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Por J. P. Enrique
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Valores difuminados

    Cuando decidimos, apoyamos o no protestamos cuando los nuestros bombardearon y/o invadieron Mali, Somalia, Chad o Libia, nuestros valores democráticos quedaron muy difuminados.

    Cuando decidimos acabar con determinados regímenes dictatoriales y nuestros potentes y sofisticados artefactos de guerra destruyeron casas, sembraron la muerte y el miedo y expulsaron a millones de refugiados de sus territorios, nuestros valores democráticos quedaron muy difuminados.

    Cuando no logramos ponernos de acuerdo para repartirnos 170.000 refugiados entre 28 países, mientras Jordania y Túnez acogen a millones de ellos, nuestros valores quedan muy difuminados.

    Quedaron difuminados cuando tras asesinar a sus dictadores dejamos a esos países devastados y olvidados a su suerte con sus estructuras rotas por la guerra.

    Nuestros valores quedan difuminados cuando favorecemos el acceso al poder de gobiernos afines en los que la democracia es solo una fachada y lo importante es que tengamos acceso a sus recursos naturales.

    Cuando vendemos armas a grupos radicales opositores para desestabilizar a gobiernos, es evidente que nuestros valores quedan muy difuminados.

    Cuando predicamos libertad y la confundimos con que allí puedan instalarse Repsol, McDonald’s o la Coca-Cola, estamos devaluando nuestros valores y la democracia.

    Cuando nos escandalizando por el fraude de un parado y no queremos ver el fraude millonario de uno de los nuestros “porque está en manos de la justicia”, estamos manipulando nuestros valores.

    Cuando dedicamos páginas y páginas de los periódicos y telediarios enteros a hablar de nuestros muertos en atentado terrorista y colocamos los muertos de otros países en un rincón, nos olvidamos del dolor de los otros y difuminamos nuestros valores.

    Nuestros valores quedan difuminados cuando vemos bien que un golpista tome el poder, por ejemplo en Egipto. “Son asuntos internos” -decimos-, lo mismo que dijeron en EEUU cuando un teniente coronel, pistola en mano, tomó al asalto el Congreso de Diputados.

    Al mantener sin juicio ni acusación a centenares de personas en un tramposo limbo legal e instalar salas de tortura en países amigos, estamos poniendo en entredicho nuestros valores.

    Cuando recibimos con honores a dictadores afines y ocultamos sus atrocidades, estamos devaluando nuestros valores.

    Cuando utilizamos los atentados que sufrimos y los aprovechamos para recortar nuestras libertades y nuestros derechos, estamos devaluando nuestros valores.

    Estamos devaluando nuestros valores cuando nos ensañamos contra inmigrantes que huyen del horror y buscan refugio. También lo hacemos cuando instalamos concertinas, vallas o utilizamos a terceros para que hagan el trabajo sucio de saltarse los derechos humanos.

    Cuando votamos a partidos de extrema derecha, estamos devaluando nuestros valores. También cuando toleramos que esos radicales gobiernen en Hungría, Polonia o Ucrania.

    Nuestros valores quedan devaluados y las noticias en entredicho cuando la prensa y radio libres necesitan para vivir de los créditos y las ayudas de los poderosos grupos económicos.

    Cuando destacamos acusaciones, a veces nimias, a quienes denuncian la corrupción “porque carecen de fuerza moral para hacerlo” estamos protegiendo la corrupción y devaluando nuestros valores democráticos.

    Devaluamos nuestros valores cuando utilizamos las leyes constitucionales con todo su peso y las cambiamos arbitrariamente sin que el pueblo tenga nada que decir. Cuando endurecemos las leyes para delitos que crean alarma social y mantenemos las que prescriben delitos económicos repugnantes, estamos saltándonos nuestros valores.

    Nuestros valores quedan en entredicho cuando vendemos armas a países que luego las utilizan para reprimir a sus ciudadanos. También cuando las entregamos a rebeldes fanáticos que acaban convirtiéndose en terroristas con nuestras armas.

    Cuando democracia se reduce a votar cuando nos lo piden y quienes optan a ser elegidos puedan mentir para alcanzar el poder, sin que eso sea delito, estamos devaluando nuestros valores.

    Cuando la crisis se descarga sobre las capas más débiles de la población y se destinan ayudas millonarias al sector financiero, sería lógico que ese sector, una vez salvado, contribuyera en mayor medida a las arcas públicas. No se hace así y es una decisión injusta que devalúa nuestros valores.

    Estamos devaluando nuestros valores y manipulando las informaciones, cuando condenamos (como debe ser) los muertos de Paris y no mencionamos que el germen de ISIS es el ejército iraquí destruido. Más incomprensible es que compremos a bajo precio el petróleo que venden los terroristas.

    CLIMA BÉLICO

    Vivimos en Europa y el mundo árabe un incremento de la tensión en medio de una fuerte crisis económica que alcanza también a China y a los países emergentes, sin visos de que acabe. Se tensan las relaciones con Rusia, reeditando la guerra fría. Un avión de un país de la OTAN derriba a un caza ruso. Los muertos de Paris se utilizan por líderes mediocres para recortar libertades, dejar atrás déficits e incrementar los gastos militares. Las bolsas ven subir las acciones de las empresas armamentistas. Se militariza Bruselas y se cierra el metro y las escuelas. España, sin querer decirlo, por temor a que los votantes castiguen a Rajoy en las elecciones, se prepara a sustituir a Francia como chófer de máquinas de guerra en países del norte de África. Se bombardea Siria en busca de vaciar arsenales, aunque saben muy bien que los terroristas están aquí y que se combaten no con bombarderos (que sabemos que produjeron el efecto contrario en Irak y Afganistán) sino con servicios eficaces de información.

    Si esto no se para, los libros de Historia de los próximos años nos documentaran con los detalles de otra gran guerra. La Tercera.

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    comentarios 6 comentarios
    JPE
    JPE
    27/11/2015 06:11
    No importa la discrepancia

    No importa compartir de lo que se dice ni la discrepancia. Lo importante es razonar y exponer lo que uno piensa.

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