La Guerra de las Cooperativas
En mi pueblo hay dos cooperativas: Las llamaremos para simplificar A y B. La A exhibe en su fachada un cartel como “millor” y yo pienso que si es la “millor”, será un ejemplo a imitar y un modelo a seguir, según selección que ha efectuado nuestra Generalitat Valenciana (la misma que, con los mismos u otros argumentos, nos pregona que somos una Comunidad a imitar y que critica el endeudamiento de España, sin decir que aquí nuestra deuda es, nada menos, que el 14% del PIB y la tasa de paro en cifras que rompen moldes).
La cooperativa A, durante años, está siendo y ha sido criticada en voz baja por muchos socios por los altos precios de los productos que vende; aunque es verdad que luego retorna unos pequeños beneficios, pero –aun así – son altos para el fin social que se le presupone. Su política de precios ha dado lugar a que muchos agricultores se desplacen a poblaciones vecinas a hacer sus compras o acudan al sector privado.
Yo, en mi experiencia, no he estado tampoco de acuerdo en su forma de llevar las labores agrícolas y lo expuse primero y luego lo denuncié públicamente y se ofendieron, tanto, que hasta vocearon que me iban a llevar a los tribunales, a pesar de que en mis críticas -lo confieso- jamás he tenido animadversión a nadie, ni he tenido, ni tengo, otra actitud que la de tratar que las cosas mejoren, sin buscar ofender a nadie, salvo a quienes se ofenden solos y prefieren esconder los errores, las críticas y los fallos bajo un tupido velo, como la doctrina dominante que defiende un sector del colectivo eclesiástico que debiera ser ejemplo y es, lamentablemente, noticia en todos los telediarios.
Pues bien, la cooperativa naranjera B más conocida por Burexport que lleva años difíciles y erráticos desde la fusión, por no desprenderse a tiempo de un patrimonio inútil que en su momento valía mucho dinero y ahora es un lastre (tuve que dimitir del Consejo Rector aburrido de defender inútilmente argumentos en esa línea). La cooperativa que denominamos B, creó, recientemente, una sección de cultivo que enfureció a A, enfurecimiento que se ha multiplicado al proponerse B, vender abonos y productos químicos para el campo, y hasta soñar con las fantasías de montar una gasolinera e instalar placas solares en la cubierta de sus almacenes, en momentos de ausencia de crédito, falta de garantías, escasa capacidad de pago y fugas de socios. Al sentir la competencia o el anuncio de la competencia, la cooperativa A no ha actuado bajando sus márgenes, ni ha buscado analizar si ha fallado en algo, ni se ha sentado a buscar un acuerdo viable para ambas cooperativas, sino que contra lo que cabría esperar, la cooperativa modelo ha iniciado una guerra contra la débil B, mientras, con las paredes como testigos, se escuchaba una voz perdida que decía: “Si tu aplicas un margen tan bajo me vas a perjudicar” “Nadie os va a vender productos a mejor precio que a mi”.
Ante un espectáculo tan lamentable por quienes están al frente de un sector que duerme en la agonía, los que lo vemos desde fuera, solo sentimos estupor.
Comento otro tema: La Cooperativa agrícola de San José, que para simplificar he descrito como “A” me ha remitido un escrito con dos puntos que han suscitado mi interés y sobre los que he tratado de obtener una más amplia información:
1.- Se proponen vender naranjas en común para “facilitar la difícil venta de la cosecha” y seguro que no lo hacen para fastidiar a Burexport. Me explican que de momento no saben como lo van a estructurar, que están de momento apuntando nombres de personas interesadas a las que obligarían a llevarles las tierras para que “la naranja se pueda vender con garantías de que se ha tratado correctamente”.
2.- Me hablan también, en el escrito, de unas subvenciones de la Generalitat de hasta el 40 % de las inversiones. Lo he leído y, animado por las palabras de Camps: “entramos en una etapa de abundancia, sol y optimismo”, me he dicho “Ya era hora que la Generalitat apoyara el campo”. Si hace dos años tuve que soportar elevados gastos para arrancar un huerto abandonado y plantar allí aguacates, ahora podré hacer lo mismo con otro huerto cadáver del PAI de Sta. Bárbara, con una ayuda que me permitirá pagar sólo el 60% de mi inversión.
Mi primer fiasco ha sido escuchar que estas ayudas “están pensadas para Cooperativas y Sats” condiciones de las que nada decía el escrito ilusionante que me remitieron y el segundo que “los fondos son muy limitados”. Que les mande: DNI, Certificado de mi cuenta bancaria y de pertenencia 3 años a la cooperativa. Ellos lo remitirán a la Consellería y desde allí ya reclamaran lo papeles que les falten y a ver si toca algo en la pedrea.
Lo que les cuento me lleva a reflexionar que si el presente es malo, mal futuro espera a nuestros campos, si nadie se mueve en la dirección de reestructurarlo, para convertir las hanegadas en hectáreas y orientarlo hacia otras producciones por la vía de ayudas a nuevos emprendedores. Esperar algo de la agencia de alquileres que nuestro concejal de agricultura, en dedicación exclusiva y sueldo anti crisis, ha copiado de alguna parte, es esperar que nos toque la lotería sin haber movido un dedo ni para comprar una participación.
Estoy seguro que Sotogrande sigue estando interesada en el proyecto. Ya he mencionado antes que lo escuché en la radio en un debate entre un miembro del Consejo de Administración de Santa Barbara Golf y los portavoces de los diferentes partidos politicos de Burriana. Según explicaron ese proyecto es singular y diferente al resto. Esta orientado a una clientela que nada tiene que ver con lo que aqui conocemos. Sotogrande es conocido internacionalmente y sus clientes son mayoritariamente ingleses y holandeses con un fuerte poder adquisitivo, que buscan algo diferente. No estan hablando de una urbanización con viviendas para vecinos de Burriana o pueblos colindantes, estos hablan de una urbanización para gente de fuera, que quiere tener su residencia aqui en una zona tranquila y con buen clima.