¿Nos van a prohibir también contar chistes?
El chiste siempre fue siempre fue una válvula de escape para la risa, la crítica y el desahogo.
El chiste caricaturiza el poder político, económico o eclesiástico. Nadie se escapa de él. Es picante. Es racista. Es morboso. Habla de mujeres que gozan con la violación, de tartamudos, de homosexuales, de ETA, de obispos, de monjitas,… Hay chistes de judíos, de vascos, de catalanes,… y están en archivados los de Tip y Coll, Toni Leblanc y Gila. Están, burlándose del poder, en libros tan antiguos como “las Ranas” de Aristófanes o en películas como “La vida de Bryan.”
Ha sido siempre así, a pesar de que los chistes muchas veces ofenden y causan hilaridad en algún colectivo porque no es normal que un tartamudo ría de un relato que le ridiculice. Tampoco es entendible que una mujer violada ría con un chiste que alabe al violador. Por un chiste puede sentirse a disgusto un creyente ofendido o un político.
Eso es lo que ha sucedido siempre. Y siempre, a quien no le ha gustado ha acabado tachándolo de desagradable, de inmoral, de malo, de racista o anticlerical. Y punto. Con esa sanción se ha cerrado la polémica.
El problema surge cuando un chiste difundido por las redes sociales, que es como se difunde todo en nuestros días, se destaca del resto y se señala con el dedo a su autor: ¡fíjate que es lo que ha dicho ése! ¡Esto es intolerable! ¡Se ha pasado mil pueblos!
A partir de esa difusión en todos los noticiarios y en todas las tertulias, apuntando con dedo inquisidor al “infractor”, se pasa a un segundo nivel y se lanza contra él todo el poder del Estado con la noble intención ¡faltaría más! de defender la moral, atajar la violencia de género o proteger a las víctimas del terrorismo.
Es imposible llegar más lejos… ¡Y todo por un chiste!
En los últimos meses hemos asistido a la cacería del concejal de Madrid Emiliano Zapata, acusándolo, una y otra vez, con ley mordaza en mano y recurriendo la sentencia y acudiendo a otro juzgado. El concejal finalmente ha sido absuelto después de humillarle para que él, fingiendo arrepentimiento, diga que no, que él no quería, que lo siente mucho. No ha sido un caso aislado. Hemos vivido algo parecido con unas marionetas que sacaban un cartel de ETA en una obra que denunciaba la represión policial.
Más recientemente, leo con preocupación, que la fiscalía pide dos años y seis meses de cárcel para una joven, Casandra Vera, de 21 años por publicar unos chistes de Carrero Blanco. La acusan de “humillar a las víctimas”. ¿A qué víctimas? ¿Al dictador? Porque, además, la nieta de Carrero, a la que seguro no le habrá gustado un chiste hablando de que “había un astronauta en la cara de Carrero Blanco”, se ha manifestado diciendo que no se siente en absoluto humillada. Tampoco hubo ofensa de parte en el chiste sobre las niñas de Alcácer.
Otro caso aparecido en los medios es el de Cesar Strawberry, líder de un grupo musical acusado de “enaltecer el terrorismo y humillar a las víctimas” por escribir tuits como éste: “Franco, Suñer, Navarro, Fraga, Piñar,… Si no les das lo que a Carrero la longevidad se pone para siempre de su lado”. Fue absuelto por la Audiencia Nacional y luego condenado por el Supremo. El cantante está a la espera de lo que diga la justicia europea.
¿Va a ir el Estado contra los chistes que considere inadecuados? Por ese camino vamos a ir todos a la cárcel y en este país en lugar de morir de risa vamos a morir de pena, aunque el camino represivo lleno de amenazas les sea muy útil para manchar o eliminar a adversarios políticos.
Escucho decir a Eduardo Madina, uno de los hombres fuertes del PSOE de Susana que “actualmente no hay medida que se ponga en marcha si el PSOE no quiere”. Si eso es verdad, también debe serlo que “las medidas que están vigentes lo están porque el PSOE quiere”. Le invito a que quieran derogar leyes vigentes contra la libertad de expresión.
A un chiste se le puede rechazar desde la fe, desde la moral de quien lo escucha, desde la desgracia o el estado de ánimo de una persona, lo que nunca se puede es lanzar contra el que lo cuenta todo el poder del Estado y la represora “ley mordaza” para castigar a quien lo ha contado. Y que no me digan que se va “contra cualquier tipo de violencia”, porque estoy completamente seguro que ningún fiscal general, ni ninguno de los que tienen la sensibilidad tan a flor de piel se atrevería a actuar contra la violencia expresada en un chiste contra Bin Laden o Sadam Husein.
-Es que esos -me dirán- son personajes ajenos a nosotros
-Ah ¿y por qué no es tolerable un chiste contra los judíos?
PD Mientras aquí atacan a la libertad de expresión y a los adversarios políticos, en EEUU Maddona en la primera manifestación contra Trump el día siguiente de su elección, puede decir sin problemas que ha pensado “en volar la Casa Blanca” sin que, de momento, nadie la haya acusado de nada (digo “de momento”, por si acaso) Y otro dato: El Supremo en sentencia 329/2016 anula una condena a dos narcos “porque la policía ha utilizado prismáticos para ver en el interior de una vivienda sin autorización.” ¿A que es divertida la justicia? No es divertida. Es preocupante.
Com sempre encertat i un plaer llegir-te. Ho espera cada setmana.