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Por J. P. Enrique
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Al calor de la brisa de agosto

    Pegado al mar, en una de mis tertulias nocturnas que se repiten cada año en el mismo marco del cálido agosto, un grupo de amigos hemos hablado, con pasión, de empresarios, de políticos cercanos y lejanos, de dinero negro, de crisis,…

    Sobre el repetitivo y apasionante tema económico me decía mi amigo interlocutor que “el gobierno está ahogando al pequeño fontanero que tiene que cerrar su empresa y se arruina al tener que pagar el despido de sus dos empleados fijos”. Asentí matizando que detrás de ese drama está el grave problema de dos empleados, compañeros de muchos años, los cuales recibirán el importe que marca la ley por los años trabajados, pero su drama sería mucho mayor si se les rescindiera el contrato sin nada (o con casi nada, que es lo que pretende la patronal con su propuesta de un nuevo contrato sin indemnización por despido, que me parece lógico lo defienda el presidente de Repsol, pero me cuesta entender que lo asuma como propio el propietario de un pequeño negocio, cuyos hijos y nietos van a ser más víctimas de la creciente precariedad laboral).

    Al lado del fontanero que citaba mi amigo, hay también ejemplos de propietarios de sociedades anónimas o limitadas que han hecho suspensión de pagos (lo de situación concursal no me gusta) y ha ocurrido lo que es bastante frecuente: que la empresa quiebra y el empresario, arreglando las cuentas y presentando un balance perfectamente amañado, hace su apartado para seguir a flote y mejorar su nivel de vida. Eso si, todo muy legal, como lo es también dejar muchas deudas sin atender. Convinimos que eso pasa con sociedades anónimas o limitadas y menos en pequeños empresarios. Nos pusimos de acuerdo en que los que gobiernan apoyan siempre a los grandes en detrimento de los pequeños “a pagarlo siempre poca ropa”.

    A partir de ahí surgió el tema del dinero negro que es un “deporte” en este país que no lo practica quien no tiene ocasión, porque no somos conscientes que quitarle ingresos al Estado es quitárnoslos a todos y restar inversiones en hospitales, escuelas, etc. ¿A quien no le han dicho alguna vez (también en boca del fontanero que mi amigo me ponía como ejemplo victimista): “Esta factura la quieres con IVA o sin IVA”? o “¿Quieres factura o no?. Si te la hago tengo que cobrarte el IVA” Quien no haya planteado/aceptado una propuesta semejante lance la primera piedra y reconozca, en algún momento, que ha cometido un delito. Mi interlocutor en defensa de su opinión se reafirmó diciendo: Es que si no se hacen facturas en negro el pequeño empresario está ahogado y no puede sobrevivir. Tengo claro que muchos empresarios lo están pasando mal ahora mismo pero resulta que durante catorce años los billetes circulaban con alegría y existía la misma práctica “deportiva”. Repasando las Cuentas de Resultados de muchas empresas, cualquiera puede comprobar que los beneficios declarados crecían a ritmos del 40-60% un año tras otro y se pasaba de 100 a 150 y de ahí a un nuevo incremento 50% (sobre 150). ¿Dónde quedaron aquellas sumas acumuladas durante años de bonanza?

    Ahora, con la crisis, se exigen y se consiguen apoyos para quien fabrica y quien compra coches (que a mi me producen sonrojo porque con el mismo derecho debería obtener subvención quien compra zapatos o golosinas en una pequeña tienda) y para bancos/cajas (más sonrojo todavía). Movidos en esa dinámica todos los sectores (excepto los citricultores que parece que nos conformamos con dos pesetas y abultadas pérdidas, sin abrir la boca) miran hacia el Estado para pedir rebajas en la Seguridad Social (para que las pensiones públicas se mermen un poquito más y luego nos digan que hay que bajarlas) y un despido mucho más barato (decir libre, aunque ya existe, suena mal). En este contexto puede suceder lo que ya se inició en un anuncio publicitario en la vecina Francia: una subasta a la baja del puesto de trabajo. “Ofrezco una plaza de lechero a quién esté dispuesto a trabajar por menos dinero”.

