Vivir es fácil recordando solo el último telediario
Señoras y Señores, comienza el gran espectáculo pugilístico de la temporada. Combaten, por un lado, el peso pesado Doña Cristina de Borbón Undangarin y por el otro el aspirante y peso ligero Señor José Castro.
Uno de los púgiles, la Infanta doña Cristina, vive en palacios y tiene como entrenador al Sr. Roca. Su despacho está decorado con mármol de carrara. Apoyando a la primera figura del pugilismo están la Casa Real, el Fiscal General del Estado, el Presidente del Gobierno y los periódicos La Razón y ABC, entre otros, además de un prestigioso equipo de abogados asesores-colaboradores muy bien seleccionados y muy bien pagados, con todos los medios necesarios. Sin duda Doña Cristina viene muy bien preparada antes de saltar al ring.
El Sr. Castro, su contrincante, es un peso ligero, un personaje sin caché, sin carisma, va modestamente vestido, trabaja con sus colaboradores en unos penosos despachos con escasos medios y papeles amontonados por los suelos, sin estanterías.
Todo está en contra del peso ligero. Desde el poder real se ha calentado el ambiente lanzando mensajes tan poco digeribles como estos: La Infanta acude voluntariamente a declarar. Quieren condenar a la Infanta solo porque es una Infanta. La Infanta quiere explicar la verdad para que todo quede aclarado y que todos comprueben su inocencia. La Infanta va a responder a todas las preguntas. La Infanta, rebosante de amor, ha confiado tanto en su marido que siempre le ha firmado, sin leerlo, todo lo que él le ponía delante. Si Dña. Cristina ha utilizado una tarjeta de crédito de la empresa propiedad de ella y de su marido, ha sido por confusión ¡tiene tantas en su monedero! Si alquiló su vivienda a una sociedad familiar, fue sin saberlo. Tampoco sabía, la más bella hija del rey, que en su propia casa había una empresa con varios empleados y que era ella quien les había hecho un contrato y les había propuesto pagarles en negro.
Tras el primer asalto, su entrenador el Sr. Roca, con caché y bien enfundado en su traje, nos dice que todo ha quedado aclarado y que el combate hay que darlo por finalizado; ya no tiene que hablarse más de una Infanta que ha sufrido demasiado. Todo ha ido bien. ¡Muy bien! ¿No han visto todos la cara sonriente de la Infanta al salir del juzgado? También dice que se ha quedado demostrado que la justicia es igual para todos. En el olvido quedan facturas simuladas (es decir falsas pero que se consideran buenas) y que no son tenidas en cuenta para que no haya delito fiscal. También quedan atrás unas extrañas compras de fincas y eso que a ella “Hacienda la vigila más que a nadie”. El dinero público presuntamente robado se deja en la mochila de Urdangarín. Tiempo habrá para quitarle su pesada carga.
No es fácil vivir recordándolo anteriores telediarios y contemplar los obstáculos que han puesto unos y otros para intentar lograr que no fuera a declarar. También hay que recordar la noticia de que la Casa Real apartó al matrimonio de los actos oficiales y les mandó a EEUU y luego a Suiza. Curioso que una trabajadora de la Caixa de alto nivel no supiera nada del dinero que se gastaba en su casa ni de dónde procedía. Demasiada confianza con un marido que fue moroso antes de contraer matrimonio con ella.
El telediario cuenta lo que cuenta y se olvida (y nos olvidamos todos) de lo que contó, por eso es tan fácil fabricar una nueva noticia e instalarla en el espacio borrado de otra anterior. Se vive más feliz pensando solo en la última noticia sin pensar en la anterior.
La infanta -nos dicen- lo ha aclarado todo. Sus previsibles evasivas, tal como desde esta misma columna anticipé el pasado día 13 de enero: “He podido averiguar cuáles van a ser las respuestas de la Infanta Cristina cuando sea interrogada por el juez Castro: No sé. No me acuerdo. Eso lo llevaba Urdangarin”. Lo que yo no sabía entonces era que esas respuestas son “contundentes y muy claras.”
En el otro lado del telediario, la Guardia Civil fronteriza, ante el drama de unos emigrantes subsaharianos (emigrantes como lo fueron nuestros padres y como lo serán nuestros nietos y como fueron también la Virgen y S. José en su huida a Egipto) dijo primero que habían logrado detener con éxito un asalto a la valla de Ceuta; luego que dispararon pelotas al aire; luego que los muertos lo fueron en el lado de Marruecos; luego que los inmigrantes se emplearon con extraordinaria dureza y que ello les obligó a disolverlos con pelotas de goma y gases lacrimógenos; luego que cumplieron la ley. Las imágenes dicen otra cosa, pero no se preocupen que se todo se irá olvidando para que seamos felices pensando en lo último que nos dicen, como se han olvidado las palabras que el Papa Francisco pronunció al ver de cerca el drama de Lampedusa en donde los muertos los pusieron otros tan desesperados como los que aquí han muerto: “¡Vergogna. Vergogna!” La “vergogna” de la que él hablaba es otra, pero también es una “vergogna” manipular los hechos (de la Infanta o de los subsaharianos) para confundirnos.
El PP, el Partido
En época del Partido Comunista de guerra fría, quien militaba en ese partido lo hacía sin debate y casi sin opinión. El Partido lo era todo. El Partido decidía. Había que permanecer unidos en el Partido. “Yo no soy nada. El Partido lo es todo” fue un eslogan que las bases asumían con la fe del creyente.
Hoy, la izquierda, toda la izquierda, es debate y discrepancia. Hoy el PP es el Partido. Lo que decide la élite del PP, es la razón, la directriz y la ideología. Lo vimos en la votación de la guerra de Irak. En privado los diputados decían: ¡en menudo lio nos ha metido Aznar!, pero incluso con el voto secreto votaron sí a la guerra y aplaudieron eufóricos. Algo parecido acabamos de ver con la reforma de la Ley Gallardón sobre el aborto.
Me ha parecido leer el eco del PSOE utilizando este drama con demagogia partidista. Aparte del tiro de pelota al agua (que no entiendo) ¿que más ves tú en las imágenes?