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Por Ángel Padilla
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«Los niños de la vacuna», de Javier Neveo. Una novela histórica y ética

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    «Los niños de la vacuna», de Javier Neveo. Una novela histórica y ética- (foto 1)

    "A finales del siglo XVIII, la viruela, bautizada como 'el peor ministro de la muerte', se extendía de manera aterradora por todo el planeta, matando cada año a cientos de miles de personas. Los niños eran sus víctimas más vulnerables y cuantiosas. Sin embargo, con el cambio de siglo surgieron motivos para la esperanza..."

    Con esta nota comienza la novela de Javier Neveo "Los niños de la vacuna", un espléndido relato histórico de hechos notabilísimos que fueron reales en toda su extensión. El autor se sitúa en la mente de uno de los niños que fueron conducidos en barcos para probar y extender las vacunas por el mundo, Andrés Naya. En la partida de un puñado de niños entre los que está Andrés desde el orfanato Casa de Expósitos de La Coruña, donde residen.

    Junto a los demás niños y, como digo, narrándolo en primera persona con la sorpresa, susto e incluso ilusión, de un niño de nueve años, los demás y él parten con otros adultos desde el puerto de La Coruña hacia el Caribe, a bordo de la Corbeta María Pita.

    ¿Qué significa para unos niños que no tienen historia, como quien dice, porque son huérfanos, de pronto ser conducidos como héroes a navegar en una -les dicen los adultos- de las más grandes empresas de la humanidad, de la buena humanidad, para combatir un monstruo -la viruela-, pasando del más cruel anonimato a las listas de las glorias humanas por ello?

    Con esa premisa parte la historia, que es tremendamente adictiva y muy bien narrada, tan engarzada de situaciones tiernas, violentas, rocambolescas, fantásticas, terroríficas..., que así con la voz de Andrés viviendo la travesía de la que poco a poco va descubriendo sus verdaderos significados, el lector no podrá dejar de leer hasta terminar la historia, cuyo fin trae una sorpresa notable (de la que no dirá nada, claro); sólo que más allá del final normal de la historia en sí, el autor realiza un gesto muy vanguardista que es muy sorpresivo y magnífico, al mismo tiempo esos gestos de vanguardia en la forma de novelar se ven en toda la historia. Neveo entrecruza datos y escenas que ocurrieron en su exactitud con sentimientos y pensamientos modernos, aunque ya han sido experimentados en todas las épocas. Es así que muchos de los que recorren el mar en la heroica travesía se van transformando, desde lo tremendamente humano de su entrega (viajan para salvar a otros, a cuantos más mejor), y dan -sobre todo el protagonista Andrés- un salto, incluso la narración, su sustrato, de ser un relato humanístico, a serlo también de amor y respeto a los animales. Siendo como somos los humanos animales también (mamíferos), el autor se sirve de relatar un suceso acontecido históricamente para tejer en la trama sentimental y psicológica el comienzo de una era, la de la mirada amplia de la fraternidad más hermosa, la que salta del antropocentrismo hacia el resto de las especies.

    Es este un viaje tanto físico como mental. Quien busque una novela histórica de primer orden, aquí la tiene. Asimismo, quien desee un libro donde los derechos de los animales en boca de los personajes que aparecen se ofrezcan debatidos e incluso defendidos, este es su libro.

    Me consta que "Los niños de la vacuna" está siendo usado como lectura sugerida y analizada en centros de enseñanza.

    A través del relato moral humanizador y animalizador, Neveo logra una obra total donde se dan cita el entretenimiento, la cultura y el encuentro de los valores en ética; ata el siglo dieciocho con el nuestro XXI de una forma profunda, cual convergiendo las aguas de dos ríos en el mar. Para que se vea que iguales circunstancias, problemáticas, fatigas y alegrías padecemos sea el tiempo que sea en que nazcamos; y que al fin, las soluciones son las mismas. Acaso no las soluciones, sino las precauciones, el trabajo para que no ocurran las desgracias. La prevención. En la novela se detallan escenas de crueldad animal, y no en forma baladí. Javier Neveo busca la conexión total: esto es: de estos polvos estos lodos. Todo en este mundo vivo está inextricablemente unido, desde la más pequeña planta al convexo inmenso cielo sin fin hasta el pie de un mosquito a la sangre de todos nosotros.

    El pequeño Andrés Naya al enterarse de que algunos animales con los que había entablado amistad y cariño, se les ha dado muerte para realizar las comidas del grupo, decide que nunca más comerá vidas. Y se hace vegetariano.

    Asimismo, en uno de los momentos del tortuoso viaje de los niños de la vacuna, como por casualidad, Andrés es dado a presenciar una corrida de toros, de la que saldrá horrorizado pero a un tiempo esperanzado. Creo que en ese pasaje, y en otros pocos más, radica el corazón sustrático del libro. Hay horrores, pero también hay esperanza. Recibiremos daño, pero alguien habrá que acudirá con sus manos a nuestra oscuridad, con su voz.

    No es poco esto. Y se da en la novela en todo punto de ésta.

