nos enseña la importancia de la planificación urbana y la prevención de riesgos.

Hoy en día, la ciudad de Valencia ha cambiado radicalmente gracias a la transformación del antiguo cauce del río en un gran parque urbano. Sin embargo, es importante no olvidar el pasado y aprender de los errores cometidos. La riada de 1949 nos recuerda la importancia de respetar el medio ambiente y de construir ciudades más seguras y resilientes frente al cambio climático.

Configuración endiablada

El boletín meteorológico del 29 de septiembre de 1949 reveló una situación atmosférica compleja. Al oeste de la Península, una borrasca fría aislada generaba inestabilidad, pero no era suficiente para desencadenar un gran temporal mediterráneo.



Sin embargo, la presencia de una mesobaja en el Mar de Alborán, impulsada por un intenso chorro de viento del sur, resultó crucial. Esta mesobaja condujo aire cálido y húmedo hacia la Península, el cual, al encontrarse con la Sierra de la Calderona, ascendía y se condensaba, provocando lluvias torrenciales. Estas precipitaciones, concentradas en cortas pero intensas tormentas, fueron las principales responsables de la riada. El rápido descenso del nivel de las aguas tras las precipitaciones, un fenómeno atípico en grandes temporales, confirmó que las inundaciones habían sido causadas principalmente por estas tormentas localizadas y no por un temporal marítimo prolongado.
 

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