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Por J. P. Enrique
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A Dios lo que es de Dios y ¿al César lo que es del César?

    Había una vez un cura que ejercía en un pueblo con mar. El hombre de Dios, con un buen corazón, practicaba la caridad y el amor al prójimo, algo que no todos los hombres de Dios hacen. Nuestro hombre se había preocupado de  acudir a las industrias de panadería a pedir los sobrantes de pan para distribuirlos entre los necesitados que acudían a él en busca de ayuda, a los que les entregaba también frutas y hortalizas.

    Para poder dar un mejor servicio a las necesidades propias de la parroquia nuestro hombre necesitaba un local y encontró uno que consideraba adecuado.

    Él sabía que el precio era de 420 euromaravedíes y habló con el dueño que, por iniciativa propia, sensible ante los loables fines del eclesiástico, convino rebajárselo a 350.

    El cura del pueblo con mar agradeció la rebaja y confirmó el acuerdo después de recibir la autorización del obispado.

    “Esto -dijo el reverendo al dueño del inmueble, ante el asombro de éste- podemos pagárselo como quiera: en “B” o  en contrato legal”.

    Por supuesto que hay que hacerlo legal -dijo el dueño-  tras escuchar que “ellos recibían donativos y podían pagar con ese dinero opaco”.

    Cerrado el acuerdo, el dueño se quedó reflexionando sobre el dinero que recibe la Iglesia del Estado a través del IRPF, las exenciones en el pago de muchos impuestos, los acuerdos de sus colegios concertados, los 16.000 profesores que imparten su doctrina pagados por el Estado… también sobre la importante labor social que realiza nuestro amigo el cura del pueblo con mar y muchas asociaciones benéficas. Pensó también en el mandato divino de dar a Dios lo que es Dios y al César lo que es del César.

    Dejando atrás las reflexiones, el dueño requirió los datos para que el abogado redactase por escrito el acuerdo y le llevó a nuestro protagonista el documento con las llaves del local.

    Pasaron 1,2,3,4,5 y 6 días sin que el futuro inquilino eclesiástico entregara el depósito, la mensualidad y el documento firmado.

    Finalmente, después de dos llamadas del propietario sin respuesta, el cura telefoneó al dueño del inmueble para decirle que “el administrador le había dicho que era inasumible pagar tanto dinero” (Nota: Iva 63 euromaravedíes. Basuras y comunidad 23. Coste total 436).

    Parece claro -pensó el dueño- que el peso inasumible eran los 63 euromaravedies de IVA y siguió pensando en las subvenciones que a la Iglesia le llegan por vía de impuestos y en que la propia religión católica enseña que hay que dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Actuar así es, además de cumplir un mandato divino un ejemplo de civismo para que los que se acercan a recibir consejos, enseñanzas, consuelo y el perdón, actúen del mismo modo y cumplan con sus obligaciones para con el César, ya que el dinero que él recauda también cumple un alto fin social: becas, desempleo, ayudas a minusválidos etc. e ingresarlo según lo que las leyes establecen, contribuye a no incrementar los denostados déficits de las cuentas públicas, hoy tan repetidos.

    Defraudar impuestos con la mano izquierda y entregarlos para loables fines sociales con la otra mano,  son dos actos humanos, uno de Dios y el otro del diablo. El  pecado del Maligno, no por ser tan común, es menos execrable y algunos  tienen, más que los comunes mortales,  la obligación social (y moral también)  de dar ejemplo y denunciar esos delitos que demasiadas personas cometemos sin darles importancia.

     

    PD cuentan las crónicas que el cura quiso ser magnánimo con el dueño del local cuando fue a recogerle las llaves:

    - Perdóneme por los quebrantos, dígame los gastos que le he ocasionado y se los pagaré.

    -Esté Ud. tranquilo que a mí no me debe nada. Si habría que pedir perdón a alguien sería a la pareja que quería montar, en el local, un negocio para este verano. Me comprometí inicialmente con ellos y finalmente rechacé su oferta para favorecerle a Ud. También habría que pedir perdón a todos por intentar hacer un contrato fraudulento e  implicarme a mí para que yo también cometiera un fraude.

     

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    comentarios 17 comentarios
    Amadeus Mozart
    Amadeus Mozart
    19/07/2011 11:07
    Ni quito ni pongo

    Esta tarde hemos coincidido en una terraza del Puerto D. Antonio y yo. Le he preguntado como llevaba lo que se ha escrito estos días en este digital. Me ha dicho que nada sabía al respecto. Después de contarle lo leido en la columna de Miguel Bataller y en la de Joan Pascual Enrique, y decirle que él mismo podía leerlo entrando en este digital, hemos opinado sobre el tema. Es evidente que no voy a contar la conversación, aunque si debo decir que su versión de los hechos no es la de J.P.. Pero esa es una cuestión que ellos mismos, han de arreglar porque seguro que existen malos entendidos o interpretaciones erróneas. Con lo cual digo, que no estoy negando ni afirmando, que ninguna de las versiones sean verdad, medias verdades o inexactitudes. Pero como quiera que yo si conozco lo suficiente a D. Antonio como también el me conoce y sabe que aun siendo poco o nada religioso, sabemos que no existe tema que ambos no podamos tratar distendidamente, y eso, nos enriquece creo yo. Tolerancia

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