    Como digo, la escena de la corrida de toros observada junto a los adultos de la expedición por Andrés se presenta como un esperpento donde la realidad toda de la experiencia de su paso por las sendas de la Tierra del humano se concretan. Ceguera, sadismo... y corazón.

    Corazón porque en mitad de todo el horrendo proceso de tortura al toro, aparece un personaje que devuelve la esperanza en la humanidad a Andrés Naya, es un poeta que salta entre los agresores del animal, con las gradas de la plaza llena de miles de espectadores en su contra, gritando que se le deje en paz. Un poeta conocido por todos en ese estado y azotado mil y una vez por intentar detener situaciones de martirio animal. Aquí doy las gracias a Javier Neveo por convertirme en personaje de una novela, porque ese poeta soy yo: Ángel Padilla.

    Uno de los párrafos donde se habla de la aparición del poeta en la tortura taurina dice así:

    "-¿Quién es ese hombre? -le preguntó seriamente Balmis al virrey.

    -Un pobre diablo. Se hace llamar Ángel Padilla y la gente de esta ciudad lo conoce como "el poeta de los animales" porque no tiene mejor ocupación y oficio que la de escribir patéticos versos y dar ridículos discursos sobre derechos de los animales. ¿Ha visto usted algo tan absurdo? -respondió el virrey."

    Antes de ello, el poeta, a uno de los torturadores del animal que le invita a marcharse so pena de clavarle una espada, le dice: "Prefiero morir que permanecer impasible como un cobarde".

    Aquí el contrapunto y el complemento. En una historia que rebosa humanidad, Neveo ha aprovechado para introducir una humanidad mayor, más excelsa y perfecta, que contenga respeto igual que el que se tiene entre individuos de su misma especie, al resto de las especies.

    Como decía, el lector saldrá de esta profunda y maravillosa aventura pensando... y creo que mucho. Porque a la expedición se la denominó como el evento más humano y humanitario a la vez por arriesgado (muchos de los niños que viajaron en navíos murieron en algún punto del trayecto); demostrando Neveo que lo fue, pero también mucho más por las situaciones y experiencias que detalla y que no son arbitrarias: la petición de respeto al resto de las especies no es algo contemporáneo, ya se lleva debatiendo y trayendo a la palestra del pensamiento humano desde el inicio de los tiempos, y por grandes y fatigados hombres y mujeres que en su tiempo padecieron ostracismo y ninguneo por mostrar esta realidad que nos hace más grandes, que está instalada en nuestro interior (este respeto más grande), pero que debemos aprehenderlo y ponerlo en práctica.

    El niño Andrés Naya al inicio de la aventura observa con detenimiento al capitán del barco, curtido por el sol de los siete mares, poderoso, casi invencible. Del aburrido orfanato a navegar los mares en una corbeta, va mucho, y más para el corazón espumeante y creativo de un niño.

    Andrés Naya gusta, finalmente, de ir en esa expedición y nos dice que [al capitán] "una vez en alta mar, le preguntaría cómo poder comprar un barco como ése. Me estaba empezando a gustar la idea de tener mi propio navío."

    Edita Pirineo en 2013 el libro. Pero también he visto que está publicado en Amazón con el mismo título. Javier Antonio Neveo Mateo (Zaragoza, 1976) es licenciado en Filología Hispánica. En 1995 publicó el libro de poemas "Bajo la espuma del ayer". Colabora con varias revistas literarias y digitales y, en la actualidad, no sé sobre qué está trabajando su creatividad. Lo emplazaré para entrevistarlo en alguna próxima entrega aquí en mi apartado libertario, literario y animalista 'Yo, animal', si así lo desea. Entretanto le deseo mucha suerte y le agradezco infinitamente que me haya convertido en personaje de ficción. Lo cierto es que ya siento que lo soy, nunca me he creído del todo la realidad, transito entre mis pensamientos y creaciones. Mas verme en un libro y haciendo algunas de las peligrosas cosas (activismo) que realizo en la realidad, me genera un sentimiento muy feliz de duplicidad, multiexistencial. Como el que sintió finalmente el protagonista Andrés Naya, y si el lector lee la novela hasta el final sabrá por qué digo esto, a qué me refiero exactamente. 

    Yo también quiero poseer un barco, para izarme pirata y tumbar todos los barcos pesqueros. Al fin, tumbar todo daño a la vida individual y colectiva que nos lleva a la situación que padecemos, la crisis climática, el calentamiento global, las pandemias mundiales como el covid19 y las que vendrán (porque la naturaleza está descompuesta y vaciada, devastada por el humano, y por esas puertas 'de aire' entra todo lo malo que nos acontece). Mares limpios, cuerpos limpios. Con una tierra en paz, habrá un mañana, en el que no se tenga que usar contra su voluntad a inocentes (los niños de la viruela fueron usados para paliar un problema producido por los adultos). Andrés Naya es el toro torturado mientras se prosiga con esas prácticas violentas, es todos los niños con hambruna, es todas las gallinas y cerdos y vacas muriendo de pena en explotaciones animales, es el mar lleno de plásticos y el cielo atestado de smog.

    Cuidemos a los niños. Y vendrán los ángeles.

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