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Por Ángel Padilla
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Canción «Esperanza», de Toni Cotolí. Una boda entre dos caballos negros en la noche

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    Canción «Esperanza», de Toni Cotolí. Una boda entre dos caballos negros en la noche- (foto 1)

    Atmosférico, ceremonial, iniciático, oscuro y luminoso, sobre todo luminoso, así suena el nuevo tema musical de Toni Cotolí, Esperanza.

    El inicio de la melodía, sencillamente, es sobrecogedor.

    Estamos, en el inicio de Esperanza, como ante un arranque, un arranque animal, quizá de caballo que con los cascos araña la tierra, el polvo del desierto nocturno, avisando, quizá ante el inminentemente avance de un viento, de una fuerza natural, en suma. Exacto, de una fuerza natural, porque cuando termina ese primer momento de guitarreo que deja sin aliento y comienza la melodía propiamente dicha, caemos como en trance, en el 'bajar' o 'ascender' de ese animal o Impulso natural con el que el músico valenciano nos propone embarcarnos: Amanece en el mundo. Cada día amanece un nuevo mundo en el mundo.

    Entra en mi vida esta canción en plena promoción de mi último poemario La Bella Revolución (La Tortuga Búlgara) y en inmersión profunda en la gestación de mi última obra de teatro, de la que no daré nombre por si al final le cambio el título, tampoco por si me lo copian, que hay muchos malévolos tras las cortinas de esta casa sin nadie populosa de mirones. Y creedme: todo es un mismo telar, me inspira mucho esta música, me ayuda a aclararme con estos personajes que me llevan de calle, me asustan con lo que hacen y dicen (pero también me parece bonito), me inquietan porque no sé cómo terminará esta nueva aventura de la creación con palabras. No importa. Este no es el tema que me trajo aquí.

    Ha sido una fortuna, enterarme de la salida de esta nueva pieza musical de Cotolí, me lo pondré con los cascos mientras escribo, junto a otras músicas que uso para escribir, que me 'donan' sangre, y le hacen un continuo boca a boca a mi creatividad.

    No corren buenos tiempos, y cada vez todo parece ir a peor. Sin embargo, autores como Cotolí invitan a un recogimiento, a un detenerse y pensar, mirar, repensar el mundo.

    Toni Cotolí, hoy, nos invita a la esperanza.

    Sin duda, lo hace en forma que logra invocar esa fuerza y que viajemos con ella.

    En el videoclip, que se puede ver en el portal de youtube con el nombre “Esperanza -Toni Cotolí”, aparece una bailaora de flamenco que —con gran delicadeza y una gestión impecable, y ayudada de un juego de luces íntimo y de mucho galvanismo—, danza la melodía en una forma sumamente sugestiva.

    Y mira que yo vengo de ser amigo y de haber visto un millón de veces a la bailaora que denomino “La Bestia”, Sandra La Madueño, y también es cierto que, cuando veo a bailaoras de este palo musical, me suelen sonar a “antiguo”, salvo excepciones. Sin embargo, la bailarina que danza la melodía de Cotolí es una fuerza de la naturaleza, se hace una con la música, no suena a “estilo” bailado sino a mujer bailando, sin más. Su trabajo es fabuloso. También hay que decir —aunque ya se pinceló algo— que el trabajo de cámara (vean el video, vale mucho la pena) es portentoso. La fotografía de todo el vídeo es sencillamente deliciosa. En el videoclub colgado recientemente en el portal de youtube se pueden leer los hashtags “la música refuerza tu sistema inmunológico” y “la felicidad a través de la música”. En efecto, la canción Esperanza motiva, y monumentalmente. Motiva y llena de júbilo ver a la bailarina interpretando el tema, el video todo, es una loa a las artes, una loa a la belleza, y una gran loa, como solo puede hacerlo Toni Cotolí y los artistas de que se rodea, a la libertad expresiva.

    En la canción se escuchan varias guitarras, unas componen el colchón —la nube, músculo del cuerpo sonoro, muy bien gestionado, esponjoso y elástico—, y por en medio, como un rayo, pasa la melodía central. La melodía central tiene una sangre de cielo, cielo herido y a un tiempo en resistencia. Viene, ese son, de las cosas muy espaciosas, la melodía central, de la voz de por detrás de las montañas, de lo que se guarda el río por las noches... De lo que dejaron de decir los pájaros muertos, de lo que dejaron de decir quienes se marcharon de aquí antes de tiempo porque no encontraron, después de mucho luchar, un motivo...

