OPINIÓN
Cajas de Ahorros
21/04/2009
- “La Caja de Ahorros tiene dos fines esenciales, uno ideal y otro práctico. El ideal consiste en la propaganda y difusión de la práctica del ahorro como virtud edificadora de la voluntad en tan hermoso acto de previsión para el individuo, la familia y la Patria. El práctico tiene por objeto recibir y hacer productivas las economías de todas las clases sociales.” Art. 45 de los estatutos de la Caja de Ahorros y M.P. de Castellón.
Desde que el Padre Piquer creara en Madrid el primer Monte de Piedad, como germen de lo que sería la primera Caja de Ahorros de España, con el loable fin de combatir la usura y ayudar a los más desfavorecidos, éstas entidades fueron ganando, año tras año solidez, solvencia y creciente prestigio hasta que, con la primera reforma liberalizadora de Fuentes Quintana, los políticos decidieron apoderarse de ellas, cada vez con mayor descaro, para utilizar sus inmensos recursos en función de sus intereses.
Antes de que los representantes del poder político decidieran intervenir en ellas, las Cajas cada una en su demarcación, dedicaban la mayor parte de sus beneficios a aumentar sus reservas y a mantener e incrementar sus obras sociales: Hospitales, residencias de ancianos, bibliotecas, guarderías,…
Algunos recordaran los mensajes publicitarios que difundían las Cajas allá por los años 70: “Ahorra y vivirás mejor” o “Familia que ahorra, familia feliz”.
Unos años después, en la década de los 80 la publicidad de las Cajas nos mostraba motos o relojes con el mismo mensaje tradicional: “Ahorrar en conseguir”, nos decían.
De los años 90 recojo algunos de los eslóganes en la misma línea:
.”Quien no malgasta, es parco y sabe ahorrar, tiene barco”
“Quien se adelanta al futuro y sabe ahorrar, lo conseguirá seguro”
Con esa política muy tradicional, muy conservadora y muy prudente, las Cajas encauzaron el ahorro popular para financiar al Estado a través de la deuda pública y a los particulares mediante préstamos personales e hipotecarios destinados a compra de viviendas que no superaban el 70-80% de su valor de tasación.
¿Que nos queda hoy de los sabios consejos publicitarios de las Cajas? ¿Cuántos seguimos considerando hoy el ahorro como una virtud?. Murió la sacralización del ahorro y, bajo la consigna de expandir el crédito nos empezaron cebando con las Tarjetas, los cómodos plazos, los créditos sin garantías y han terminado dándonos financiación, a treinta años, del 120% del valor de una vivienda sin otra garantía que una nómina de 1.000 euros con contrato de tres meses.
Mientras tanto, los políticos con la excusa de democratizar las Cajas para dar poder a los impositores, han ido ganando fuerza en los órganos de decisión de las Cajas (basta mirar a nuestra Comunidad o ver las recientes peleas públicas por el control de Caja Madrid). Reforma tras reforma, liberalización tras liberalización, los profesionales de la política han ocupado –ellos y solo ellos como grupo organizado- las Comisiones Ejecutivas y de Control de las Cajas, mientras el entorno económico nos incitaba a todos a recorrer el camino de la “modernidad” trazado por un dios llamado Mercado que nos impulsaba a consumir y utilizar el crédito ilimitadamente.
Con control de las Cajas por parte del poder político autonómico, estas entidades se han visto obligadas prestar cuantiosas cantidades a los partidos políticos, mediante pólizas de crédito que algunas veces se han tenido que pasar a fallidos. Los gobiernos de las autonomías, como es el caso de la nuestra, obligaron a las Cajas valencianas (Bancaja y CAM) a invertir en el ruinoso parque de ocio de Tierra Mítica y en el no menos ruinoso CF Valencia, mermando con esos lastres, el prestigio ganado en casi un siglo de actuación prudente. El Gobierno de la Generalitat tenía contraídos préstamos, a 31.12.08, sólo con Bancaja por importe de 150,3 Millones de euros. Esta claro que los poderes autonómicos han considerado las cajas de su propiedad.
El mercado sin controles, su fe ciega en él, la locura de una ambición ilimitada, la irresponsabilidad de los políticos y el espejismo de ponerlo todo muy fácil con el recurso al crédito, nos han llevado a la intervención -impensable hace diez años- de una Caja de Ahorros (la de Castilla La Mancha) y a las gravísimas dificultades para todo el sector financiero que a pesar de recibir ayudas multimillonarias del Estado no es capaz de levantar cabeza.
Si la alegría del crédito fácil sirvió para impulsar las economías, ese camino nos ha conducido al actual desastre del que no sabemos como salir, con la dificultad de estar ahora obligados a reducir nuestras insaciables necesidades (que por otra parte contribuyeron a crear multitud de puestos de trabajo) para incrementar el ahorro en un momento en el que estamos endeudados más allá de nuestros límites y no es posible servirnos del ahorro de otros países porque no nos lo ponen fácil.
Que hay que reducir el consumo es evidente. Que no es posible vivir ilimitadamente del crédito también lo es. Lo difícil es cómo evitar la destrucción de cientos de miles de puestos de trabajo creados por empresas nacidas para satisfacer un ilimitado número de necesidades - muchas superfluas - que ya no podemos pagar.
El ahorro era una virtud y es una pena que las cajas dejaran de recordárnoslo. Ahora desandar el camino es una tragedia sin solución inmediata, por el que deberán moverse dejando atrás inversiones millonarias en la compra de bancos extranjeros y oficinas abiertas en Miami o Pekín, a donde acudieron su saber inglés ni chino.
