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Por J. P. Enrique
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El mercado con nombres y apellidos

    “Tenemos que facilitar la inversión. Necesitamos actuar con rigor y austeridad. Hay que reducir gastos y el déficit para tener la confianza de los mercados.” Estas palabras podrían ser puestas en boca de Cristóbal Montoro. También de Elena Salgado, Rajoy o Zapatero, el director del FMI o el Gobernador del Banco de España.

    Mercados y déficit son dos palabras que nos repiten constantemente. Los mercados como ente abstracto y el déficit como argumento para que aceptemos recortes a sueldos, salarios y pensiones; también para que nos dejemos recortar los servicios que nos presta el Estado: médicos, bomberos, juzgados, servicios sociales, ayudas al paro, etc. etc.

    Pero… ¿Quién es ése poder sin rostro llamado Mercado, tan citado como desconocido que nos vigila y dictas sus reglas con guantes de seda, al que temen y ante el que se postran los gobiernos?

    El Mercado no es un ente tan abstracto como algunos piensan. El Mercado es el poder económico. El Mercado son los grandes Bancos y los Fondos de Inversión.

    A Bancos y Fondos de Inversión (el Mercado) les importa un rábano que un anciano inválido reciba o no la ayuda de la Ley de Dependencia. Tampoco les importa que haya más o menos guarderías infantiles, ni que el empleo sea cada vez más precario, ni que desahucien a una familia por no poder pagar la casa, ni… ni siquiera les importa la democracia. A ellos, al Mercado (que nadie se olvide: Bancos y Fondos de Inversión) solo les importa obtener el máximo beneficio defendiendo sus derechos sin asumir el coste de sus errores.

    Nada que cuestionar al derecho que consagra la libertad de empresa y el derecho a obtener el mayor beneficio (otros derechos como el derecho al trabajo y a la vivienda no es el momento de mencionarlos). Es legal que actúen movidos por su afán de lucro. Un lucro que sería entendible si ellos (Bancos y Fondos de Inversión) no hubieran sido, precisamente ellos, quienes han ocasionado esta crisis poniendo el sistema financiero al borde del caos.
    Si no se ha producido la quiebra es porque los gobiernos dieron, desde el primer momento, barra libre a los bancos para que tuvieran todo el dinero que quisieran a precios de saldo: al 1%, con el fin de salvarlos a ellos y al sistema.

    Salvados, de momento, de la hecatombe, sin que sus malas inversiones y juegos arriesgados les hayan pasado factura (todo lo contrario), han vuelto a lo suyo imponiendo sus “leyes del Mercado”: Nada de subir los impuestos, nada de la tasa Tobin, nada de controlar los paraísos fiscales, nada de regulaciones, nada de intervencionismo. El trabajo que hay que hacer, según dicta la ortodoxia del Mercado, es ajustar los déficits, reducir gastos, pensiones y salarios. Hay que ocuparse de reducir las cargas a la seguridad social, de flexibilizar (¿por qué a abaratar le llamaran flexibilizar?) el despido, de…
    Los gobiernos temerosos de los que acaban de salvar, con enormes sacrificios para los ciudadanos, agachan la cabeza, asienten a sus crecientes demandas y actúan según les dictan los causantes de la crisis con las caducadas recetas de Milton Friedman que produjeron el caos en América Latina hasta que el Plan Brady (1989) repartió sacrificios entre los ciudadanos, los estados en quiebra y los bancos dueños de los bonos.
    Insaciables y crecidos, los mercados piden más: contratos más baratos, reducciones de plantillas por previsibles pérdidas, nulidad de los convenios colectivos, reducción de las cuotas a la Seguridad Social,…

    A su lado las pequeñas empresas, que carecen de capacidad para saltar de un país a otro, ahogadas, apoyan las propuestas de los mercados, entrando en un círculo de crisis contagiosa que reduce el consumo afectándolas, sobre todo a ellas, de manera grave. A su lado, gentes de buena fe, escuchan y aceptan que hay que hacer caso a lo que dicen los Mercados.

    Las mismas gentes de buena fe, oyen que hay que salvar a Irlanda o a Grecia o a Portugal, sin saber que a los únicos que pretenden salvar es a los Bancos y Fondos de Inversión, poseedores de bonos irlandeses, griegos o portugueses.

    Curiosamente la ortodoxia liberal que no admite la excesiva intervención del Estado, sí admite que un grupo de grandes bancos y fondos de inversión ocupen su lugar dictando reglas sólo en su propio beneficio. Unas reglas tan curiosas que les liberan de obtener pérdidas causadas por sus malas inversiones, sin que oigamos a ningún líder político decir en voz alta: “Señores Bancos, Señores Fondos de Inversión: Uds. han comprado bonos asumiendo un riego. Si ahora no les pagan y sus bonos valen la mitad, carguen en sus cuentas de resultados las pérdidas como algo normal y explíquenselo a sus partícipes. Es la lógica de los negocios. Los altos beneficios solo se justifican con el riesgo de tener pérdidas. ¿Cómo se atrevan Uds. a exigir ahora que sus números rojos, los traslademos a los ciudadanos por la vía de duros planes de ajuste?”.

    En medio de tanta sinrazón, bienvenido sea, como revulsivo de las conciencias, el 15-M, aunque las alimañas que les observan, como a las madres de la Plaza de Mayo, estén al acecho para devorarles.


    CAMPS. Sea por presiones del partido, por intentar salvarse a sí mismo o por las razones que sean, en un acto inesperado de audacia, Francisco Camps ha relevado de sus cargos a todos los imputados en tramas corruptas, dejándolos sólo con su escaño. ¿Tendrá más claridad de ideas y sentido común el Presidente valenciano que los ciudadanos que hemos seguido apoyando con nuestros votos a personas de dudosa honestidad? Desposeerles de su escaño en las Cortes, tras el fallo judicial, sería un segundo paso correcto. Pero eso es tarea imposible.

    BOTIN. En unos momentos de austeridad en los que el banquero más importante pide sacrificios, a sus empleados y a todos, arropado por el Presidente de Gobierno, nos enteramos que él y su familia han estado escondiendo dinero en Suiza para no pagar impuestos (es decir para defraudar al estado). Ningún editorialista ha escrito palabras duras sobre hechos tan graves y muy pocos articulistas se han ocupado del tema. ¿Saben por qué? Porque los medios “independientes y libres” no quieren dejar de participar en el pastel publicitario que don Emilio Botín reparte generosamente. ¿Dónde está, entonces, la independencia y la libertad de prensa que creemos tener?

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    comentarios 12 comentarios
    Vigorhumus
    Vigorhumus
    11/07/2011 11:07
    Sr. Luiso

    Si soy un empresario naranjero o no, eso no tiene la menor importancia. Lo importante es que Vd. dice "que soy uno de ellos" como si fuera una acusación de algo y nada más lejos de la realidad. Creo que no vendrá nada mal que alguien defienda a unos empresarios que antes, ahora y esperemos que durante muchos de los próximos años sigan trabajando en un negocio con mercaderías perecederas y que tantos puestos de trabajo ha dado, está dando y esperemos que siga dando. Cuando el agricultor tiene que entregar sus naranjas "a resultas" en la mayoría de casos es debido a que cuando les ofrecieron un precio se negaron a vender esperando sacar más y luego no han podido. No quiero con esto defender esa clase de "trato", pero no es justo que siempre sea el culpable el comerciante. Ningún comercio que se precie aceptaría "collidors" sin papeles, les pagaría en negro y con precios abusivos. Vd. no tiene ni idea de los controles que se hacen en ese tema y le aseguro que no merece la pena.

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