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Por J. P. Enrique
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Un hombre como Ud. y como yo

    Aquel hombre no tenía futuro en aquel rincón perdido de un continente que está muy cerca y tan lejos. Tampoco tenía presente. Ni siquiera tenía las necesidades más elementales cubiertas y sufrió persecución en su propia tierra por denunciar injusticias.

    Aquel hombre pidió dinero a sus familiares que apostaron, rezando a los dioses, a la baza de que escapara a otro rincón del mundo en busca de una mejor suerte personal para conseguir mejorar también la de los suyos que dejaba atrás.

    En su deambular por países que nunca antes había oído nombrar, sufrió el asalto de ladrones, vejaciones, palizas y violaciones, cuando él y su mujer embarazada iban en busca de un lugar mítico, que él consideraba de ensueño, llamado Europa.

    Aquel hombre es un hombre igual que Ud., igual que yo, pero con muy poco que agradecer a los dioses.

    Aquel hombre que en el camino, tras perder para siempre a su mujer, vivió mucho tiempo (ni él sabe cuánto) en un campo de refugiados de Somalia, hacinado con los otros fugitivos bajo un pedazo de lona a la espera de que a la hora señalada le avisaran para el reparto de comida que voluntarios de una ONG llamada ACNUR distribuían una vez al día.

    Aquel hombre recuerda que, siendo niño, miró curioso al cielo mientras lo surcaba un avión con un ensordecedor ruido que le hizo elevar su mente para imaginar que existía otro mundo muy diferente al suyo.

    Aquel niño nunca supo lo que era jugar. Tampoco supo que podía aprender y que a veces el cuerpo enferma y que, a veces, puede curarse.

    Aquel hombre, desde aquel espacio sin futuro de la ONG, recuerda que oyó un día la voz de otro compañero que le decía: “Mañana al amanecer hemos planeado escapar. Hay un grupo de amigos que nos trasladan hasta un lugar llamado Marruecos para desde allí entrar en España, la puerta de Europa. Nos ofrecen un trabajo y ellos se hacen cargo de los gastos que luego nos irán descontando de nuestros salarios”.

    Aquel hombre tuvo suerte y tras varios intentos fracasados que acabaron con palos, vejaciones, encarcelamientos y torturas, propinados por guardias marroquíes que decían adorar a Alá y que obedecían las instrucciones recibidas de un gobierno católico del norte del Estrecho, logró su objetivo. Tras cruzarlo, estuvo trabajando durante diez años en un campo de hortalizas de Andalucía. Durante ese tiempo le dieron de comer y solo recibió lo justo para alimentarse. El dinero se lo quedaron sus amigos que no eran otra cosa que mafiosos en los que no tuvo más remedio que confiar.

    Durante ese tiempo durmió hacinado con otros compañeros para seguir vivo y mantener con él la esperanza del futuro, anhelado en su juventud, en aquel rincón africano.

    Un día logró escapar también de aquel lugar de trabajos con sueldos de miseria y de sus protectores, y durante un tiempo (ni él sabe cuánto), deambuló de una ciudad a otra. Limpió platos, ayudó en la recolección de naranjas, en la recogida de aceitunas, en carga y descarga, en…

    Con todo eso consiguió sobrevivir como pudo huyendo siempre para evitar ser expulsado.

    Hace tres años, nuestro hombre, ya con 52 años, finalmente, logró un contrato de 6 meses, pero la empresa cesó en su actividad y estuvo infructuosamente esperando cobrar lo que le debían. El Estado le recogió en la calle y le dio una ayuda temporal de 400 euros mensuales.

    Ahora pasea todas las mañanas deambulando por las calles de Barcelona y esta mañana se ha cruzado con dos mujeres mayores vestidas de negro que le han mirado con desprecio y le han dicho: “Malditos negros. No sé para qué vienen”.

    Eso mismo se pregunta el negro, al que casi se le había olvidado que salió de su casa, de un rincón africano, huyendo de la persecución y de la miseria, tratando de encontrar la esperanza en un futuro al que todos tenemos derecho, independientemente de la circunstancia de haber nacido en uno u otro lugar que, tristemente, nos deja marcados para siempre.

    El negro, en su largo caminar de tantos años en busca de esa esperanza, acaba de descubrir, ahora que sabe que las enfermedades pueden curarse, que si se pone enfermo no va a ser atendido en un hospital y que sus fuerzas han ido perdiéndose por el camino de la vida.

    El negro sabe que dos mujeres de negro le despreciaron, pero nunca sabrá que un anciano que contempló la dura escena, se marchó muy afligido pensando en su hijo que tuvo que emigrar también muy lejos hace un año y que tal vez allí, si la vida no le sonríe como suele ocurrir con la gran mayoría de desplazados, dos mujeres le miraran también con desprecio y le dirán algo parecido a lo que aquí ha escuchado que le decían al pobre negro.

    EL ÉXODO SIRIO

    Hemos alimentado la guerra en Siria avivando el fuego en ese territorio. La guerra ha generado hambre, destrucción, mutilados, muertes y decenas de miles de desplazados que huyen del horror. Esos desplazados se han dirigido en masa a Turquía, Jordania y Líbano, países que ya están saturados. Ahora se dirigen hacia Europa y la misma Europa que atizó el fuego les cierra sus puertas y, con cantos xenófobos, les rechaza. Es inhumano lo que hacemos con los que huyen del horror.

    ACNUR es un organismo de la ONU que se ocupa de mitigar las desgracias de los refugiados que ocasiona esa guerra y tantas guerras. Tal vez el mejor regalo para estas Navidades sea hacerse socio o apoyar con un donativo a esa asociación. Tal vez el espíritu navideño se exprese mejor siendo más solidarios y alejándonos del miedo y el odio que propagan el racismo y la xenofobia.

    Navidad. ¡Feliz Navidad… para todos! (Porque estos días es mejor pensar en la Navidad y no hablar de este País que, milagrosamente, aguanta a pesar de que se confirman ahora los manejos del PP en Caja de Madrid; del oscuro ático de González; de la presión de Aznar para que la Caja comprara por 54 MM lo que valía 3; de la escandalosa subida de la luz de Soria; del desvío de la gestión del Banco de Santander a las islas Caimán; de los escándalos de la UGT en Andalucía; de la basura de los clubes de futbol; de la desastrosa gestión del Hospital Provincial de Fabra,… y el Fiscal General del Estado actuando como abogado defensor de González y de la Infanta.)

    ¡FELIZ NAVIDAD! ¡FELIZ NAVIDAD! ¡FELIZ NAVIDAD!

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    comentarios 2 comentarios
    RACHOLI
    RACHOLI
    22/12/2013 11:12
    Mas de lo mismo

    Efectivamente al menos en África, todavía queda agricultura y ganadería, aquí pues ya se sabe lo que nos queda, o sea ni para la luz. Y si probamos a solucionarlo las personas mandando al carajo a los gobernantes?. No estoy seguro que esto seria una solución, pero si que se, que no se perdería gran cosa. Es mas, a algunos ni en casa se les echaría en falta.

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