Las viudas y el luto de las mujeres
Hace un par de años, tuve una anécdota que me hizo pensar lo mucho que la mujer ha progresado, respecto a conservar su imagen y tener vida social, aunque sea mayor. Estaba en Menorca y fui a visitar la cantera de piedra “Lithilica”. Después de pagar la entrada, vi que se anunciaba un precio reducido para pensionistas mayores de 65 años. Solicité que me cambiaran la entrada, ya que tengo más de 65 años. Una mujer alemana presente, entendió lo que reclamaba yo, y solicitó que también se le aplicara la reducción. Como no la entendían, y entiendo un poquito alemán, comprendí que decía que era jubilada. Después de mirarla bien, pensé que tendría menos de 60 años. Así que creí que tendría una jubilación anticipada. Traté de explicarle que ella no tenía derecho porque había que tener más de 65 años. Me contestó que tenía 70. Como hice cara de no creérmelo, se sacó el pasaporte, me lo enseño, y pude comprobar que los tenía. Pensé, menos mal. Pues si en vez de quitarle 10 años, se los llego a poner, no me hubiera dedicado la amable sonrisa que me dedicó.
Ahora, al comparar las mujeres mayores actuales con las que recuerdo de mi adolescencia, recordé, que de los 10 años a los 15, (del 60 al 65) fui a repartir leche a diario a las casas de los que eran nuestros clientes. Así que conocí bien el ambiente interior, de muchas casas, porque entré en ellas, centenares de veces. Recuerdo que la mayoría de mujeres vestían de negro, y aparentaban mucha más edad de la que tenían, Recuerdo a mujeres de mediana edad, que se vistieron de negro, por el luto de un familiar, y ya no se lo quitaron durante su vida. Ello era así, porque las mujeres, llevaban luto, por los padres, suegros, hijos y otros familiares. Como se solía llevar, un mínimo de 2 años, por cada uno de los difuntos, el vestido negro y pañuelo negro en la cabeza, llegó a ser el vestido habitual de la generación de mujeres que vivió la guerra.
Son muy pocos los casos que tengo recuerdos nítidos, de la situación personal de las mujeres que les llevaba la leche a casa. Sin embargo, no olvido la atmósfera de tristeza y de depresión, en la que vivían las mujeres viudas, en el interior de sus casas. Me llegaron a impactar, el caso de dos jóvenes viudas. A pesar, que yo era, prácticamente, un niño, percibí el desconsuelo y la soledad en la que vivían aquellas mujeres jovenes. En ambos casos, se trataba de casas de planta baja sin más entrada de luz que la de la calle. Tal como eran en su mayoría, las casas de aquella época, en los pueblos de ámbito rural. El comedor, ubicado en el centro de la casa, se mantenía siempre a oscuras. Pues no le llegaba la luz de la calle ni la del corral. El comedor estaba precedido con una foto del marido fallecido y algunas “animas” encendidas, permanentemente. En ambos casos, las dos mujeres, vestidas todas de negro, incluido pañuelo negro a la cabeza. Una tendría unos 30 años, pero parecía mayor de 50, la otra, unos 40, pero su aspecto parecía más envejecido que una mujer jubilada de hoy en día. En ambos casos, sus rostros, sus miradas, sus gestos, su tono de voz, su caminar y su respirar, expresaban pesar, como si acabaran de enviudar. Sin embargo, ya hacía más de dos años.
Lo más grave del asunto, es qué según la moral dominante de la época, una mujer viuda debía renunciar a tener vida social. Pues de lo contrario, se entendía que le era infiel a su marido, o que no le amaba. Por vida social, no me refiero hacer vida de “viuda alegre”. Me refiero a mantener sus amistades y visitarlas. Así como pasear con amigas, ir al cine y acudir a actos sociales, con sus amistades, y por supuesto, con la familia. Y, si no quería ser calificada de “viuda alegre”, no debía cuidar mucho su aspecto. Para evitar ser acusadas de ofender la memoria de su difunto esposo, solo tenían que salir de casa lo imprescindible, y, constantemente, mostrar dolor.
Por suerte, para las mujeres, ya hace años que una gran mayoría de ellas supieron adaptarse a los valores sociales de los nuevos tiempos. Se desprendieron de lutos interminables, asumieron que tienen que cuidar más su aspecto y hacer vida social normal, cuando se quedan viudas. Hoy son muchas las mujeres que estiman que el respeto, la ternura y amor por el marido, hay que muéstraselo a él, en vida. Cada día son más las mujeres que consideran que la estima y admiración, que se tenga por el marido, no tiene que impedir tener unas relaciones sociales que cubran, cuanto antes, el vació afectivo creado por la desaparición de la persona que se ama. Hoy todos conocemos algún caso de viuda, que supo salir pronto de la soledad, que se encontró por la pérdida del marido, por medio de distintas actividades sociales, o profesionales. Mujeres que son un ejemplo, que otras viudas deberían seguir. A todas ellas, les felicito. A las otras, les animo a que se adapten, cuanto antes, a los nuevos valores sociales, sin faltar el respeto a la memoria de su marido.