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De Puçol a Nepal: Una década de trabajo humanitario con TAI

De Puçol a Nepal: Una década de trabajo humanitario con TAI
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    La primera vez que Mónica Donnellan se fue de voluntariado no imaginaba que aquella experiencia de ocho meses pudiera trastocar su vida por completo. Pero así fue. Diez años después continúa con TAI, la fundación solidaria que le abrió las puertas a otro mundo y que trabaja desinteresadamente para ofrecer ayuda humanitaria a la infancia... Desde Puçol, hasta Nepal.

    De padre irlandés y madre inglesa, Mónica Donnellan siempre ha tenido una gran motivación por viajar, conocer otras culturas, maneras de vivir y de pensar... Pero también siente desde bien joven una inquietud por enseñar, ayudar a los demás y hacer del mundo un lugar mejor, lo que le llevó a estudiar Trabajo Social: «Quería estar al servicio de aquellos que tienen unas condiciones de vida más complejas que el resto».

    Hace 10 años encontró la forma de unir ambas inquietudes gracias a la fundación solidaria TAI (Trabajos de Ayuda a la Infancia), creada en 2009 por su actual presidenta, Elisabeth Hofmann, para ayudar a encontrar trabajo a madres en riesgo de exclusión o pobreza en la provincia de Valencia, así como dotarles de los recursos económicos suficientes para sacar adelante su maternidad. Y entonces comenzaron, de forma paralela, los proyectos internacionales en Nepal.

    Mónica emprendió el primer viaje de voluntariado junto con Vicente Esteve 'Tiko', fisioterapeuta y también coordinador de TAI en la actualidad. A raíz de una relación personal y profesional con Elisabeth, les ofreció la oportunidad de viajar y decidieron lanzarse a vivir aquella experiencia. «Para nada me fui pensando que se iba a convertir en una gran parte de mi vida».

    Pero tras ocho meses descubriendo aquel mundo, algo cambió: «Vimos que, lo que aquí son solo nombres y números, allí eran personas de verdad, con vidas de verdad y que se habían convertido en amigos y amigas». El hecho de que aquellas familias les abrieran las puertas de sus casas, les ofrecieran sus camas, su comida y todo lo que tenían, hizo que Mónica se sintiera muy endeudada con ellas. Y así fue como empezó todo.

    Desde entonces comenzó a hacer sus primeros pinitos como voluntaria, coordinando proyectos de ayuda en Nepal, nacidos en 2010, intentando conseguir subvenciones, financiación... Y aprendiendo con cada experiencia. «Más que ir a cambiar nada, es un proceso de mucha escucha para entender realmente qué necesitan y poder cooperar».

    Este proyecto internacional se encontraba estrechamente ligado con la Administración local, puesto que «los voluntarios que se iban a Nepal lo hacían con la beca del Ayuntamiento y, a cambio, ofrecían horas de voluntariado e impartían talleres de interculturalidad en Puçol».

    No obstante, el proyecto local dirigido a mujeres en riesgo de exclusión o pobreza nacido con la fundación «se tuvo que cancelar en 2014 por falta de financiación», lamenta Donnellan.

    TAI en España

    En este momento, sin abandonar los trabajos humanitarios en Nepal, la fundación tuvo que reinventarse en el ámbito local y adaptarse a la nueva realidad económica, de modo que desde 2015 decide orientarse a la infancia y nace el proyecto de Vida Saludable: talleres dirigidos a niños y adolescentes de toda la comarca Horta Nord que ya ha alcanzado cerca de 3500 alumnos cada curso.

    Y, tras cinco años gestionando de manera voluntaria los proyectos en Nepal —algo que hasta la fecha no ha dejado de lado, ni prevé hacerlo—, fue Mónica la que asumió la gestión de la nueva iniciativa local, dando así el salto de voluntaria a —también— trabajadora de TAI.

