Hospital de Manises: ¿modelo de hospital o modelo de negocio?
Ella sabe que sufre una enfermedad crónica. Le dijeron que el mejor equipo médico para el tratamiento de su colitis ulcerosa está en el Hospital de Manises, un hospital público gestionado por la empresa privada Sanitas que sigue empeñada en continuar administrándolo pese a presentar pérdidas año tras año. Cuando, tras sangrar durante meses, ella se notó muy débil y sintió mareos, acudió por urgencias a ese centro hospitalario. Los médicos le diagnosticaron anemia y la ingresaron.
Eso fue el miércoles antes de Pascua. Desde ese día y hasta el lunes siguiente la tuvieron conectada a un gotero, a través del cual le pusieron, primero sangre y luego hierro. Fue tomando, también diariamente, pastillas vitamínicas, calcio, corticoides, Mesalazina e Imurel.
A conocer la evolución de la paciente solo acudió, el Sábado Santo, el médico de guardia para decirle poco más que “el martes llegaría su especialista.”
En ese tiempo, debido a los efectos del hierro, a la paciente se le hincharon los brazos. El medicamento administrado por vía intravenosa le había producido flebitis.
Cuando, el martes, tras las fiestas, llegó la doctora Maroto, ordenó que dejaran de inyectarle hierro a través del gotero y que le pusieran bolsas de hielo en los brazos.
Después de Pascua vino San Vicente y otra vez sábado, domingo y lunes festivos sin control médico. (Ya se sabe que en esas fechas lo son de vacaciones y ya se sabe que no hay dinero para contratar a médicos y a enfermeras.)
El martes después de San Vicente, restablecida la normalidad, “su” médico la atendió de nuevo, aunque sin conocer el resultado del análisis de la sangre que le habían extraído ese mismo día a las seis de la mañana, por lo que dispuso que le daría el alta el día siguiente si la analítica era correcta. En esa visita, la paciente se enteró de que le habían hecho una prueba para saber si era portadora de tuberculosis. (No sé si la prueba la habían hecho por protocolo tras la transfusión sanguínea o porque habían detectado algún riesgo en la sangre o lo había en el hospital. Lo que es inconcebible es que ante ese peligro de contagio a terceros no la hubieran aislado).
La experiencia vivida durante esa estancia de quince días en el hospital de Manises es digna de ser conocida y la cuento:
En ese hospital una botella de agua se adquiere por 1,15 euros (En la habitación anuncian que “se suministrarán a los pacientes 1,5 litros diarios de agua”, pero solo entregan dos botellines de medio litro). La TV se puede enchufar por 5 euros al día. Un menú en el restaurante cuesta 7,95 euros y en su entrada hay un cartel con el que no estoy de acuerdo por lo menos en lo que refiere a la relación calidad/precio. Dice así: “Nuestro menú es el más económico, variado y completo de la zona.” En el restaurante hay enmarcados, curiosamente, varios mensajes en inglés.
En días vacacionales las enfermeras me han dicho que eran solo dos para atender a 40 pacientes en la planta. (Hay que anotar que los hay graves y también en estado crítico.)
El control de las diferentes pastillas que debían tomarse las pacientes es algo que merece un comentario más extenso:
El segundo día, a nuestra protagonista no le dieron ningún corticoide y es sabido que ese medicamento, recetado desde su ingreso, no puede cortarse en seco. Consecuencia de ese olvido es que el tercer día se incrementaron sus diarreas intestinales y su sangrado.
Ante tal error, ella, la paciente, aprendió a controlar las pastillas que debía tomarse y así pudo evitar nuevos fallos diciéndoles a las enfermeras (curiosamente todas muy jóvenes): “Ese espesante que me has traído no me lo han recetado” “Esta pastilla de Imurel, el médico ha dicho que es mejor no tomarla ahora sino por la noche”.
Los despistes no han sido solo con ella. La compañera con la que compartía habitación ha tenido experiencias similares. La pregunta “¿toca una pastilla de 25 o de 50 gramos?” no la hacia la enferma a la enfermera, que sería lo lógico, sino la enfermera a la paciente.
A esa misma compañera de habitación, aquejada de problemas pulmonares, se la llevaron un día por la mañana para hacerle una radiografía del tórax. Por la tarde otro enfermero fue a la habitación “¿Otra placa? …si ya me la han hecho esta mañana”. Déjenme que pregunte de nuevo -dijo el sanitario- Cuando regresó lo hizo con el mensaje de que tenían que hacérsela de nuevo porque “habían perdido la que le hicieron por la mañana.”
Más datos: Al segundo día que nuestra paciente pidió dos bolsas de hielo para sus brazos hinchados. La enfermera preguntó que “para qué las quería” y añadió que “las existencias de hielo son para repartirse entre todos los pacientes”.
La respuesta ha sido una prueba de la limitación de medios del hospital. No fue la única. Cuando su compañera cuando pidió la mermelada que no le habían servido en el desayuno, la respuesta fue: “Es que casi no quedan”.
Cicateras y muy flojas eran también las comidas, a base de purés de lo que sea o de zanahoria (curiosamente verde) y pollo un día sí y otro también, con la alternativa de un pescado nada presentable. La hora de repartirlas ha sido indeterminada e impredecible, aunque en teoría sirven lo que ha elegido el paciente el día anterior tras rellenar una hoja.
Un día sirvieron solo un plato. El segundo plato llegó más de una hora después. Cicatera ha sido la limpieza, con solo una empleada para hacer, deprisa y corriendo, 36 habitaciones en seis horas.
No quiero acusar a la privatización de lo que he estado viendo en el hospital de Manises, pero que una empresa tenga que ganar dinero a base de recortes en personal, medicinas, limpiezas y comidas, es algo que para nada comparto.
La Generalitat debe conocer el problema para resolverlo. Debe también poder analizar las cuentas que presentan y deben auditarlas profesionales independientes, más allá de la publicidad de que “trabajan con costes del 25% inferiores o de que contratan a especialistas famosos como Pedro Cavados o José Mir”, porque según me decían personas con las que hablé “nunca se las ve por el hospital”.
Visto lo que he visto en el Hospital de Manises como acompañante de ella, la paciente, durante quince días en las pasadas Pascuas, confío en que si, enfermo, he de ingresar en ese hospital u otro con similar política de gestión, muchas cosas hayan cambiado y que el personal no se confunda u olvide al darme los medicamentos que me recete el médico y que haya suficientes medicinas para todos y suficiente personal experto para poder atenderme, en caso contrario preferiré que me diagnostique y recete alguna doctora tan bien preparada como la doctora Maroto pero que me manden a casa y permitan que el tratamiento me lo administre yo por mi cuenta.
Tras la experiencia vivida he sacado la conclusión de que la salud como negocio no es un buen negocio para los pacientes, aunque la gestión sea -como algunos dicen- un modelo de gestión. ¿Un modelo de gestión o un modelo de negocio? ¿Por qué tienen que vincularse los negocios privados a intereses públicos? ¿No sería mejor que el empresario que vea negocio en un hospital o una escuela las construya o las alquile y a partir de ahí que fije sus precios, sus inversiones, sus ingresos y sus gastos? Me da la impresión que negocio está en los fuertes recortes y en la difuminada línea divisoria de unos contratos bien amarrados que enlazan los intereses privados con los públicos.
Efectivament així és. Als EE.UU. el paradigma i corol·lari i mirall dels negocis, he llegit que els centres hospitalaris privats solen fer intervencions quirúrgiques, com col·locar pròtesis, sense necessitat real.