El monumento histórico alicantino en riesgo de desaparecer
El deterioro del taller de carruajes de Beneixama provoca su entrada en la lista roja del patrimonio
En su gigantesca sala principal, con una superficie diáfana de más de 500 metros cuadrados, se entremezclaron a principios del siglo XX el ensordecedor chirrido de las máquinas y el ir y venir de la veintena de trabajadores que llegó a haber en plantilla. Ahora, sin embargo, el silencio del antiguo taller de construcción de carruajes San Antonio o taller dels Canets, en Beneixama (Alicante), solo lo rompen las palomas que anidan entre las vigas oxidadas.
El edificio industrial se encuentra en estado de abandono. Las sucesivas gotas frías que han azotado el territorio han acelerado un proceso de deterioroiniciado con el fin de la actividad laboral del taller. Los daños en la cubierta se plasman, principalmente, en el creciente agujero del faldón debido al colapso de algunas viguetas de madera. Existen otras con una curvatura apreciable que presagian el ensanchamiento de esta brecha. Igualmente, la zona de la cumbrera se encuentra abierta y expuesta al exterior. Si no se actúa pronto, corre el riesgo de ruina. Por todos estos motivos el taller de construcción de carruajes San Antonio o taller dels Canets, en Beneixama (Alicante) acaba de ser incluido en la Lista Roja del Patrimonio que elabora la asociación Hispania Nostra y que recoge cerca de 900 monumentos españoles que corren el riesgo de desaparecer si no se actúa de inmediato.
La fabricación de carros de la familia Sanchis se inicia previamente a la construcción del taller, y se remonta a mediados del siglo XIX. Es durante la primera década del siglo pasado cuando se produce el traslado definitivo de la producción al recién estrenado edificio. Desde entonces, el complejo es un reflejo de la adaptación de la producción a las circunstancias cambiantes del mercado: la manufactura de carruajes tirados mediante tracción animal (con cierta popularidad en el ámbito provincial), dio paso a la elaboración de remolques y aperos agrícolas, y evolucionó hasta la producción y montaje de estructuras metálicas, labor con la que finalizó la actividad del taller.
Durante algunos meses de 1933, el taller llegó a emplear simultáneamente hasta 20 personas, hecho que revela la repercusión económica que llegó a adquirir entre el tejido social de Beneixama.
El taller está formado por la nave principal destinada a la producción y por cuatro pabellones anexos que cumplían usos administrativos, de almacenaje, de higiene del personal y de abastecimiento energético del taller. La sala principal posee una superficie diáfana de más de 500 metros cuadrados, resuelta mediante cerchas metálicas en su dirección transversal que salvan una luz de más de 18 metros. La modulación estructural y compositiva constituye un factor patente en todos los cuerpos del edificio. La superficie construida del taller roza los 800 metros cuadrados, y se completa con más de 1.700 metros cuadrados descubiertos, destinados al cultivo y al desempeño de ciertas funciones del proceso de producción, desarrolladas exclusivamente en el exterior. El diseño de la fachada es cuidadoso, dado su emplazamiento en la avenida más transitada de la población. Abunda la ornamentación de la cerrajería, resuelta en forja.
El interior de la nave aún conserva toda la maquinaria fija necesaria para desarrollar la producción, en el mismo lugar en el que se encontraba el día que cayó en desuso. Los mecanismos industriales atesorados en el taller (fragua, enrolladora de llantas, esmeriladora de rebaje, taladros, punzones y cepillos, entre otros) dan cuenta, no solamente del intenso uso que acogió el espacio del taller, sino también de un oficio manufacturero hoy desaparecido.