    «La idea era acercar a las aulas aprendizajes vivenciales sobre temas transversales a la sociedad», apunta la coordinadora, destacando aspectos como la inteligencia emocional, conciencia corporal, valores morales, alimentación saludable, respeto por la naturaleza, resolución pacífica de conflictos... «Entendemos que para tener salud integral hay que abarcar todos estos ámbitos».

    Siempre, con la ayuda de Jessica Simón, pedagoga especialista en Derechos Humanos y Desarrollo Sostenible que desde 2016 forma parte del equipo en el proyecto de Vida Saludable. Se trata de espacios de reflexión y aprendizaje basados en la propia experiencia de los participantes: «no nos sentamos a teorizar con fichas, sino que, como grupo, vamos descubriendo todo esto a través de dinámicas», comenta la experta.

    Aunque la mayoría de actividades tienen éxito entre los alumnos, los talleres que «más triunfan» entre el profesorado son los que trabajan las emociones. El motivo, supone Donnellan, es que nunca han recibido formación sobre cómo educar a nivel emocional en el aula, cuando en realidad, «las emociones guían mucho de lo que es importante para nosotros y tienen ese mensaje sobre lo que necesitamos, deseamos... Saber descifrarlas nos ayuda a vivir en paz con nosotros y con nuestro entorno».

    De hecho, cuando comenzaron estos talleres, Mónica se estaba especializando en Terapia Gestalt, una corriente de la psicología centrada en inteligencia emocional y expresión asertiva de los sentimientos: «Para mí fue muy bonito poder aplicar casi de manera inmediata lo que iba aprendiendo en el aula».

    El equipo ha acudido repetidamente a todas las escuelas de Puçol, incluido el instituto, así como a otros centros repartidos por la comarca y en Valencia capital. Desde Infantil hasta Bachiller, aunque sobre todo en Primaria. Y muchos de estos centros repiten cada año, de modo que «vemos a muchos alumnos año tras año y podemos seguir una progresión en las actividades».

    Pero los talleres de Vida Saludable en escuelas no son la única actividad que desarrolla TAI en España, y es que ha colaborado en repetidas ocasiones con Diversia, un proyecto del departamento de Juventud del Ayuntamiento orientado a concienciar sobre la interculturalidad.

    Y también es una de las asociaciones que ha colaborado durante dos años con el proyecto Vallet, un lugar para convivir, realizando actividades dos o tres días a la semana para dar apoyo escolar y hacer hincapié en las colaboraciones en grupo con talleres psicosociales de cooperación, interculturalidad, respeto y convivencia: «el objetivo era integrar a las familias que viven en el barrio y conseguir que los niños sientan que forman parte de él».

    Aunque al principio los jóvenes acudían algo desubicados, los talleres han logrado una progresión muy positiva, según la coordinadora. De hecho, «al final se creó un vínculo muy bonito y las familias nos lo decían con mucha frecuencia... La lástima es que no pudiéramos continuar».

    A nivel nacional, TAI también ha participado en colaboraciones inter asociativas con Casa Caridad, el Centro de Día Martínez Coll de Puçol y otras entidades, con el objetivo de buscar el apoyo entre las asociaciones existentes, «porque todos nos enriquecemos mucho del contacto con profesionales interdisciplinares y personas motivadas a ayudar».

    Una década en Nepal

    Esta filosofía de cooperación entre asociaciones sobrepasa desde hace una década las fronteras nacionales y aterriza a 7.590 kilómetros, en una tierra rica en cultura y personas, pero donde la pobreza abunda y algunas antiguas costumbres violan constantemente los derechos humanos.

    «Tiko y yo fuimos a Nepal en 2010 para abrir un poco el camino, conocer proyectos locales y colaborar con lo que viéramos relacionado con nuestros perfiles: yo, en el mundo de la educación; y él, en el de la salud». Y hasta la fecha, todas las iniciativas que TAI ha desarrollado en Nepal han ido evolucionando, aunque básicamente se pueden resumir en tres grandes proyectos.

