Un juez llamado Garzón

No es un juez con la virtud de pasar desapercibido. ¿No lo es él o tal vez no lo son los múltiples y sonoros casos de los que se ha hecho cargo por turno de oficio? Para bien o para mal Baltasar Garzón es un juez estrella, que con sus actuaciones, siempre audaces y en el límite de la legalidad,  rozando el filo de la navaja, ha producido  tanta admiración como rechazo.

A lo largo de su carrera, el Juez de la Audiencia Nacional ha actuado contra mafias rusas, tramas inmobiliarias, redes de narcotráfico y un largo etcétera de causas. De esos grupos de delincuentes ha recibido amenazas de muerte en diferentes ocasiones, que no parece le hayan hecho mella. Si algo es admirable del juez es su capacidad de trabajo que confirma su equipo de colaboradores y que es fácil apreciar por la cantidad de asuntos que lleva. Acorralado como está ahora mismo, el juez trabaja en su defensa sin dejar de lado sus múltiples procedimientos en marcha, con una dedicación poco habitual en la Justicia. Sirva de ejemplo reciente, su actuación en ordenar a las 24 horas, las diligencias que la Sala de lo Penal le reclamaba sobre el caso Faisán.

Se atrevió a ir contra el PSOE  y levantó el caso de su financiación irregular conocido por Filesa. Dejó plantado a Felipe González en su fugaz paso por la política. Se ha atrevido a ir contra el PP en el proceso conocido como el caso Gürtel, instruyendo un extenso sumario, en el que desvela, con lo poco que conocemos hasta ahora, los entresijos de unas mafias conviviendo con la clase política para sacar beneficio. En el mismo proceso el juez apunta también hacia una, más que probable, financiación irregular del PP.

Se atrevió, a pesar de las amenazas de muerte, con el entorno etarra. Aplicando una visión diferente al problema vasco, actuó contra partidos políticos dirigidos por ETA, contra la prensa que les daba soporte y contra el entorno juvenil que proveía de “nuevos valores” al crimen etarra. Fruto de su actuación valiente contra el terrorismo vasco son centenares de separatistas violentos con sus huesos en la cárcel. El Juez Garzón fue tan valiente y audaz que ilegalizó al partido que ETA utilizaba y a sus sucesivos sucedáneos, sin caer en la derogación del derecho de expresión y de las libertades reconocidas en la Constitución.

Conocedor como nadie del enjambre legislativo nacional e internacional, su acción más espectacular fue la orden que promulgó contra el dictador Augusto Pinochet (que recibía las bendiciones eclesiásticas mientras secuestraba niños y arrojaba a los opositores al mar como alimento de los tiburones). A muchos nos produjo risas su atrevimiento. Parecía una quijotada que dejó de serlo cuando supimos la noticia de que el General era detenido en Londres.  Su sentencia sentó cátedra y le dio fama  como jurista de gran prestigio. A sus conferencias, en las más prestigiosas universidades y foros internacionales, han asistido los más destacados especialistas en Derecho. Sin duda Baltasar Garzón es hoy uno de los españoles de mayor reconocimiento internacional.

Ahora, un sindicato que no lo es y un residuo del franquismo ríen porque acarician la posibilidad de sentar en el banquillo (con el apoyo de progresistas, abogados especializados en esconder dinero en paraísos fiscales, comentaristas-tertulianos, políticos con el culo al aire por el dosier “Gürtel” y algún colega con ganas de venganza) al juez que ha culminado con éxito batallas imposibles en todo el mundo; por haberse atrevido -otra vez moviéndose en el filo de las leyes-  a intentar hacer justicia, nunca hecha, a los españoles que querían dar digna sepultura  a sus antepasados enterrados como perros en las cunetas, en las tapias de los cementerios o en fosas comunes. Lamentablemente y a pesar del tiempo transcurrido el franquismo sigue siendo tabú con la protección de la Ley de Amnistía, coraza que no sirvió para proteger a Pinochet o a Hitler y que ahora pretenden lanzar contra nuestro juez más emblemático.

Garzón ha cometido algunas torpezas como  acudir a una cacería con el ex ministro Bermejo y pedir el patrocinio de un coloquio en New York al BSCH. Poco importa que el Tribunal Supremo haya archivado la demanda y que el Ministerio Fiscal haya pedido que se archive, como también lo ha pedido el  fiscal que actúa en la causa del Santander. Poco importa que juristas internacionales de prestigio opinen que las actuaciones de Garzón no pueden ser calificadas de insostenibles y prevaricadoras; poco importa porque el Auto de Varela de 3 de Febrero de 2010 vaya más allá de informar sobre la petición de sobreseimiento, anticipando una sentencia condenatoria por prevaricación (¿es prevaricar interpretar una ley de manera distinta al Tribunal Supremo?) y todo ello con una rapidez que es inusual en la forma de actuar la justicia.

A Garzón podrán condenarle, apartándole para siempre de su sillón y de ese modo quienes han sentido el látigo firme de su justicia volverán a respirar tranquilos pensando que pronto será posible volver a nadar en aguas pestilentes. El juez Baltasar Garzón será -o habrá sido- siempre un juez valiente e irrepetible, con la osadía de buscar el delito independientemente del personaje en donde se cobija, por poderoso que sea.

Qué es lo que quieren que pague el Juez, ¿Su alto grado de eficacia? ¿El no  haber dado carpetazo a temas delicados como Filesa o Gürtel? ¿Su diligencia en llevar los asuntos? ¿Sus éxitos? ¿Su atrevimiento a tocar el franquismo? ¿Su valentía con los poderes fácticos? ¿Su independencia? ¿Su protagonismo? ¿Su enorme capacidad de trabajo? ¿Prevaricación? ¿Es prevaricar abrir diligencias, ir a juicio o dictar sentencias en contra de lo que diga la mayoría de jueces del Tribunal Supremo? Fuerzas antagónicas, a las que no les gusta que un juez sea autónomo, con diferentes intereses, se han unido y van de cacería en busca no precisamente de que mejore la justicia y de que sea más independiente y democrática.