Mutilación genital femenina
Sudán acaba de prohibir la mutilación genital femenina que se aplica al 87% de las mujeres de ese país y los medios de comunicación apenas se han hecho eco. Además, de penalizar esta tradición, como delito, la Justicia sudanesa ha determinado que las mujeres ya no necesitan permiso de los hombres de sus familias para circular, un requisito que seguía vigente para que las madres pudieran viajar con sus hijos.
La mutilación genital femenina (MGF), también conocida como ablación del clítoris, es la eliminación parcial o total de tejido de los órganos genitales femeninos, particularmente del clítoris, con objetivo de eliminar el placer sexual en las mujeres, por consideraciones culturales, religiosas u otro motivo, pero en ningún caso médico. La mutilación produce a las afectadas una pérdida casi total de sensibilidad y un importante trauma psicológico. Además, hay mujeres que mueren desangradas o por infección en las semanas posteriores a la intervención, ya que se realiza, fuera de los centros sanitarios, por curanderas o mujeres mayores, y con medios inadecuados como cristales, cuchillos o cuchillas de afeitar. Amnistía Internacional cifra en 120 millones de mujeres clitoridectomizadas, y de tres millones de niñas por año en veintiocho países diferentes. Otros informes afirman que puede afectar hasta 140 millones de mujeres.
A pesar que se trata de una práctica considerada una violación de los derechos humanos de las mujeres y de las niñas, se sigue practicando en unos 30 países. El 20.12.2012 la Asamblea General de la ONU adoptó por unanimidad (194 países) prohibir la práctica de la mutilación genital femenina. En febrero de 2016 Naciones Unidas se planteó este tema como una prioridad entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible marcándose el año 2030 como fecha para acabar con esta práctica. En España en 2003 se aprobó la modificación del Código Penal, tipificando como delito de mutilación genital en la nueva redacción del art. 149 del C.P.. Posteriormente, se aprobó que los tribunales españoles puedan condenar las mutilaciones realizadas a las niñas, residentes en España, aunque se haya cometido en el extranjero.
Sudan ha dado un paso importante en favor de las mujeres. Sin embargo, ahora falta que se cumpla, que es lo más importante y difícil. Ello es así, porque como tantas veces he dicho, cambiar de hábitos arraigados socialmente, no es fácil y necesita tiempo. Pondré un ejemplo. En 1983, yo vivía temporalmente en Conakri, la capital de la Guinea francesa. Fue el primer país africano que se independizó de su colonia, y estableció fuertes vínculos con la revolución cubana. Fruto de ello se declararon, y todavía siguen igual, una República Popular Revolucionaria que proclama la igualdad de derechos y la no discriminación. Tienen formas organizativas propias de Cuba como son los comités de ciudadanos de defensa de la revolución. En la casa que yo vivía, los dueños tenían fusiles a lado de la cama. Cuando les pregunté para que los tenían, me contestaron “para defender la revolución si eran atacados por el imperialismo”. Yo mismo fui a un acto oficial de recibimiento de un Jefe de Estado de otro país, en un campo de futbol lleno, en donde las intervenciones de los gobernantes locales incidieron en que velaban por los derechos de toda la ciudadanía, que eran, para todos iguales.
A pesar de cuanto he dicho, deje de aceptar invitaciones a casas de guineanos, porque antes de entrar yo en casa, hacían salir a las mujeres de la casa y se quedaban debajo la sombre del árbol más cercano hasta que yo me fuera. Si me invitaban a comer, me servían en exceso y lo que me sobraba se lo daban a las mujeres, que tenían que esperar a que comieran los hombres. Entonces me apareció un dilema, ¿o comer poco para que a las mujeres les llegara suficiente, o no dejar nada, porque es indigno que tengan que comer sobras? Como las dos soluciones, me parecían inaceptables, dejé de aceptar invitaciones.
Tuve que viajar a Freetown, la capital de Sierra Leona. Fui en avión, y el segundo día de mi instancia ya había resuelto la gestión que tenía que hacer. Como no había vuelo de regreso hasta 5 días después, y no quería seguir, le dije al guineano que me acompañaba que buscara transporte para regresar a Conakri. Encontró una furgoneta y acordó precio. La hora de salida, cuando la furgoneta esté llena hasta el techo. Cuatro horas se tardó en completar. Me llamo la atención que entre los viajeros había una niña de 16 años, que los militares habían traído detenida a la fuerza, acompañada de su padre. No la soltaron hasta que la furgoneta arrancó. El viaje duró 12 horas, así que tuve tiempo de averiguar el caso de niña. Su padre era natural de Conakri, pero se tuvo que exiliar por razones políticas, con toda la familia a Freetown, cuando la niña tenía 2 años. Antes de salir al exilio, su padre había prometido matrimonio de su hija con el hijo de un conocido. Ahora su padre había conseguido un permiso especial para viajar a Conakri, a casar la hija, y los militares la llevaron a la fuerza porque ella no quería casarse con un chico que no había visto en su vida. Le dije que pidiera ayuda a la policía o militares al llegar a Conakri, contestó que cuando su padre hablara con ellos, harían igual que los de Sierra Leona. El caso es que lo habitual es que frente a leyes que reconocen derechos, las tradiciones se siguen aplicando. Prueba de ello es que la mutilación femenina aún se aplica hoy en el 97% de las mujeres de Guinea, que hace 50 años que declara la igualdad de derechos.
PD. Adjunto mapa de países indicando el porcentaje de mujeres afectadas por la mutilación genita.