    Maitri Griha es uno de ellos, enfocado a niños con diversidad funcional en Katmandú, provincia del país. La fundación ofrece apoyo financiero y también logístico, cuando es necesario para mantener el centro de día. Este acoge entre 12 y 15 niños que, de otra manera, no tendrían ningún tipo de atención. «Seguramente estarían encerrados en una habitación sin ver la luz del día, porque allí hay mucho estigma y tabúes con este colectivo», explica Mónica.

    Gracias a TAI, desde hace 10 años estos niños reciben dos comidas completas al día, clases de lectoescritura e, incluso, algunos reciben formación profesional para poder tener un empleo en el futuro, y también aprenden a llevar a cabo las rutinas diarias de higiene, cuidado del hogar... «El objetivo es que puedan ser autónomos».

    Aunque la mayoría de niños no pasan mucho tiempo en el programa, porque provienen de familias empobrecidas que constantemente han de desplazarse por motivos de trabajo, algunos sí completan todo el recorrido, que en general abarca desde que entran cuando son pequeños hasta que cumplen los 18 años.

    Otro de los proyectos es la Escuela Para con Ellas, una amplia colaboración de TAI con numerosas escuelas rurales con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los alumnos y garantizar su acceso a los estudios. Para ello, la fundación lucha por mejorar las infraestructuras, acercar el agua potable, instalar baños y electricidad, construir bibliotecas...

    Además, se imparte formación entre los docentes para mejorar la calidad de la enseñanza y se ofrecen becas educativas a niños y niñas, porque la educación, aun siendo pública, no es gratuita y, por lo general, las familias que tienen varios hijos y no se pueden permitir que todos estudien, priorizan en los niños. «Intentamos no ceñirnos solo a las niñas, pero sabemos que tienen más dificultades para finalizar sus estudios», apunta Donnellan.

    Las becas que otorga la fundación cubren la matrícula en los centros educativos, la inscripción a exámenes, la mensualidad, los uniformes... En los casos de riesgo de desnutrición, también incluyen un almuerzo al día y, cuando es necesario, refuerzo escolar: todas las tardes una estudiante universitaria de magisterio —con problemas para pagarse los estudios— da clases a los niños con más dificultades, de modo que con el sueldo que recibe puede continuar estudiando.

    «Aunque suene horrible, esto es lo que menos dinero cuesta porque la media para cubrir todo esto es el equivalente a unos 15 euros al mes». Teniendo en cuenta que el sueldo medio de un profesor funcionario en Nepal es de unos 150 euros y que una familia campesina puede cobrar 30 euros al mes... «El coste de los estudios para un solo niño es la mitad, y es común que tengan bastantes hijos en las zonas rurales». Sin embargo, solo con la cantidad mensual que un solo socio en España aporta se puede costear la educación de un niño en Nepal o, al menos, ofrecerle la ayuda necesaria para continuar estudiando.

    Trata sexual y otros tabúes

    Además de estos dos, una de las iniciativas más recientes es Enredarte. Nacido en 2016, este proyecto se centra en la protección de niñas y mujeres víctimas de abusos y, sobre todo, de trata sexual. Se hace de dos maneras: por una parte, a nivel de prevención de nuevos casos y, por otra, de ayuda a las víctimas rescatadas.

    La prevención se hace a través de colaboraciones con una asociación social local en Katmandú donde todos son supervivientes del tráfico de personas. «Con ellos hacemos jornadas de concienciación a través del circo y el teatro social en pueblos que sabemos que tienen índices de trata muy altos donde todo esto sigue siendo un tabú», explica Donnellan. Y es que muchas familias nepalíes venden a sus hijos e hijas, creyendo que van a tener una vida mejor, a agrupaciones que resultan ser mafias.

    Pero no es el único tema tabú: En algunos lugares se encierra a las chicas en una casa de adobe durante el tiempo que dura su menstruación, lo cual, además de atentar contra todos sus derechos y libertades, supone un riesgo tremendo para ellas. De hecho, «muchas acaban muriendo por picaduras de serpiente o araña, asfixiadas por el humo de la hoguera que encienden para no morir congeladas, o congeladas...».