Desde que el Padre Piquer creara en Madrid el primer Monte de Piedad, como germen de lo que sería la primera Caja de Ahorros de España, con el loable fin de combatir la usura y ayudar a los más desfavorecidos, éstas entidades fueron ganando, año tras año solidez, solvencia y creciente prestigio hasta que, con la primera reforma liberalizadora de Fuentes Quintana, los políticos decidieron apoderarse de ellas, cada vez con mayor descaro, para utilizar sus inmensos recursos en función de sus intereses.
Antes de que los representantes del poder político decidieran intervenir en ellas, las Cajas cada una en su demarcación, dedicaban la mayor parte de sus beneficios a aumentar sus reservas y a mantener e incrementar sus obras sociales: Hospitales, residencias de ancianos, bibliotecas, guarderías,…
Algunos recordaran los mensajes publicitarios que difundían las Cajas allá por los años 70: “Ahorra y vivirás mejor” o “Familia que ahorra, familia feliz”.
Unos años después, en la década de los 80 la publicidad de las Cajas nos mostraba motos o relojes con el mismo mensaje tradicional: “Ahorrar en conseguir”, nos decían.
De los años 90 recojo algunos de los eslóganes en la misma línea:
.”Quien no malgasta, es parco y sabe ahorrar, tiene barco”
“Quien se adelanta al futuro y sabe ahorrar, lo conseguirá seguro”
Con esa política muy tradicional, muy conservadora y muy prudente, las Cajas encauzaron el ahorro popular para financiar al Estado a través de la deuda pública y a los particulares mediante préstamos personales e hipotecarios destinados a compra de viviendas que no superaban el 70-80% de su valor de tasación.
¿Que nos queda hoy de los sabios consejos publicitarios de las Cajas? ¿Cuántos seguimos considerando hoy el ahorro como una virtud?. Murió la sacralización del ahorro y, bajo la consigna de expandir el crédito nos empezaron cebando con las Tarjetas, los cómodos plazos, los créditos sin garantías y han terminado dándonos financiación, a treinta años, del 120% del valor de una vivienda sin otra garantía que una nómina de 1.000 euros con contrato de tres meses.
Mientras tanto, los políticos con la excusa de democratizar las Cajas para dar poder a los impositores, han ido ganando fuerza en los órganos de decisión de las Cajas (basta mirar a nuestra Comunidad o ver las recientes peleas públicas por el control de Caja Madrid). Reforma tras reforma, liberalización tras liberalización, los profesionales de la política han ocupado –ellos y solo ellos como grupo organizado- las Comisiones Ejecutivas y de Control de las Cajas, mientras el entorno económico nos incitaba a todos a recorrer el camino de la “modernidad” trazado por un dios llamado Mercado que nos impulsaba a consumir y utilizar el crédito ilimitadamente.
Con control de las Cajas por parte del poder político autonómico, estas entidades se han visto obligadas prestar cuantiosas cantidades a los partidos políticos, mediante pólizas de crédito que algunas veces se han tenido que pasar a fallidos. Los gobiernos de las autonomías, como es el caso de la nuestra, obligaron a las Cajas valencianas (Bancaja y CAM) a invertir en el ruinoso parque de ocio de Tierra Mítica y en el no menos ruinoso CF Valencia, mermando con esos lastres, el prestigio ganado en casi un siglo de actuación prudente. El Gobierno de la Generalitat tenía contraídos préstamos, a 31.12.08, sólo con Bancaja por importe de 150,3 Millones de euros. Esta claro que los poderes autonómicos han considerado las cajas de su propiedad.
El mercado sin controles, su fe ciega en él, la locura de una ambición ilimitada, la irresponsabilidad de los políticos y el espejismo de ponerlo todo muy fácil con el recurso al crédito, nos han llevado a la intervención -impensable hace diez años- de una Caja de Ahorros (la de Castilla La Mancha) y a las gravísimas dificultades para todo el sector financiero que a pesar de recibir ayudas multimillonarias del Estado no es capaz de levantar cabeza.
Si la alegría del crédito fácil sirvió para impulsar las economías, ese camino nos ha conducido al actual desastre del que no sabemos como salir, con la dificultad de estar ahora obligados a reducir nuestras insaciables necesidades (que por otra parte contribuyeron a crear multitud de puestos de trabajo) para incrementar el ahorro en un momento en el que estamos endeudados más allá de nuestros límites y no es posible servirnos del ahorro de otros países porque no nos lo ponen fácil.
Que hay que reducir el consumo es evidente. Que no es posible vivir ilimitadamente del crédito también lo es. Lo difícil es cómo evitar la destrucción de cientos de miles de puestos de trabajo creados por empresas nacidas para satisfacer un ilimitado número de necesidades - muchas superfluas - que ya no podemos pagar.
El ahorro era una virtud y es una pena que las cajas dejaran de recordárnoslo. Ahora desandar el camino es una tragedia sin solución inmediata, por el que deberán moverse dejando atrás inversiones millonarias en la compra de bancos extranjeros y oficinas abiertas en Miami o Pekín, a donde acudieron su saber inglés ni chino.
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lo curioso, es que el gran responsable de este caos, se nos presenta ahora en su "vertiente virtuosa" como ,el que avisa al Gobierno de que hay que tomar medidas, para evitar el "caos del fondo de pensiones" si no se tomen medidas estructurales. Es el Gobernador del Banco de España, a quien correspondía y corresponde el control de la salud financiera de todas las entidades de crédito, y que al ser nombrado por el poder politico Socialista, muy probablemente siguiendo instrucciones de sus superiores, que fueron quienes le nombraron, miraba hacia otro lado, cuando debió de enviar a sus inspectores a contolar los estados financieros de los bancos, y sobre todo de las cajas de ahorros,y rural