El paraíso existe: los coros de Puçol y Cabanyal homenajean a las víctimas de la Covid
Aunque lleva trece años dirigiendo el Coro de Santa Cecilia de Puçol, este año Alejandro Díaz y sus voces tenían en agenda los dos desafíos más importantes de su historia: por un lado, en Utiel, una actuación conjunta con más de cien voces en el escenario y Carmina Burana como protagonista; por otro, en la iglesia de los Santos Juanes de Puçol, el Réquiem en homenaje a las víctimas del Covid, en colaboración con el coro del Cabanyal.
Finalmente, Carmina Burana en colaboración con Utiel no ha podido salir adelante, de momento. Los ecos de la pandemia todavía planean sobre muchos proyectos. Pero si hay un director que disfruta con los desafíos, ese es sin duda Alejandro Díaz. Así que se ha centrado en el segundo desafío de este curso, que se hará realidad el 11 de junio.
Antes de la pandemia, ya tenía organizado un intercambio de coros con un barrio de París, al lado de la Bastilla. Incluso había reservas de los franceses en el hotel Alba de Puçol… pero llegó la Covid.
«Tras la pandemia me puse en contacto con ellos: había muchas bajas en su coro porque es de personas mayores, lo que dejó paralizado el proyecto», recuerda el director del coro de Puçol. «Ahora se están volviendo a activar, pero no tienen todavía el dispositivo para acometer un Réquiem como el de Gabriel Fauré».
Una obra complicada que requiere de muchas voces sobre el escenario. Tras un periodo de espera, para que no se perdiera el trabajo, Alejandro retomó la idea y la adaptó para interpretarla con los dos coros que dirige en la actualidad, el de Puçol y el del Cabanyal, en Valencia.
«Tras comprobar el interés de ambos colectivos, nos juntamos y empezamos a trabajar. En principio, mi idea era interpretar el Réquiem solo con órgano, la versión original que escribió Fauré. Sin embargo, el proyecto ha ido creciendo y, finalmente, el 11 de junio lo vamos a interpretar en la iglesia de los Santos Juanes de Puçol en su versión completa: con orquesta de viento, percusión, órgano y solista».
Hablamos de la versión posterior del propio Fauré, una obra con mucho colorido y más brillante, pero que implica un total de 50 personas sobre el escenario… un reducido escenario que será el altar de los Santos Juanes.
«Dispondremos la orquesta debajo y el coro sobre las escaleras del altar, con un programa dedicado íntegramente a Fauré: dos piezas cortas y, como cierre, el Réquiem completo».
El sábado 11 de junio, a las 20.45 horas, comienza el desafío para los coros de Puçol y el Cabanyal con Ecce Fidelis Servus (Opus 54), una obra primeriza, litúrgica, juvenil: «Sencilla, muy típica de la música sacra, una pieza preparada para la liturgia. Para nosotros es un comienzo ligero, ideal para calentar las voces».
Cantique de Jean Raine (Opus 11) es una pieza totalmente distinta, basada en el juego con un solo con piano. «Muy bonita, una elegía sobre un texto del Renacimiento, con arreglos de Fauré y melodías muy evocadoras. Al público le va a sorprender, seguro».
Y, como colofón, la Misa de Réquiem en re menor, probablemente la obra más conocida de Fauré. «Que tiene su parte oscura, no olvidemos que es un réquiem, aunque también su lado romántico. De hecho, eliminó el fragmento del Dies Irae para sustituirlo por algo más luminoso, un ofertorio. No es una pieza tétrica, sino luminosa».
El mismo programa tendrá dos pases: el sábado 11 en los Santos Juanes de Puçol y el domingo 12 en la iglesia de los Angeles del Cabañal.
Aunque algunos han calificado de locura este desafío de 35 minutos, para Alejandro la música es su vida y nada mejor que unir los dos coros en este desafío: la salsa que da sentido a las horas de ensayos, con dos coros de aficionados, que han logrado salir adelante a base de ensayos y dedicación.
Quizá por ello, pese a ser una obra oscura, como corresponde a un réquiem, Alejandro prefiere hablar de la luz y el paraíso, un lugar que para los 50 componentes de ambos coros no debe quedar muy lejos en estos momentos: «Fauré es muy romántico, incluso algunos consideran que el suyo es un réquiem agnóstico, porque… acaba en el Paraíso, con acordes mayores, abiertos y brillantes. Lo contrario a Mozart, donde todo es oscuridad. Creo que es lo ideal para nosotros: de la oscuridad y el infierno al paraíso y la luz», finaliza el director de ambos coros.