El Templat
Acabo de leer un interesante y documentado libro con un título que es clarificador de su contenido: “El campanar de Burriana”, escrito por Vicente Piquer. En él se repasa un fragmento de nuestra historia como pueblo: lo que fue la reconstrucción de la torre del campanario tras su voladura el 5 de julio de 1938 en plena Guerra Civil.
La reconstrucción se inició en 1942 y vino de la mano de un cura y un arquitecto que confiaron la dirección técnica a un sabio carpintero, padre del autor del libro.
El cura era Mosén Elías Milián y fue el encargado de llevar las cuentas de ingresos y gastos. Enrique Pecourt hizo los planos y Piqueres, un hombre sencillo, genial, de los que surgen de vez en cuando de las colectividades para demostrar que la sabiduría no es patrimonio exclusivo de las universidades, fue el encargado de pensar, analizar y resolver las dificultades técnicas que iban surgiendo, para darles una solución adecuada.
Vicente Piqueres Martí, un modesto carpintero, supo trasladar sus conocimientos de la madera a la tarea de reconstruir un campanario de piedra y convenció al arquitecto municipal Enrique Pecourt con sus propuestas y con sus soluciones.
En el libro, escrito por su hijo Vicente, aparecen datos muy curiosos y documentos en los que se dice, entre otras cosas, que el presupuesto fue de 404.780 pesetas. Se dan los nombres de cuantos intervinieron en la obra. Se habla de quienes donaron 2 y 5 pesetas. También de la subvención de 200.000 pesetas que logró Juan Granell del Gobierno y de la dificultad para conseguir el hierro en los Altos Hornos de Sagunto.
Junto a muchos datos, el autor también se detiene en anécdotas y sobre todo reivindica la figura de su progenitor, un hombre sencillo y con conocimientos técnicos muy amplios.
Piqueres fue, como dije, una de esas personas inteligentes, aunque sin estudios, que esporádicamente surgen en los pueblos. Me vienen ahora mismo a la memoria personajes como “Calais”, un hombre que fundó un gran comercio naranjero, sabiendo solo sumar y con dificultad. Me viene también a la memoria José Forcada, mi suegro (precisamente fue él el que apodó “El Templat” al campanario) un hombre que igual hacía de ingeniero agrícola, que escribía versos o componía canciones. Personas todas ellas con escasos estudios, pero con una sabiduría interior innata que supieron desarrollar por sí mismos.
He leído el libro de Piqueres y confieso que ahora se un poco más de nuestra historia y detalles de la edificación urbana más importante y que hace más visible a nuestra ciudad.
Dos veces, hace demasiado tiempo, he subido a nuestro campanario y albergo en mí, tras la lectura del libro, deseos de tener la oportunidad de volver a subir muy pronto para poder detenerme en detalles que narra la publicación, como la escalera de caracol para acceder a la cima con sus 58 peldaños, la gárgola sosteniendo una naranja y para estar cerca del hueco de las campanas, con la polea en mi imaginación, que pudo haber sido mortal para el director de las obras.
El Templat creció en altura de la mano de unos burrianeros típicos para que con sus 51 metros de altura, superara en un metro al Miguelete y se convirtiera así en el más alto de la región/país/reino/comunidad. En su interior 229 peldaños elevan al visitante, paso a paso, hacia las alturas. Fue inaugurado el 10 de Noviembre de 1945.
Su hijo reivindica en el libro la dedicatoria de una calle para su padre. Creo que aun más importante que eso, es que la memoria histórica esté documentada y sea conocida por los ciudadanos para que otras generaciones no olviden a destacadas personas que nos precedieron dejándonos sus huellas escritas en el libro de nuestra historia.
LA MORAL DE EEUU
EEUU es el único país del mundo que arrojó dos bombas atómicas sobre ciudadanos indefensos. El país que lanzó napalm y toneladas de insecticidas sobre Vietnam. El país que, con mentiras, formó una coalición de aduladores para invadir Irak. EEUU colaboró en el derrocamiento de Gadafi y ha facilitado que un grupo de golpistas se apoderen de Egipto tras habernos hablado de una falsa primavera árabe. EEUU dio montones de armas a los talibanes cuando luchaban contra los rusos. De aquellas ayudas y de su posterior invasión de Afganistán surgió Bin Laden y el terrorismo de Al Qaeda.
Me aprieta el corazón escuchar de nuevo el clima prebélico que se vocifera desde noticieros y tertulias, con el apoyo de España, de la Inglaterra de Cameron y de la Francia socialista de Hollande entre otros muchos “para castigar el uso de armas químicas y proteger a la población civil de un sanguinario dictador” ¿La protegieron en Libia, Afganistán o Irak? Está claro que hay un Convenio Internacional sobre armas químicas firmado en el 97 como también hay unos estatutos de la ONU firmados mucho antes.
Todos se preparan para iniciar una nueva guerra, saltándose a la ONU y las decisiones del Consejo de Seguridad. Todos tienen sus ojos puestos en usar sus arsenales almacenados y probar nuevas tecnologías que luego nos venderán, como grandes avances, para nuestros móviles, nuestras energías renovables, nuestros electrodomésticos.
Lo de Irak fue un error y “ahora todos lo sabemos”. Dentro de un tiempo, tal vez sabremos también que las armas químicas las lanzaron los servicios secretos israelíes para así forzar a Obama, el del prematuro premio Nobel de la paz, a intervenir (palabra que se utiliza para no decir destrucción, muertos, heridos y desplazados) saltándose la legalidad internacional.
Conocía ya relativamente bien la historia del Templat, por mi relación con el Sr. Forcada, el suegro de J.P. Pascual, y por Piqueres también. Y me alegro que se escriba sobre ello y se divulgue más. Nunca se justifica para mi una guerra, nunca. Y eso no significa estar de acuerdo con el Régimen Sirio. No puede ser excusa para los negocios del mundo occidental, su petróleo, su posición estratégica en Oriente Medio ni, aunque no lo digan, vender y probar nuevas armas que fabrican. Dinero y poder no justificarán nunca las guerras. Pero los Arabes también deben saber que no existen guerras santas y deberían tener claro también que la humanidad no puede seguir justificando más crímenes en nombre de Dios ni de la Patria tampoco. Las religiones y los nacionalismos exacerbados han producido ya demasiados millones de muertos. Respetémonos todos y aceptemos las creencias de cada cual y sin violencias. La libertad es el bien más preciado de los hombres, pero sin paz, nunca habrá libertad