    TAI, sin embargo, no considera como suyo ninguno de estos proyectos, ya que su objetivo es siempre dar apoyo a las iniciativas locales que trabajan para mejorar la situación. «Entre todos, creamos asambleas entre pueblos, vemos qué gente está concienciada para tomar el mando y luchar contra todo esto...».

    Algunas víctimas de la trata sexual son rescatadas y, aquí, empieza la segunda parte del trabajo, que va más allá de la concienciación y requiere una enorme ayuda para estas mujeres y niñas que, en ocasiones, ni siquiera han cumplido los 10 años de edad.

    El apoyo médico y psicológico se hace a través de Asha Nepal, que también trabaja para devolverlas a su entorno: «Existe un rechazo muy grande hacia ellas en sus propias familias y comunidades» y, en los casos en que no logran reintegrarlas, dicha entidad local les proporciona, con el apoyo de TAI, educación, cuidados, formación en emprendimiento...

    Becas de voluntariado

    El Ayuntamiento de Puçol lleva desde 2012 financiando una parte importante de estos tres proyectos, a través de subvenciones y, también, ofreciendo becas para mantener el programa de voluntariado. Aunque las condiciones han variado a lo largo de los años, estas becas suponen unos 1.000 euros para cada voluntario, lo que suele cubrir los billetes de avión y, en algunos casos, parte del alojamiento y la manutención.

    Esta ayuda «abarata el viaje y, a cambio, pide a los beneficiarios realizar horas de voluntariado en Puçol», explica Mónica Donnellan, que se encarga de formar a los voluntarios antes del viaje; «esto es súper importante porque, aun yendo con muy buenas intenciones, te puedes llevar un chasco enorme al sentir que no has ayudado».

    Con el fin de evitarlo, la formación se orienta a romper los estereotipos de pobreza y desarrollo, aproximarles la realidad de Nepal, su cultura, explicarles lo que es adecuado, lo que no... «Que vayan sensibilizados y concienciados porque, si no, cuando llegan, pueden tardar semanas en entender qué está pasando allí».

    Según su perfil, los voluntarios se dirigen a uno de los proyectos que TAI tiene en marcha. Como la mayoría de labores son educativas, sobre todo acuden estudiantes o graduados en Magisterio, Trabajo Social... Y también es habitual la participación de fisioterapeutas, periodistas, psicólogos... Lo importante es tener algo que aportar. De hecho, un año se presentó una ingeniera que en un principio no encajaba con el perfil buscado por TAI, hasta que comentó que era cuentacuentos.

    Existen requisitos, como tener cierto nivel de inglés, una edad mínima de 21 años y experiencia previa en las tareas que se va a desarrollar durante el voluntariado. «Cuando ha habido un terremoto no hemos mandado a gente que nunca ha puesto un ladrillo, porque si no lo ha hecho aquí, allí no va a saber», bromea Donnellan.

    En cuanto al alojamiento, estos aventureros humanitarios se hospedan con familias nepalíes. Por ello, «siempre intentamos ser sostenibles en ese sentido y no enviar un ejército de gente». Como mucho seis personas en un año, que pueden coincidir o ir solas. Los viajeros de 2020, no obstante, ante la crisis de la pandemia se han visto obligados a deshacer las maletas.

    «Es una desilusión muy grande, porque la decisión de hacerlo no se toma de la noche a la mañana, le das muchas vueltas, lleva detrás una planificación enorme y una ilusión que va acercándose con ganas de hacer cosas guays y aprender de allí», señala Sergio Caballer, que tenía planificado un voluntariado para los meses de julio y agosto. «Cuando se viene abajo es chungo, porque tampoco sabes qué circunstancias te va a dar la vida para poder ir en otro momento... La palabra es desilusión»

    Un puente entre dos mundos

    Aparte del voluntariado, TAI cuenta con un programa de Viajes Solidarios dirigido a los socios de la fundación; una experiencia de dos semanas en Nepal para conocer los proyectos y a las personas a las que cada mes ayudan económicamente. En estos casos no es necesario tener un perfil de voluntario o dominar el inglés porque se trata de grupos que van acompañados de un guía.

