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Por J. P. Enrique
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Cuento inmobiliario

    Había una vez, en un pequeño pueblo de un cercano país habitado por gentes pecaminosamente ambicionas que creían haber descubierto maná en la superficie de su suelo, un hechicero prodigioso y poderoso, de cuyo nombre no quiero acordarme, el cual tenía un grave problema a causa de unas enormes deudas contraídas por sus influyentes clientes con los que se relacionaba; y como suele ocurrir en estos casos, el problema no era de los deudores sino de hechicero prodigioso y poderoso, ya que hay una máxima que es verdad de la verdadera, también en nuestros días, conocida por el hechicero que decía y dice: “Si yo te debo 3.000 euros(maravedíes) el problema es mío. Si te debo 3.000 millones de euros (maravedíes) el problema es tuyo”.

    Entonces ocurrió que el hechicero prodigioso y poderoso, muy listo, con su poder, imaginación y habilidad para moverse en el mundo de los negocios, convirtió la deuda millonaria, de los insolventes clientes suyos, en centenares de deudas fraccionadas y las repartió generosamente, dejando a muchas personas muy contentas porque finalmente la reconversión de sus improductivas tierras en grandes palacios, con la que siempre habían soñado, saldría adelante y la riqueza emanaría abundantemente nivel de superficie. ¡Viva S. Gregori! Gritaban satisfechos los lugareños sin que nadie supiera si manifestaban o no devoción a un santo.

    Y ¿saben lo qué le pasó hechicero prodigioso y poderoso?. Que de un plumazo dio solución a un problema muy serio que le quemaba incandescente en sus manos.

    Sin pasar demasiado tiempo, la decisión tomada por el hechicero prodigioso y poderoso fue apoyada y bendecida por el hechicero Mayor de la Gran Ciudad del Reino, famosa porque sus habitantes tienen la costumbre de inhalar poliuretano quemado con pintura tóxica una vez al año entre gritos de alegría, estruendos y fuego purificador.

    Y ¿Saben qué les pasó a los lugareños? Que se repartieron las praderas enmarcadas de cemento enladrillado y con ellos las grandes deudas fraccionadas que el prodigioso y poderoso hechicero adornó con falsas luciérnagas ante la admiración complaciente de muchos.

    Y como los cuentos finalizan con el colorín colorado, éste también acaba así, mientras que nuestros protagonistas descansan embelesados en su profundo sueño a la espera de que, tras tomarse el tiempo necesario, llegue el príncipe azul de todos los cuentos, que como todos los lectores de historias infantiles saben, nunca jamás suele llegar ni en AVE ni en avión.

    Y en la espera de que llegue el ansiado príncipe azul cargado de palacios y fajos de billetes (euros o maravedíes), los habitantes del pequeño pueblo del cercano país, quedaron dormidos plácida y profundamente, acariciando su sueño un año y otro año, y otro…

    En la profunda paz de su placentero sueño, en el pequeño pueblo del cercano país, un día luminoso, regalo de la naturaleza, en lo más alto de un viejo muro, un ave escapada de alguna jaula recitaba unos versos aprendidos en algún recóndito lugar:

    A un solar de rica miel, mil golosos acudieron
    Y todos ellos murieron, presos de deudas en él.

    Y mirando los desastres, cegados tanto correr
    Seria bueno aprender, para actuar con más tiento.

    Siempre y sin que nadie supiera porqué, tras recitar los versos, el ave intrusa acababa diciendo: “San Gregori, gori, gori, gori.”

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    comentarios 3 comentarios
    burrianero
    burrianero
    12/08/2009 09:08
    a bataller

    todos los del pp que piensan como tú, deberian callar. que sigas apoyando el pan para hoy y el hambre para mañana, dice claro que no te importa burriana, ni su futuro desarrollo, ni crees en las posibilidades de la misma. yo quiero riqueza para todos. los que son propietarios, los que especulan y que todo eso se traslade a burriana, con servicios, obra pública, desarrollo turístico, parkings,comercio local, y todos seamos partícipes de la gestión. pero claro, uno del pp, como se ha visto en estos 14 años, no lo puede entender. piensa bien, reconoce los errores, y abre un poco mas tu ambición. y mira que me caes bien.

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