La ESTCE reconoce la tarea del profesorado más motivador de secundaria con los Premios Marcadores
En el acto también se ha entregado el Premio de Divulgación Científica y Tecnológica en Valenciano al ensayo del estudiante Radu Andrei Matei
La Escuela Superior de Tecnología y Ciencias Experimentales (ESTCE) de la Universitat Jaume I ha celebrado la entrega de la tercera edición de los Premios Marcadores, destinados a reconocer los profesores y profesoras de secundaria que más han motivado y formado el estudiantado durante el periodo de la ESO y bachillerato.
Los 11 galardonados han sido elegidos y votados por el alumnado de primero y segundo curso de los grados que se cursan en la ESTCE. El objetivo de los galardones es dar visibilidad al trabajo del profesorado de secundaria de la rama científico-técnica, por su conocimiento y su capacidad de transmisión de habilidades al alumnado con su trabajo diario.
En el acto también se ha otorgado el X Premio de Divulgación Científica y Tecnológica en Valenciano al estudiante Radu Andrei Matei por su ensayo «Neuralink i la trascendència del pensament», que ha leído durante el transcurso de la ceremonia.
La entrega de galardones ha contado con la participación del vicerrector de Profesorado y Ordenación Académica, Joaquín Gual; la directora y el secretario del ESTCE, Amelia Simó i Juan Ignacio Climente, respectivamente; el resto del equipo de dirección del centro y los directores y directoras de los departamentos de la Escuela, además de los galardonados y alumnado de la ESTCE.
El vicerrector de Profesorado y Ordenación Académica ha indicado durante su intervención que es «muy importante la colaboración entre la universidad y los centros de secundaria, especialmente, porque es este profesorado el que marca el destino del alumnado» y «aunque ahora puedan no darse cuenta completamente de su influencia, con el tiempo serán capaces de identificar aquellos maestros, maestras o profesores o profesoras que más influyeron a la hora de elegir un camino profesional».
Además de felicitar a este colectivo, Gual también ha dado la enhorabuena al galardonado con el premio de divulgación científica y tecnológica en valenciano porque «cada vez se da más importancia a la divulgación del conocimiento» y es importante que los futuros científicos lo incorporen a su trabajo diario.
A continuación, la directora de la ESTCE, Amelia Simó, ha tenido unas palabras de agradecimiento para todo el profesorado de secundaria «en un año que se han tenido que multiplicar para atender a su alumnado, adaptarse en un tiempo récord a las herramientas telemáticas para la docencia y conciliar con su situación familiar» y después de un corto verano «readaptarse de nuevo para impartir docencia en los centros». «Gracias, ha dicho, por lidiar con esta situación complicada y transmitir los conocimientos y animar al estudiantado a continuar con su formación en ciencia y tecnología».
El profesor de secundaria de la IES Broch y Llop de Vila-real Joan Lluís Vicent ha asegurado en representación de los 11 profesores y profesoras premiadas que «es un reto diario huir de la abstracción teórica y buscar caminos para transmitir el conocimiento, pero es motivadora la búsqueda que permite conectar la ciencia y la tecnología con la vida cotidiana, así como explicar los cimientos científicos que ofrecen respuestas a las inquietudes que se plantea la sociedad, como el cambio climático o las vacunas». Para el profesor, la tarea docente implica «una formación integral que permita al alumnado dar respuesta a las diferentes situaciones profesionales con las qué se encontrarán, pero también que lo puedan aplicar en otros contextos. Con esto daremos por bien hecho el trabajo», ha concluido.
Esfuerzo, interés, exigencia, pasión y apoyo serían algunas de las razones del premio
Exigencia pasión, interés, esfuerzo y apoyo son algunos de los sustantivos que el profesorado galardonado en la tercera edición de los Premios Marcadores del ESTCE ha usado para explicarse los motivos por los cuales su alumnado lo ha elegido para otorgarle estos galardones. «Creo que el alumnado —comenta Amparo Monedero— ha considerado que soy una profesora que me preocupo mucho por ellos y estoy encima, exigiéndolos y haciéndolos trabajar mucho, pero tratándolos como personas adultas e intentando tener una relación próxima».
Para Fina Ansuátegui, la respuesta podría estar en el «reconocimiento al esfuerzo diario» y en el hecho que «en algún momento, he sabido darles el apoyo que necesitaban para continuar, porque segundo de bachillerato es un curso complicado, y sentirse valorados y apoyados los ayuda a sacar lo mejor de ellos mismos». Para Ignacio Ferrer, el ambiente de trabajo generado a clase ha sido la clave: «Era una clase muy buena, muy trabajadora a la vez que responsable, con muchas personalidades diferentes que daban riqueza y con los cuales la relación era muy próxima. Todo esto, unido con el hecho de llevar las clases muy preparadas, creo que los hizo aprender y disfrutar del año, igual que lo hice yo».
