El peligro de no ser gente de bien
La petición de Feijóo, al Presidente del Gobierno, de que “deje ya de molestar a la gente de bien”, ha generado un debate que me ha traído a la memoria una experiencia vivida a principio de los años 80, en Borriana. En el 83 estuve una temporada viviendo en el chalet de mis padres, en la avenida la Pedrera, situado a unos 200 metros del Port de Borriana. Yo estaba trabajando en el campo, y sobre las cuatro de la tarde, vino mi padre, con gestos de preocupación, me dijo que había ido al chalet, que no había encontrado a nadie, pero ventanas y puertas estaban abiertas, y un vecino le había dicho que, hacía un buen rato que habían llegado varios Policías Nacionales, con metralletas en la mano apuntando, y se habían llevado detenidas a mi mujer y una amiga, María Jesús, que estaba con ella. Pensé que antes de actuar, tenía que averiguar qué había pasado. Pues tenía la experiencia de estar fichado, por el régimen franquista, por rojo. Así que pensé que, si iba directamente a preguntar a comisaría, igual, me detenían, me metían en un calabozo, y me quedaba aislado, sin saber que pasaba ni poder aclarar la situación. Por ello, por precaución, busqué a otro rojo, Devis el marmolista. Le conté lo que había pasado, y le pedí que fuera a preguntar, y que regresara a contármelo. Ya serían más de las 6 de la tarde.
Al poco rato, Devis regresó y me dijo, que le habían dicho que las acaban de soltar, y que no le habían querido decir nada. Regresé corriendo al chalet y pregunté qué había pasado. Me explicaron, qué después de comer decidieron ir a tomar un café al Restaurante Cristina. Se llevaron con ellas una perra pointer, que teníamos. El Restaurante, tiene su entrada principal, por la Avenida Mediterráneo, y también por la calle Jaime Chicharro, por donde entraron ellas. Antes de entrar al restaurante, intentaron atar la perra en el guarda barro delantero del coche que estaba delante de la puerta del restaurante, para poder ver la perra desde dentro. El intento, duró unos segundos. Vieron que no era fácil y la ataron al palo de una señal de tráfico cercana. Después de tomar café, salieron y se fueron caminando tranquilamente al chalet. A los 30 minutos, media docenas de policías armados con dos coches entraban en el chalet empuñando metralletas. Pidieron a Teresa y María Jesús que enseñaran la documentación. Comprobada la documentación, se las llevaron detenidas. Dejando las puertas y ventanas del chalet abiertas.
En comisaria trataron de ver que les podían imputar. Pero después de dos horas y ver que no tenían nada de que acusarles, les dijeron que se fueran a casa. Una vez supe yo lo que había pasado, fui a comisaria, a pedir explicaciones. Recuerdo que estaba, en el antiguo salón de billares situado a la entrada del Carrer el Barranquet. Después que el Comisario me diera sus explicaciones, y lo que me habían contado las mujeres, me hice una idea de lo ocurrido. El coche en que intentaron atar la perra, pertenecía a un agente de la Policía Nacional, que vivía en un tercer piso, situado en el camí L’Axiamo, enfrente de la calle Jaime Chicharro. La distancia entre el piso del agente y el coche era de unos 40 metros, así que vio perfectamente el intento de atar la perra en su coche. Como era en invierno, y en el año 83, éramos pocos los que vivíamos, nos conocíamos de vista, de cruzarnos por la calle. El caso es que el señor agente, en vez de bajar de su casa y hablar con las mujeres y aclarar lo ocurrido. Prefirió, ir a consultar los ficheros policiales, y después de consultarlos, y comprobar que, en el chalet, vivían rojos, decidió acudir con dos patrullas, apuntando con metralletas, y llevarlas detenidas a comisaría, a ver que les podía sacar. De buenas maneras le dije que no era a mí a quien correspondía decir lo que debe hacer la policía, en cada caso, pero pensaba que desde la aprobación de la Constitución no procedían actuaciones de llevarse a dos mujeres detenidas a punta de metralleta sin que haya la evidencia de la existencia grave de delitos que lo justifique. Ahí me corto el Sr. Comisario y me dijo, claramente que la Policía estaba todo el día tratando con delincuente degenerados y no pueden ir con buenas formas. Como ejemplo, me dijo “fíjese que nosotros tenemos que entran y tratar a los que van a la discoteca el Quijote, donde van maricones, drogadictos y toda clase de degenerados”. Así que ellos, no podían ir con miramientos. Traté de explicarle, que todo el mundo merecía respeto, mientras no se demuestre lo contrario, me contestó que no tenía idea, la cantidad de gente de mal que había, por eso ellos, tenían que actuar como actuaban. Me quedó claro, que no pensábamos igual y me despedí.
Llegué a la conclusión que si al recopilar información sobre nosotros, hubieran concluido que eramos gente de bien, no hubieran hecho el despliegue policial que hicieron. Así son las cosas, para quienes piensan que hay gente de bien, los que no lo son, son gente de mal, y como tales deben ser tratados. Por suerte, deben quedar pocos agentes de la autoridad, como el que nos tocó a nosotros, aunque haberlos haylos.