    Me preguntaba ¿Dónde quedaron los beneficios acumulados durante los catorce años de bonanza? ¿Cómo en año y medio de vacas flacas el Estado tiene que ayudar a la Ford, a los poderosos bancos, a los compradores de electrodomésticos,…? ¿Qué ha ocurrido realmente? Sin duda, mucha culpa está en la excesiva alegría, la incapacidad del gobierno para frenarla, la especulación, el derroche, la ambición desmesurada y la ceguera; también en el 23% que ocupa la economía sumergida desde donde un empresario puede cerrar su empresa y marcharse con un grupo de amigos a Ibiza, pagar 30.000 euros por alquilar 15 días un yate y acudir a una cena en la que puede gastarse seis mil euros (si, un millón de pesetas sin que nadie indague de dónde proviene la riqueza de quienes gastan a manos llenas sin ser hijos de Botín ) mientras en la alegría de la fiesta consensúan, con la luna llena como testigo, que la culpa es de Zapatero por despilfarrar tanto. Estos poco éticos empresarios, de dinero rápido y economías sumergida, a mi me producen desprecio porque a su alrededor malviven estafados y desgraciados como el inmigrante boliviano de Gandia que perdió el brazo y se lo arrojaron a un basurero. Estos personajes nada tienen que ver con quienes, moviéndose en la legalidad, han invertido en tecnología, en atención al cliente, en ahorro de costes, en imagen de marca, en calidad de servicio, o quienes como el pequeño autónomo que sufren con dedicación y sacrificio. Eso que quede muy, muy claro.

    En la brisa nocturna apareció el caso Gürtel en el que tengo claro que quien hace un regalo (el regalo se hace al cargo; si acaba el cargo acaban los regalos) lo hace en busca de favorecer una relación comercial y está buscando obtener una resolución favorable o un apoyo o busca ganarse una amistad útil para su negocio o actividad. Si un ente público abre un concurso para pintar un inmueble o hacer una carretera la empresa que acude al concurso, con el regalo, pretende agasajar a quien decide y lo hace para influir en él y eso no es cohecho propio o impropio, sino simple y claramente so-bor-no o intento de so-bor-no. No es otra cosa lo que busca quien hace un regalo al director de banco para facilitar la renovación del crédito, al periodista para que no haga artículos comprometidos, al gobernante para que le tenga en consideración o al obispo para que le tenga en cuenta en sus plegarias.

    Surgieron al calor de la noche más temas: La imputación del antaño insolvente presidente provincial que confía en que, al igual que su amigo Camps, un amigo del alma le libere de graves acusaciones documentadas por un fiscal. Hablamos también del creciente poder municipal de la novia del líder provincial en detrimento de concejales que han quedado relegados a recibir un buen sueldo por una dedicación exclusiva con poco contenido; sueldo que se les mantiene, tal vez, para evitar que deriven en nuevas “mariolas”. Surgió también el vergonzoso tema de Chávez el andaluz por la subvención a una empresa en la que trabaja su hija. También hemos hablado del admirado y odiado juez Garzón y de las magistrales declaraciones de María Dolores de Cospedal con las que ha logrado abrir una brecha al caso Gürtel, aunque sea a costa de hacer añicos el principio básico de derecho que dice: “Quien acusa deberá probarlo”.

    Y la brisa nocturna, en el calor de la noche, se llevó todos los comentarios y devolvió a cada uno al dulce encierro en su pequeña fortaleza, con los mismos pensamientos que trajo. Demasiados temas inundaron la noche al calor de la brisa de Agosto.

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    comentarios 8 comentarios
    JP
    JP
    01/09/2009 01:09
    A tus amables explicaciones

    Si tuviste una idea y la desarrollaste, pues ¡chapo! El riesgo, la idea y la dedicación jstifican el beneficio. El problema para mi es cuando no hay una idea y en lugar de riesgo hay información privilegiada y se va a saco. Gracias por tus opiniones Bataller.

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