Héctor Caraballo piensa que quizás han tenido en cuenta «que los he ayudado a tener un talante crítico y racional, libre de dogmatismos y sin dar nada por asentado». Para Rosario Miñana, podría ser el interés a «empatizar con ellos y transmitirlos como es de maravillosa mi asignatura (Biología)», comenta. Para Alicia Delcampo, las razones podrían ser dos: por un lado, «crear un clima agradable de trabajo a clase, hacerla más práctica siempre que sea posible y fomentar su creatividad», y por otro lado, «estar a su lado día a día; escuchándolos y animándolos a superar los problemas que se los plantean en el bachillerato».
«Son lo mejor de mi profesión, me aportan vitalidad, juventud y alegría»
A pesar de la diferencia generacional entre ambos colectivos, son muchas las cosas que el alumnado aporta a su profesorado porque «trabajar con gente joven siempre es gratificante», comenta Fina Ansuátegui, quien añade «me dan mucho, especialmente la motivación diaria para continuar trabajando y esforzándome cada día más»; y en la misma línea se expresa Amparo Monedero: «son lo mejor de mi profesión, me aportan vitalidad, juventud y alegría». Igualmente opina Héctor Caraballo, quien dice que «el alumnado hace que quiera levantarme cada día para poder alimentar su curiosidad. Y me enseñan mucho, porque como dijo Séneca, “enseñando se aprende”». Además, comenta Rosario Miñana, «aportan vida en mis días de docencia, es un trabajo nada rutinario en el cual me divierto; y comparten conmigo sus ilusiones y también sus miedos, éxitos y fracasos en la vida».
En el caso de Nacho Alguacil, «nos dejan una huella perdurable en el tiempo. Somos privilegiados porque estamos ejerciendo la profesión más bonita del mundo, en la cual se enseña pero también se aprende», asegura y explica que «nos contagian su vitalidad y sus ganas de aprender y me obligan a ser mucho autoexigente en mi trabajo, porque nuestra tarea va más allá de impartir una materia, implica una colaboración destacada en el crecimiento personal. A Ignacio Ferrer le aportan «muchas cosas, pero destacaría las muchas lecciones de vida. Por desgracia, en los institutos tenemos muchos alumnos con muchas dificultades en su día a día que se esfuerzan y consiguen, a pesar de todo, llegar a ser buenas personas y a encontrar un futuro. Y también destacaría los sentimientos que me transmiten y los buenos momentos que paso con ellos, que me dan mucha energía y mucha alegría y me hacen sentir vivo».
¿Y como llegó el profesorado a las aulas?
La mayor parte de nosotros tenemos algún recuerdo de los maestros o las maestras de primaria o del profesorado que nos impartió clase en el instituto o la universidad. El camino de cada uno de ellos para llegar a la docencia ha sido diferente, pero todo el mundo comparte una gran dosis de aprecio por su trabajo diario y por lo que implica. Fina Ansuátegui, aunque tenía claro que quería dedicarse a la docencia, probó otras cosas y finalmente se incorporó a la enseñanza: «entro a clase y me olvido de cualquier problema, disfruto cada mañana… es lo mejor que me ha podido pasar», comenta. En el caso de Rosario Miñana, «fue mi segunda opción, pero no me arrepiento. Me encanta poder transmitir y compartir conocimientos y ver cómo los maduran».
«Me dedico a la enseñanza no solo porque me encanta enseñar, sino también porque quiero transmitir a mis alumnos mi pasión por la ciencia», comenta Héctor Caraballo, quien añade que «cuando estás enamorado, quieres que todo el mundo lo sepa. Además, como que la educación secundaria es una etapa vital en la cual tienen que tomar decisiones trascendentales, quiero estar aquí, con ellos, para ayudarlos a tomar, libremente e independientemente, la mejor decisión siguiendo siempre su corazón».
Ignacio Ferrer se dedica a la docencia por dos razones: «una, porque creo que es una de las mejores formas de aportar mi formación y experiencia a la sociedad. Y la otra es porque considero que el alumnado, en esta etapa de su vida en que está desarrollando su pensamiento lógico y formal, todavía no está inmerso en las preocupaciones de la vida de los mayores y viven compartiendo la amistad, el compañerismo, la ilusión, la ayuda en los otros... toda una serie de valores que son importantísimos y quizás se olvidan un poco cuando crecemos, pero que ellos me transmiten y me recuerdan cada día que se puede continuar teniéndolos presentes durante toda la vida».