    En definitiva, «una manera chula y respetuosa de conocer el país» y, también, de establecer un punto de unión entre dos lugares separados por miles de kilómetros.

    Pero este afán por vincular ambos mundos no es solo cosa de adultos... Y es que Mónica se encarga de llevarlo hasta las aulas de los peques de aquí... Y también de allí: «Me gusta tender puentes entre los niños», comenta la coordinadora, que anima a unos y otros a escribirse cartas mutuamente e, incluso, a compartir sus culturas.

    «Unos alumnos nepalíes se aprendieron 'Joan petit quan balla' y los voluntarios enseñaron el vídeo aquí... Como respuesta, los alumnos valencianos se aprendieron una canción de Nepal». En definitiva, una manera de vincular a las personas a pesar de las diferencias y las fronteras. «Y sobre todo cuestionar siempre nuestros estereotipos... Es muy importante para construir una nueva realidad», añade la coordinadora de voluntariado.

    Pero... ¿Por qué Nepal?

    Cuando lo tantearon con TAI al principio de todo, la fundación no tenía colaboraciones estables en otros países, pero sí tenía algunos contactos en Perú, Kenia, Filipinas y Nepal porque había hecho donaciones puntuales a proyectos concretos. Tiko y Mónica tuvieron que elegir... «Y nos llamó mucho la atención la cultura asiática por el tema religioso, la espiritualidad, el yoga, la meditación...».

    De este modo, aquella gran primera experiencia fue fruto del trabajo previo de TAI, pero también de una elección personal. Y no se arrepienten. «Los trabajos humanitarios en Nepal son muy bonitos, pero a veces frustrantes porque no siempre salen como uno se imagina», lamenta Mónica, que recalca la diferencia intercultural: «A mí me gusta mucho ir despacio y Nepal te obliga a ello porque quedar a las 7:00 con un nepalí quiere decir que pueda aparecer en cualquier momento hasta las 12:00», comenta entre risas: «Es un aprendizaje de vida para todos».

    La crisis del coronavirus, no obstante, ha puesto fin a los proyectos de Vida Saludable en escuelas y ha obligado a repensar TAI y su labor nacional. Se abre así una nueva línea de trabajo llamada Terapias de Apoyo Integral que dará soporte asistencial y emocional a los individuos y familias, con un nuevo equipo de profesionales. En cuanto a Mónica y su compañera Jésica, pasarán a coordinar los proyectos de Nepal de forma voluntaria con el resto de voluntarios del equpo y a crear una nueva labor, como otras muchas personas están haciendo debido a la crisis.

    El compromiso de coordinar de manera voluntaria los programas de ayuda humanitaria en Nepal continúa a pesar de los obstáculos, en un año en el que estos proyectos cumplen una década. Por tanto, continuarán contando con Mónica, que es la persona que más experiencia tiene en esta labor, con seis largos viajes a sus espaldas a faltas del séptimo, previsto para este verano pero que se ha tenido que cancelar. Es importante continuar con este trabajo solidario dentro de TAI: «No quiero que Nepal se quede ahora sin apoyo, porque están sufriendo mucho esta crisis y allí no hay ayudas del Estado».

    Ahora debe buscar un nuevo empleo, aunque el camino lo tiene claro... «No sé separar mi trabajo de mi pasión, que es proteger a la infancia y compartir dicha pasión con personas de otras culturas», explica la coordinadora, acostumbrada a trabajar de más sin contar las horas extra... Solo por amor al arte. «Me nace, es visceral y no me veo trabajando a largo plazo en algo que no me mantenga esa llama encendida».

    Y es que Mónica, Tiko, Jessica, Elisabeth y el resto de integrantes de TAI conocen en profundidad el significado de conciencia social. Y lo predican de Puçol a Nepal, tras una década de trabajo humanitario, amistades interculturales e infinitas vivencias que, al parecer, les han cambiado para siempre.

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