Recuerdos del verano de 1967
La primavera de 1967, dos cantantes de música pop, conseguían tener gran impacto en España. Antoine, un cantante francés, y Sandie Shaw, una cantante británica. El primero por usar camisas de flores coloridas, que nunca antes habían usado a los hombres. La segunda, por ganar el Festival de Eurovisión de 1967 interpretando “Marionetas en la cuerda·. Ese mismo año, Raphael representó a España con la canción “Hablemos del amor”.
Gran Bretaña ganó por goleada, al conseguir el doble de votos que el segundo, representando a Bélgica. La canción tuvo un gran impacto, pero, más su interprete. Sandie Shaw., impactó porque salió con una minifalda, cuando todavía su uso era minoritario, luciendo sus largas piernas y descalza. Esos dos hechos dieron lugar que algunos jóvenes empezaran a usar camisa de flores coloridas, que hasta entonces solo usaban las mujeres, y que fueran descalzos por la calle.
Ese mismo año, la pandilla de amigos pasamos “les festes de Sant Roc en les barraquetes de la platja”. Por allí aparecieron un grupo de chicos y chicas franceses, que trajo el amigo Enrique Comes, que entonces vivía en Francia. Aquellas barracas, tendrían unos 6 metros cuadrados. En ellas teníamos todas las cosas amontonadas. Cada cual dormía donde podía, algunos amontonados dentro la barraca, y otros, en la arena de la playa. El caso es que el primero que se levantaba, se vestía con la primera ropa que encontraba. Algunos, aprovechábamos para ponernos la ropa que vestían los franceses.
Un día, José Pascual (Alias Johnson) y yo, conseguimos vestirnos con ropa colorida de los franceses. Ese mismo día, por la tarde, a los dos nos fuimos a los toros a Betxi. Fuimos en bicicleta, luciendo llamativos colores y descalzos, es decir, íbamos de modernos. Llegamos antes de soltar el toro. Cruzamos la plaza del pueblo abarrotada. El colorido de nuestra ropa, e ir descalzos, nos convirtió el centro de todas las miradas. Y, cuando todo el mundo estaba pendiente de nosotros, se nos ocurrió lavarnos los pies en la fuente que había. Entonces, se nos acercó una pareja de la Guardia Civil, y nos dijeron que nos teníamos que ir del pueblo, porque estaba prohibido ir descalzos. Obedecimos a la primera. Pero al llegar a las bicicletas vimos que al lado había un basurero con algunos zapatos viejos. Así que buscamos dos pares, y nos los colocamos. Creímos que ya cumplíamos los requisitos, para poder disfrutar de la fiesta. Así que regresamos a la plaza del pueblo. Al entrar noté un fuerte rumor, y que todas las miradas se dirigían a nosotros. Al vernos, la Guardia Civil, sin dar explicaciones nos cogió y nos metió en el calabozo del Ayuntamiento. Seguramente, lo vieron como una burla. Pues los zapatos, se veía claramente que eran de la basura. Nosotros ingenuos pensamos que con llevar zapatos ya se cumplía. Por cierto, los que yo me puse, eran unas botas igual que las que Chaplin hierve para comérselas, en la película “La quimera del oro” para matar el hambre. Es la genial escena, en la que los clavos los chupa como se fueran huesos, y los cordones los come como si comiera espaguetis.
Serían las 5 de la tarde cuando nos metieron en el calabozo. Después de las 8, cuando el toro había finalizado, y se notaba el Ayuntamiento vacío, escuchamos la voz de un señor hablando en castellano, de apariencia muy educado, preguntando por nosotros. Le dejaron pasar, nos vio, y dijo algo así como: “Tan jóvenes y guapos y no tienen zapatos. Eso lo arreglo yo enseguida.” Se fue, y trajo dos pares de zapatos nuevos. Nos los entregó, nos los pusimos y nos soltaron. Nos fuimos directos a las bicicletas, que las teníamos a las afueras de pueblo. Nos quitamos los zapados los dejamos allí, y no paramos de pedalear hasta llegar a Borriana.
Seguramente pensaron que nuestra forma de vestir era un atentado contra la reserva espiritual de occidente, que los del Nacional Catolicismo, querían que fuéramos los españoles. Así que nos quisieron escarmentar. Cierto que consiguieron quitarnos unas horas de nuestra libertad. Pero lo que el tiempo demostró, es que no nos quitaron las ganas de vivir de forma diferente, a como quería la moral dominante de aquellos días. Cuando me acuerdo de estos hechos, y otros peores, pienso que hay que ser masoquista para que personas de mi edad, digan ahora que con Franco se vivía mejor. Seguramente, así sería para quienes se sentían felices cantando el “Cara el sol”.