    Toni Cotolí es considerado uno de los mejores guitarristas de guitarra española de este país, su maestría es tal que no es superior, y eso que es grande, a su intuición, es un artista sumamente intuitivo y “autista”, trae melodías Grandes, pero grandes de verdad, de la misma nada. En un tiempo en que la música, su Reino grande colorido, se ve asediado e invadido por farsantes, por músicos que dañan los oídos de la Reina Música con fantasías adormiladoras, o estresantes, que los productores más ricos creen que gustan a las masas.

    Ah las masas!, siempre el mismo dilema. ¿Qué va primero, la imposición de la oferta o la demanda que requiere mediocridad, hoy en todos los estratos? Yo creo que es un poco de todo. Pero, al final, concluí un día que en la gente siempre queda el asombro ante el arte, la necesidad de arte, y que aunque el capitalismo tenga drogada a la población con músicas simples que no edifican sino todo lo contrario, esa capacidad de asombro y de reconocimiento de lo natural, de lo salvaje, de “lo nuestro”, lo de la tribu (tribu universal, cromagnones somos todavía), el ritmo salvaje de la tribu, eso aún lo tenemos.

    Así, con Esperanza, de Toni Cotolí, podemos comenzar a andar. Con otra mirada. El arte es para eso. Un arte que no hace pensar, que no nos revolucione, que no aspire a llamarse así. Llámese entretenimiento. Arte es otra cosa.

    Para mí fue un lujo que Toni Cotolí le hiciera música a mi poema Laura los Pueblos, de “La Bella Revolución”, edición definitiva (La Tortuga Búlgara), cantada por Rocío Ro. Eso quedó como un tema muy batallador, y allí su guitarra como siempre se alza mágica y grande como las patas finas (alongadísimas) de un inmenso caballo elegante y nocturno, que nos invita a soñar. Un arpa, sus guitarras, tocada por ángeles intraterreos que nos hablan en sueños.

    En fin, creo que Esperanza es la concreción de la forma de estar, de existir, de este enorme compositor, y esta canción una de sus cumbres.

    Conmovido, sobrecogido, pensando (Toni Cotolí lo logró otra vez) me quedo pensando y pensando después de escuchar este maravilloso tema de nombre Esperanza.

    Ahora que tanto se escucha y — de resultas—  se reivindica la labor de compositores como Nacho Cano, que tanto daño le hace con su pensar y obras (Malinche es una obra revisionista del expolio, invasión, a México por españoles, el artista lo convierte este en un beso y una unión casi consentida, y esperada. Estafador) a la verdadera libertad, a la música, en fin, a la verdad, creo es hora de, entre todos/as, reivindicar a compositores de igual talla (para mí mayor, la de Cotolí que la del ínclito), y que quienes componen música desde una sangre exaltada por las cosas hermosas de verdad, y las comparten con el clan, puedan ser escuchados masivamente, como corresponde. Y podamos lanzar al pasado a los dinosaurios, que aún creen vivir en el Cretásico.

    En la novela “De ratones y hombres”, de John Steimbeck, Lenni interroga a George, a menudo a lo largo de la triste y afanosa historia, que cómo será su futuro, el de ambos, cuando puedan —eso le juró George— retirarse a vivir en una casa propia en el campo, lejos de los trabajos brutos y de una vida de vagabundeo y penuria. Cómo será...

    Todos hemos tenido —luchamos por él— un Cómo será... Con Cotolí sabemos que sólo será con esperanza. Ya tenemos algo, e importante.

    Necesitamos pensar... distinto a como quieren los fantasmas de cada uno de nosotros. Necesitamos soñar, que nuestra alma se depure, que entre el sol por los recovecos llenos de ruidos extraños y voces indeseables.

    La música tiene un alma. Es alma. Pura. No se puede desligar al músico de su forma de ver el mundo.

    En este sentido, el mirar-niño de alegría tan contagiosa de Toni Cotolí, que se expanda. Corred la voz. El genio sigue aquí. El genio bueno. Y su mensaje. Abrid todos las ventanas. Por aquí pasa.

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