El Llar Fallero de Borriana
La cercanía de las fallas, me traen a la memoria el Llar Fallero de Borriana. Para los que no lo conozcan, diré que es una sala de baile municipal, donde los domingos y algunas vísperas de fiestas, en los 60, acudía la mayoría de la juventud local. Entonces, no había discotecas, y la juventud se encontraba y participaba en los mismos actos. Para los de mi generación, los que en los 60 éramos adolecentes, el Llar Fallero de Borriana, tuvo una importancia significativa en nuestro despertar al mundo de los enamoramientos. Muchas fueron las parejas que, en esa sala, vivieron la experiencia de sus primeros “morreos y recalentones”. Además, en aquellas fechas, para los adolescentes, esa sala fue como la estación de partida a un mundo ilusionante. Para nosotros, la música moderna era el vehiculo que nos transportaba a una sociedad diferente a la que vivían nuestros padres. Digo eso porque en los 60, por esa sala, pasaron los cantantes y conjuntos más populares de la música moderna del momento. (Bruno Lomas, Bravos, Mustang, Sirex, Lone Start, Miguel Ríos, Formula V, Salvajes, etc.)
Aquellas canciones a ritmo de Twist, Rock an Rol, Pop, y hasta de la Yenka, nos impulsaban a mover el cuerpo como locos, visto desde el punto de vista de nuestros padres, que seguían bailando a ritmo de boleros y pasodobles. Aquella música para nosotros fue como la lluvia de primavera que los campos necesitan para que crezca su flora. Incluso podríamos decir, que, para los adolescentes, fue como ráfagas de aires de nuevos. Precisamente, por eso estaba mal vista por los poderes. Es por eso que he querido recordar ese espació que tan significativo fue para los de mi generación.
Entre las circunstancias vividas en el Llar Fallero, recuerdo estar la Sala, casi a oscuras, y las parejas con los cuerpos pegados como lapas, de momento encenderse las luces, y pasar de música melódica a ritmos rápidos. Todo porque había entrado algún jefazo de la capital y había que mantener ante sus ojos la decencia, o porque lo había ordenado él. Cuando actuaban cantantes o conjuntos famosos, por la tarde la sala estaba a reventar. Así que la pista de baile, mesas y bar estaban llenas. Mientras actuaban en la pista se bailaba. Pero por la noche, no se llenaba, eran matrimonios y parejas de novios mayores los que iban. Recuerdo, la noche que actuó Miguel Ríos, ir acompañado de mi amigo Ramón Blasco, (El Dólar) y que la pista de baile estaba libre. El auditorio seguía su actuación, desde sus mesas. Al interpretar la canción “En el río”, Miguel se paseaba por la pista, y mientras en una mano sujetaba el micro, movía el cuerpo y subía y bajaba la otra al ritmo del estribillo “Chirip, chirip, chip, chipchirip, …”. Entonces desde la entrada al bar un hombre le grito: “MARICÓN”. Miguel hizo el amago de ir a por él. Pero se aguantó hasta finalizar su actuación. Al finalizar, se fue directo por él, y tuvieron que contenerle para que no le pegara. En esas fechas no fue la única vez que presencié insultos a cantantes modernos por mover el cuerpo con movimientos, que algunos veían, afeminados.
En las fallas de 68 o 69, la noche anterior a San José, era el día de mayor asistencia al Llar Fallero. Mi amigo, Vicente Peris (El Guapo) y yo llegamos un poco tarde. Encontramos la taquilla y la puerta cerrada y un letrero anunciando, completo. En la puerta, unas 40 personas que querían entrar. Armaron jaleó, pero solo abrieron la puerta para confirmar que no podía entrar nadie. Yo recordé, que en el quiosko que había junto la puerta del mercado municipal, se colgaba un tablón anunciando las actuaciones del fallero. Una vez iniciada la actuación, algún conocido de Paco Villanova, el gerente del Fallero, descolgaba el tablón lo llevaba al Llar Fallero, lo entregaba y entraba gratis. Entonces, yo descolgué el tablón de anuncio que había en la misma puerta del Fallero, llamé a la puerta, abrieron y dije que era el tablón del mercado. Me dejaron entrar sin pegas. Algunos de los que querían entrar, ovacionaron el acto. Al momento, se presentó un chico con el tablón del mercado. Llamarón a Villanova, que confirmo que esa era la persona que él había enviado a recoger el tablón. Enseguida supo que era yo quien se había colado, porque él también iba al Bar el Tarros, (De José María) donde íbamos la mayoría de jóvenes. Al rato vi a Villanova que desde lejos me hacía señas, para que me acercara a él. Pues no se podía avanzar, sin apartar a las personas a empujones. Me escabullí y estuve toda la noche escondiéndome de Villanova. Él no me pudo coger, pero yo, no pude bailar para no convertirme en presa fácil.
En verano el Fallero de trasladaba al tinglado del puerto. En las fiestas de Sant Roc, de 1968 actuaban Los Huracanes. A mi amigo el Dólar y a mí nos pareció que la entrada era cara. Decidimos aplicar el dos por uno. Nos fuimos a la Barraqueta de la platja, cogimos una sábana y nos hicimos una Chilaba. Me subí a los hombros del Dólar, nos pusimos la Chilaba y parecíamos un hombre. Llegamos a la taquilla, sacamos una entrada, y entramos. Todas las miradas estaban centradas en el hombre grande con Chilaba. Avisaron a Villanova, que no se atrevió a decirnos nada, pero nos siguió sin separarse ni un segundo. Nuestra idea era una vez dentro, cuando no nos vieran los encargados, salir de debajo de la Chilaba, pero el seguimiento de Villanova, lo impidió. Así que entre la risa que teníamos de ver la cara de Villanova, y del resto, y que el Dólar se cansó, caímos, y al ver que salimos dos de debajo la sabana, nos tiró a empujones fuera del baile.