En la mili: las culpas son de poca ropa
En unas maniobras militares del año 1972, vi como los fracasos se hicieron pagar al militar de menor escalón de mando. De maniobras, en Casas Ibáñez, me tocó participar en una acción en la que por primera vez colaboraban una unidad de helicópteros y el Ejército Tierra. Al parecer, la acción, para el teniente que dirigía el pelotón, era muy importante para su ascenso. El caso es que una patrulla de artillería ocupaba una colina, desde la cual, dominaba un amplio espacio territorial, y realizaba disparos reales en cañones. Se formó un pelotón de soldados con la misión de llegar por sorpresa a la colina y eliminar a la patrulla de artillería.
El terreno era montañoso por lo que en una colina lateral, a donde se desarrollaba la acción, se había instalado un mirador desde el cual, los altos mandos del ejército, entre los que había algunos generales, presenciaban la acción. En ese mirador debían celebrase las previstas felicitaciones y reconocimientos por el éxito que se esperaba, de la colaboración. A ese mirador debía acudir el pelotón que participaba, al final de la operación.
Los elegidos fuimos 12, que nos dividieron en dos patrullas de 6 soldados. Una patrulla quedó al mando del teniente, la otra, al mando de un cabo primero chusquero, que fue la que me tocó a mí. La acción debía consistir:
1. El teniente solicitaba ayuda a la unidad de helicópteros que debía enviar dos helicópteros.
2. Cada helicóptero debía cargar una patrulla, y dejarla cerca de la colina, ocupada por la artillería, y encarada a la misma.
3. Las patrullas debían llegar a pie por sorpresa y detener a la artillería.
Todo ello, se realizaba sin que la artillería dejara de disparar, por lo que el traslado debía ser con vuelo rasante siguiendo el trayecto de un barranco, para evitar ser vistos por la artillería, dado que el terreno era montañoso, Pues de esa manera los tiros pasaban por encima de las patrullas que no debían ocupar el espacio de trayectoria de los proyectiles, ni donde caían.
Llegaron los dos helicópteros, pilotados uno por un Comandante y otro por un Teniente Coronel. El helicóptero que trasladó la patrulla dirigida por el teniente, dejo la patrulla en el lugar correcto y en dirección a la colina que debíamos ocupar. El que trasladó la otra patrulla, dirigida por el cabo primero, la que yo iba, nos dejó en lugar equivocado, encarados en dirección contraria a la colina, por consiguiente, en dirección donde caían los proyectiles. Empezamos a avanzar y no veíamos a la otra patrulla ni a la colina. Pero cada vez veíamos explorar proyectiles más cerca los. Cuando comprendimos que estábamos en zona de tiro, dimos media vuelta y salimos corriendo a toda pastilla. La operación debía durar 15 minutos, y cuando ya llevábamos más de 30 minutos huyendo de la zona de tiro y buscando la otra patrulla, nos encontró el Teniente de la otra patrulla. No dejó dar explicaciones al cabo primero. Le dijo toda clase de insultos que la peor mente pueda imaginar. Pero lo que peor le sentó al cabo primero fue que le dijera que se olvidara de seguir en el ejército y que al llegar al cuartel le quitaría los galones. Y, sí por culpa de él, no le felicitaban, le partiría la cara. Íbamos hechos unos desastres por la carrera desesperada que habíamos hecho. Por lo que el teniente dijo, “arréglense el vestido”. Dirigiéndose al cabo dijo: “usted no sea idiota y póngase el casco”. Entonces el cabo reconoció que había perdido el casco durante la carrera. El teniente le pidió que fuera a buscar el casco y le advirtió que si volvía sin el casco “le fusilaría”. El cabo arriesgó su vida para buscar, cerca de explosiones, el casco. Regresó sin el casco. Terminamos la operación y desde que el teniente nos encontró hasta que llegamos al mirador que estaban los mandos, el pobre cabo primero no hizo más que llorar como un niño y aguantar los insultos del teniente.
El resultado de la operación fue:
1. Una operación que tenía que durar 15 minutos, duró 75.
2. Se puso en peligro real la vida de 6 soldados y un cabo primero.
3. Se repartieron todas las felicitaciones, para celebrar el éxito de la operación.
4. Se comió el aperitivo como si no hubiera pasado nada.
5. Nunca más escuche hablar de esos hechos.
6. Al teniente lo vi después habiendo sido ascendido. Al cabo no lo vi más.
En el aire se respiraba que todo el mundo sabía que había pasado algo. Por supuesto el teniente del pelotón sabía que el Teniente Coronel que pilotaba el helicóptero nos había dejado en lugar equivocado, y en dirección errónea. Sin embargo, entre señalar a un Teniente Coronel o amargarle la vida a un pobre cabo primero chusquero, prefirió descargar su enfado sobre el de rango inferior, porque sabía que ello no le traría problemas. Los altos mandos que observaban la operación, no pudieron ver el trayecto realizado por la patrulla, por la altura de las montañas, salvo al final, durante la subida a la colina. Supongo que el teniente justificaría el retraso de la operación, en que estuvimos buscando el casco. Por lo que no sé si los altos mandos se enterarían del desastre de la operación.